Los vestigios de antiguas feixes aparecidos en la excavación del solar que ocupaba el cine Serra y la sospecha de que en estratos inferiores del terreno puedan aparecer huellas portuarias más antiguas despierta la curiosidad por saber hasta qué punto pueden modificar estos y otros hallazgos que ya se han hecho el mapa de la bahía. La arqueología nos ha dibujado con relativa precisión la primitiva línea de costa en su lado norte -el que hoy ocupa el paseo marítimo-, donde el espejo del agua trazaría tiempo atrás un amplísimo arco que seguiría, poco más o menos, el trazado que hoy tiene el primer cinturón de ronda. Más inciertos o, lo que es lo mismo, menos precisos, son los límites antiguos de la bahía en su codo de poniente, aunque dado el bajo nivel del suelo en es Pratet, cabe pensar que también en esta área las aguas pudieron penetrar sensiblemente tierra adentro. Un signo del bajo nivel del terreno en este oeste de la bahía lo tenemos en el hecho de que cuando llovía -existen fotografías de aquellos días- todo el entorno de la iglesia de Santa Cruz se convertía un auténtico lago.

Y no plantea menos dudas el lado sur de la bahía, donde hoy tenemos los viejos muelles. La significativa depresión que todavía hoy mantiene el nivel del suelo en el barrio de la Bomba si lo comparamos con la rasante del Paseo de los Andenes, hace pensar que este lado urbano de la rada sería probablemente rocosa en la caída al agua del Puig de Vila, un límite que pudo estar, aproximadamente, en donde hoy tenemos el carrer d'Enmig, de Josep Verdera y de sa Creu. En este punto, recuerdo haber oído de nuestros mayores que la iglesia de Sant Elm -la antigua, no la actual que se construyó sobre las ruinas de la primera-, tenía en los bajos de sus muros argollas en los que amarraban las barcas. Si fuera así, está claro que la bahía penetraría también considerablemente en los barrios de la Marina inmediatos al puerto. Me pregunto, por ejemplo, qué espacio pudo haber entre el mar y las murallas cuando se construyeron. La conclusión a la que uno llega -indocta, naturalmente-, es que convendría redibujar, con los datos que ya se tienen, el mapa primigenio de la bahía. Los arqueólogos tienen la palabra.