El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, me ha hecho pensar en la jubilación. Propone que se retrase más, incluso más allá de los 67 años, para que, como decía El Roto, el Gobierno haga coincidir la edad de jubilación con la de deceso. Al principio he pensado que será horrible tener que estar al pie del cañón hasta los 75. Después me he dado cuenta de que sería más bien un milagro porque, tal y como está el periodismo, a lo mejor ni me jubilo en esta profesión. Sin embargo, lo que me ha preocupado de verdad es la tercera pregunta que me ha venido a la cabeza: ¿podré ser pensionista y seguir viviendo en Ibiza? Me temo que la respuesta es ´no´. Como tantos otros que no somos propietarios de una vivienda dudo que pueda afrontar con mi pensión un alquiler en el futuro y, en general, el caro nivel de vida de la isla. Pero como hoy en día no está permitido ser pesimista sino solo ´100% positivo´ he pensado en dos soluciones: una es comprar un piso -pero no en Ibiza, donde no me alcanza- sino en un pueblo perdido de Cuenca, donde los hay por 30.000 euros. Retirarme allí de viejita, con mi novio, un par de gatos y Netflix. La otra es montar con otros colegas jubiletas un piso-comuna hippy old-age, a la octogenaria, donde en lugar de porros y LSD, compartamos pastillas contra la hipertensión y sonotones. Huir o compartir. ¿Hay otra opción?