Existen estudios recientes de economistas de prestigio que afirman sin tapujos que la economía balear está 'enferma' y la de Ibiza aún se encuentra en peor estado. Hace unas semanas, sin ir más lejos, se dieron a conocer algunas cifras que demuestran, de forma rotunda e incontestable, lo que los residentes en las islas llevamos años percibiendo y padeciendo: vienen muchos más turistas, invierten aún más dinero en sus vacaciones, se multiplican los hoteles de lujo, se disparan los precios de estancias y servicios complementarios y, sin embargo, el conjunto de la ciudadanía vive cada vez más empobrecida.

Hace veinte años, a finales de los 90, según las cifras que recopila el Instituto Nacional de Estadística (INE), los habitantes de Balears eran los terceros más ricos de España, únicamente por detrás de madrileños y navarros. Desde entonces, no hemos hecho más que descender puestos y ya nos encontramos en la séptima posición, pese a la enorme riqueza que genera nuestro sector turístico. La región española donde más ha caído el PIB per cápita en este periodo de tiempo es nuestro archipiélago, con un descenso de casi el 20%, frente a otras muchas comunidades donde el nivel de vida, en lugar de decrecer, se ha incrementado.

La renta sólo subió un 1,2%

Los datos más recientes inciden en el agravamiento del fenómeno, ya que frente a un crecimiento del 3,8% de la economía balear el año pasado, la renta per cápita solo subió un 1,2%. Hay que tener en cuenta que la media española fue del 2,8% y que en regiones como Asturias o Aragón la riqueza de los ciudadanos aumentó un 4,8% y un 3,7%, respectivamente; es decir, cuatro y tres veces más que en Balears. Los economistas que han ido desgranando estos datos insisten, además, que la situación en Ibiza es aún peor que la del conjunto del archipiélago.

Estas fluctuaciones negativas en el nivel de vida suelen coincidir con periodos de crisis. La realidad, sin embargo, es que en Ibiza y Formentera los años difíciles que se han sufrido en el resto de España y Europa han coincidido con nuestra etapa más esplendorosa desde el punto de vista turístico. Hemos recibido más viajeros que nunca, superado todos los récord de ingresos y ocupación, y abierto cientos de nuevos negocios. Sin embargo, vivimos muchísimo peor que hace veinte años. Las cifras lo demuestran sin un atisbo de duda.

Si contemplamos nuestra historia turística como un gráfico, arrancamos en un estadio primitivo donde el turismo apenas influía en la generalidad de los ibicencos y, a partir de ahí, experimentamos un veloz crecimiento que alcanzó su punto álgido en los años noventa, cuando los residentes disfrutaron de su mayor calidad de vida. Desde entonces, la curva ha ido cuesta abajo, empobreciéndonos progresivamente y degenerando hacia una economía que tiende al tercermundismo porque la clase media se difumina y la sociedad va quedando dividida entre ricos y pobres.

La industria turística posee múltiples rasgos positivos y negativos. Entre los segundos destacan la saturación cada vez más desmesurada, el grave empobrecimiento de los recursos naturales que provoca atender a millones de personas cada temporada con deficientes infraestructuras y el abandono de la vida rural, con las graves consecuencias que ello tiene para el paisaje. Pero también el brutal encarecimiento de la vida -especialmente a causa de la vivienda-, o que los jóvenes dejen de estudiar y formarse porque encuentran salidas profesionales prácticamente sin proponérselo. Ese es el origen, por ejemplo, de que la región balear sea la de mayor fracaso escolar de España, con una tasa de abandono del 26,5% -solo nos supera Melilla-. Por el contrario, disfrutar de una buena calidad de vida y una economía más desahogada deberían de ser los elementos positivos que equilibrasen mínimamente la balanza. En los últimos años ya ni tan siquiera es así.

¿Cuál es la razón de que los ibicencos tengamos que vivir agobiados por esta injusta contradicción? Pues según distintos economistas que han reflexionado al respecto, como Miguel Puig o el catedrático y director técnico de la Fundación Impulsa, Antoni Riera, el injusto reparto de la riqueza que genera nuestra economía, sobre todo desde el punto de vista de los salarios.

En consecuencia, definir la realidad pitiusa como una economía 'enferma' no parece ninguna exageración. Tal vez sea el momento de exigir -a políticos, colectivos empresariales y sociales-, de una forma más contundente, que se adopten las medidas necesarias para revertir la tendencia. Que este turismo desaforado al menos nos devuelva a todos los ibicencos a la época de vacas gordas; no solo a unos pocos. Sin duda, el creciente descontento que existe entre la población pitiusa con respecto a la industria turística tiene mucho que ver con este inaceptable desequilibrio.

@xescuprats