A día de hoy, los lectores siguen prefiriendo la lectura de la prensa en papel. Así lo demuestra el estudio 'El consumo de periódicos en la era móvil' realizado en Reino Unido a partir de once periódicos: el 89% de lectores aún busca la información en el papel y el consumo de diarios impresos se mantiene. La conclusión del catedrático de la Universidad de Londres Neil Thurman es que sólo un 7% se informa a través de dispositivos móviles y un 4% a través de los ordenadores personales.

Llama poderosamente la atención un dato significativo: los usuarios de los medios impresos dedican un promedio de 40 minutos al día a su lectura, mientras que quienes entran en los sitios web y las aplicaciones sólo dedican un promedio de 30 segundos por día. La diferencia es abismal. Y, curiosamente, los datos de los ingresos es muy similar: 88% para los impresos, 12% para los digitales.

Las cifras de este estudio británico no desmienten la inevitable revolución digital que se está produciendo desde hace años pero sí lanzan una advertencia a quienes dan por muerta a la prensa de papel antes de tiempo, tanto por su influencia como por sus resultados económicos. Como apunta el profesor de periodismo y reputado comentarista de medios Roy Greenslade, los medios impresos pueden ocupar un nicho de mercado en el futuro (como lo tienen las revistas) porque siempre habrá un público exigente que esté dispuesto a pagar por ellos. La clave, harto compleja, está en encontrar un modelo de negocio que haga sostenible un periodismo independiente, digno de confianza y de calidad en una escala lo suficientemente grande para ser viable. Y es que el buen periodismo no es barato.

El estudio británico hace referencia al año pasado y si se realizara de nuevo quizá aportara datos distintos? y mejores para la prensa escrita. ¿Por qué? Echen la culpa a la posverdad, esa palabreja que significa que los hechos objetivos influyen menos en la creación de la opinión pública que las invocaciones a la emoción con todo tipo de falsificaciones. Todo sea por conseguir clics. Ante esa invasión de noticias falsas que convierten el bulo en el plan nuestro de cada día, los periódicos tradicionales (tanto en su versión impresa como en la digital, pues ambas forman ya parte de un mismo engranaje informativo) pueden ser los grandes beneficiados al representar un modelo de periodismo que, gestionado con entereza y rigor, puede y debe ganarse la confianza de los lectores.

Donald Trump, el gran enemigo de la prensa en Estados Unidos, se ha convertido, paradójicamente, en su mejor aliado. The New York Times, por ejemplo, la gran bestia negra de Trump desde que publicó testimonios de mujeres que le acusaban de acoso sexual, vio cómo llegaban 41.000 nuevas suscripciones. Tras un artículo crítico de la revista Vanity fair sobre el restaurante de Trump en su Torre neoyorquina, el presidente utilizó su cuenta de Twitter para replicar de forma virulenta. Consecuencia: el número de suscriptores se multiplicó por cien, con 13.000 nuevos en las 24 horas siguientes al ataque de Trump. Otros medios como The Washington Post o The Wall Street Journal también han visto mejorar sus resultados. Ni qué decir tiene que la reciente «crisis rusa» abierta tras las informaciones de la prensa de calidad, servirá como elocuente contraste entre la posverdad y la verdad a secas.

Al margen de estos datos coyunturales, hay un hecho claro que bien se puede considerar tendencia consolidada: un gran número de lectores se han dado cuenta, por fin, de que las redes sociales y algunos medios digitales poco creíbles albergan muchos contenidos no contrastados y buscan las noticias veraces en las marcas de calidad, se publiquen éstas en papel o en el soporte digital. Los expertos lo tienen claro: lo único que puede salvar a los buenos periódicos es el buen periodismo hecho por buenos periodistas.