Hay 82 periodistas en Baleares contratados para decir lo mucho y bien que lo hace el que les da empleo, lo que no sería noticia si no los pagáramos el lector y yo. Pero según Diario de Ibiza (´La voz en la sombra de los políticos´, del 29 de marzo) son bastantes más, y con la excusa de informarnos se pueden dedicar a filtrar y adornar, o a esconder, lo que pasa en los organismos públicos. Han inflado este capítulo, como tantos de la Administración, políticos que hablan de crisis mientras parecen querer aliviar la cola de periodistas en paro a base de ponerlos a su servicio. Confirma la articulista algo sabido: la promoción turística, a la que alegremente viajan los políticos con sus periodistas, está más dirigida a promocionarse ellos ante los ciudadanos pitiusos que a promocionar la isla en los mercados y atraer turistas. Y la Junta Electoral de Balears confirma que una página web del Govern es otro truco de autopromoción: ve muy «indicativo» el nombre del portal de Internet (´Dit i fet´, dicho y hecho), que solo habla de la legislatura del candidato Antich, ya que «eso, en periodo electoral, equivale a publicitar a través de un medio tan poderoso como Internet los hitos a los que se refiere el artículo 50.2 de la Ley».

Si algo justifica el periodismo político es el control de los actos del Gobierno en aras de preservar nuestra libertad y perseguir los fallos y la corrupción del poder. Malo que los periodistas dependan de los políticos. Al dispendio en periodistas agradecidos se añade la reconversión perversa del oficio de informar en muro encubridor del cargo al que deben su contrato.

El encargado de informar a los medios, justificable en grandes instituciones, forma ya parte del delirio de grandeza de todo cargo público, y el tamaño del equipo de prensa es proporcional a las ínfulas del que, una vez en el sillón, considera desdoro ser accesible y explicarse en persona. Destaca la ibicenca Pilar Costa, que necesita cuatro periodistas para explicarnos lo que no hace: no tener competencias ni, como era su objetivo, conseguirlas para el Govern. Fiel a su única y singular competencia, Innovación, Pilar es partidaria de la novedad de una TV para el Consell de Ibiza, que ocuparía a periodistas amiguetes a costa de arruinar y aburrir al contribuyente con otro disparate televisivo público. Pero Ibiza da para más: el responsable de prensa del Consell que retrata el Diario no parece la voz de su amo sino el amo mismo. Asiste como «convidado de piedra» a las entrevistas a consellers, vigía inquietante de la ortodoxia de quienes, no obstante salir elegidos en las urnas, se autocensuran hasta obtener su beneplácito y no hablan a la prensa sin su permiso. El presidente Tarrés nos lo tiene que explicar, si le autoriza este comisario político con que cuenta el Consell, una especie que los más ilusos creíamos extinta desde la Constitución. El «para mí no es noticia», frase con que el comisario zanja las cuestiones que juzga inoportunas, choca con una prensa que si es seria estará siempre dispuesta a defender a los ciudadanos de sus propios representantes, lo que hace dimprescindible que no esté adscrita al equipo de gobierno, esa eterna tentación de una Prensa del Movimiento dependiente del poder. La frasecita revela cierta querencia al modo de proceder de las dictaduras: no es noticia lo que no interesa al poder que lo sea. Dijo Churchill, que algo sabía de eso, que en la URSS eran solo quince los que mandaban. Quién manda de verdad en el Consell de Ibiza solo lo puede aclarar nuestro comisario.