Toda Ibiza se ha lamentado cuando hace unos días nos enteramos de que ninguno de los hoteles de cinco estrellas permanecerá abierto durante los meses de invierno. ¿Quiere esto decir que la tan cacareada desestacionalización de la isla no es real? ¿Cuáles son las propuestas para no encontrar todo masivamente cerrado durante tantos meses? ¿Campos de golf, agroturismo, deporte, animación para la tercera edad, belleza del paisaje, gastronomía, cultura…? Todo esto junto no lo haría posible si no se lucha contra un prejuicio que limita la llegada de otro tipo de turista.

Ya no se conoce Ibiza por su belleza, ni por su creatividad; la imagen de macrodiscoteca, noche de borrachera y drogas fáciles, eso sí, con un toque pijo, es lo que llega a la mayoría. Los padres de familia barceloneses, madrileños o vallisoletanos no se plantean organizar sus vacaciones o sus escapadas en la isla, se van a Valencia, Canarias o a Palma, donde es probable que haya tanto tráfico de drogas o más que en Ibiza, por no hablar de Madrid, lugar inhumano en el que todas las formas posibles de delincuencia se dan a lo grande.

Es un sutil, delicado pero profundo problema de imagen. Son las autoridades de la isla las que tienen la responsabilidad de contarle al resto del mundo que se trata de un error, que esto no es narcolandia, es una sociedad perfectamente estructurada, con controles, policía, leyes, respeto por todos. No se centren tanto en conquistar a los touroperadores británicos.

Cuando consigan traer al suficiente numero de familias que comprueben ¡que no pasa nada raro! volverán a la isla, porque sigue siendo un enclave maravilloso muy cercano. Recuerdo que comiendo en la terraza de un conocido restaurante de Formentera ante unas vistas emocionantemente bellas, oí decir a uno de los vecinos de mesa: «Es uno de los lugares más interesantes del mundo. Y tan accesible».