El 2 de mayo de 2007 el Palma Arena, un velódromo construido para acoger el Mundial de ciclismo en pista de ese año, fue inaugurado de forma oficial con un partido entre dos de los grandes jugadores del tenis mundial actual, el mallorquín Rafa Nadal y el suizo Roger Federer. Dos deportistas ejemplares, personas impolutas y ejemplos a imitar, daban el pistoletazo de salida a una instalación que sonroja al deporte balear, y por la que todavía hoy, y durante muchos años más, se estará pagando una elevada factura. Todo gracias a Jaume Matas, al presidente que nos tuvimos que tragar los baleares entre 2003 y 2007, en cuya etapa, como dijo este jueves Fanny Tur, consellera balear de Deportes, se utilizó el deporte para saquear las arcas públicas de la Comunitat. Cuando el socialista Mateu Cañellas denunció que por ese velódromo Matas había autorizado un gasto de 90,6 millones, casi el doble de los 48 que se habían presupuestado, el deporte balear comenzó a desangrarse por culpa de un irresponsable que nunca debió llegar a un cargo de gestión pública (no olvidemos que fue hasta ministro de Medio Ambiente con Aznar). De los 29 millones que tendrá en 2018 la conselleria balear de Deportes, 11 se los come el Palma Arena. Tur, que apenas lleva siete meses en el cargo de consellera del ramo, se ha topado con la rémora heredada. La ibicenca definió lo que sucede con el Palma Arena como algo vergonzoso. Suscribo sus palabras.