LA CONTRACRÓNICA

De monárquicos, turistas y funcionarios haciéndose selfis

Miles de personas, entre ellos muchos turistas, siguieron el desfile de la comitiva por las calles del centro de Madrid

Varias asistentes al desfile de la comitiva de la princesa Leonor hacia el Congreso en la Puerta del Sol.

Varias asistentes al desfile de la comitiva de la princesa Leonor hacia el Congreso en la Puerta del Sol.

Roberto Bécares

Blanca tiene 23 años, es periodista y porta un banderín de España. Cuando la infanta Leonor jura la Constituciónirrumpe a aplaudir como el resto de asistentes a la Puerta del Sol que siguen el histórico evento por las dos pantallas gigantes, sólo que con una excepción: ella tiene una maleta en los pies. "Aprovechando el puente me he cogido el AVE para poder verla, quería estar aquí, yo soy muy monárquica”, decía con la sonrisa de ilusión de un niño en la Cabalgata de Reyes (o más bien de reinas). “La continuidad de la monarquía está garantizada con ella”, apreciaba la joven, que estudia un máster en Relaciones Institucionales porque su sueño es trabajar en comunicación de la Casa Real. La Puerta del Sol era hoy desde luego su kilómetro cero.

El ambiente en la plaza, ni a media entrada (siendo muy generosos), era muy ecléctico, de una manera muy real. Los turistas se mezclaban con los monárquicos -la mayoría de edad provecta-, y había mucho funcionario que se había escapado a la hora del café para hacerse un selfi y luego comentar la jugada en la oficina. Lo cierto es que muchos de los asistentes a la Puerta del Sol, por donde pasaba la comitiva real camino del Congreso de los Diputados, lo eran hoy por casualidad. Había un matrimonio de Ibiza “no monárquico” que se había encontrado el desfile “y, claro, ya que estamos aquí, no nos íbamos a ir”. O Isabel, Conchi, Ventura y Juan, residentes en Barcelona, “muy españoles” -”i tant”, decían con sorna-, que agradecían la suerte de coincidir con el evento en su semana de vacaciones. “Ella es muy inteligente y discreta; se expresa muy bien”, apuntaban ellas.

Un actor

O Fernando, que había venido a a Madrid desde Salamanca a comerse “un arroz que está buenísimo, el de la Casa de la Tortilla, por 26 euros, ¿no lo conoces?; te ponen tanto que te lo puedes llevar en un tupper”, pero la mujer al ver lo del desfile le había “pedido esperar”. Por haber había hasta un actor de ‘Aída’, que había venido a comprar unos pasteles a La Mallorquina, y se subió a un petrel para seguir el paso de la comitiva. “Es que me flipa la monarquía, es una cosa como de fantasía, pero no pongas quién soy, que luego todo se malinterpreta”.

Vista de la comitiva real cruzando la Puerta del Sol camino del Congreso de los Diputados.

Vista de la comitiva real cruzando la Puerta del Sol camino del Congreso de los Diputados. / EFE

También había mucho fan de los Reyes que acudió al centro ex profeso. Como Miguel, ingeniero de 26 años, que venía a “mostrar apoyo a la monarquía porque está muy complicada la cosa. La monarquía da estabilidad”. O Carmen, que se había traído una banqueta para subirse y verlo todo bien: “Ella está muy preparada. Ojalá mis hijas me salgan como ella”. O Carmelo, jubilado del barrio Legazpi, que se decía “muy ilusionado” por ver pasar a la princesa.

“Hoy libraba en mi trabajo y no soy especialmente monárquica, pero es algo histórico de ver”, explicaba Carmen, conductora de autobús, situada al lado de un alto directivo que consideraba “importante” estar hoy. Un poco más incluso un miembro de la nobleza siguiendo el acto desde segunda fila, lejos del tumulto. Era José Luis Méndez de San Julián, descendiente del Marqués de Cabra. “Quiero mucho al rey, la monarquía nos une a todos y estar aquí es una maravilla”, decía. Entre el gentío, una pérgola de lo menos dos metros que sujetaba un pendón real. “Es un día muy importante porque la Corona jura la Constitución y se confirma la continuidad dinástica”, expresaba Alfredo, nieto de un ministro de la Segunda República, cuyos valores, dice, “representa muy bien la monarquía”. 

Entre los asistentes, hoy día laborable, había mucho funcionario. “Ella me encanta, va a ser muy buena reina”, expresaba Jesús, que había engañado a dos compañeras para acudir a Sol en vez de tomar el café. “Es que trabajamos muy cerca”, explicaba antes de que pasara la comitiva, y empezaran a sonar los gritos de “Viva el Rey” y “Viva La Princesa” y de que los banderines empezaron a ondearse.

Durante el acto en el Congreso se hizo el silencio en la plaza, aunque hubo algún abucheo cuando la presidenta de la Cámara Baja, Francesca Armengol, dio las gracias en euskera, catalán y gallego al final. A la vuelta de la princesa, ya con menos gente, los mismos vítores, y los mismos aplausos en una jornada donde el Madrid de los Austrias fue el Madrid de Los Borbones y donde Ayuso en Sol atrajo a más asistentes que Almeida en Callao. Allí la pantalla que había colocado el alcalde apenas juntó a un par de centenares de personas. Lo esperado. Ayuso jugaba en casa con la comitiva pasando frente a la Real Casa de Correos.  

Cientos de personas siguen el acto de jura de la Constitución de Leonor.

Cientos de personas siguen el acto de jura de la Constitución de Leonor. / EP

El centro lució desde primera hora blindado para garantizar la seguridad. A las 9.42 horas, más de una hora antes del paso de la comitiva, ya se había cortado el cruce a los peatones por la calle Mayor, lo que a más de uno le provocó un sustillo. "Vengo con un equipo de fútbol de Suecia, tenemos el hotel aquí al lado, y hoy tenemos partido en Tres Cantos, ¿dónde le digo al autobús que nos recoja?", preguntaba Beatriz a un policía municipal. "Estamos muy contentos de coincidir con el evento, también, pero claro, a ver cómo salimos de aquí", decía educadamente mientras se terminaba de blindar la calle Mayor. A cada pocos metros un soldado o un policía. Por las estrechas aceras cerca de Plaza de la Villa no se han visto tantos pinganillos en la vida. Entre los escoltas, la secreta y los turistas chinos parecía aquello la mañana de los transistores.  

"Lo siento, señora, por ahí no se puede cruzar", le daba un policía municipal un susto a una vecina que miro con cara de susto y aceleró el paso no fuera a ser. Mucho turista aprendía eso de estar más perdido que un pato en el Manzanares. "Teníamos entradas para el Palacio Real desde hace un mes, pero no nos han dejado entrar, ¿sabe por qué?", se quejaban Martha y Yanus, un matrimonio polaco que aun así se lo pasaba pipa con los ensayos del Desfile de la Guardia Civil.

En la puerta de la Junta de Distrito de Centro una funcionaria repartía banderines. "¿No tendrás uno del Betis?", le bromeaba una compañera. Un poco más allá, en la Plaza de San Miguel, se reunían los voluntarios del Ayuntamiento de Madrid junto a su coordinador. "Tened mano izquierda, veréis que hay mucha gente que os quitará la bandera de las manos".

- ¿Perdonen, pueden darme una?-, preguntó una señora.

- Dos minutos, por favor, estamos hablando

- No tengo dos minutos- dijo arisca.

"Pues eso", se volvió a dirigir a los voluntarios, "paciencia, y a disfrutar".