La vida moderna de dos hermanas centenarias en Ibiza

Cuatro generaciones de la familia de las hermanas más longevas de la isla se reunen para festejar algo que Antonia recuerda que antes no se celebraba

Isaac Vaquer

Isaac Vaquer

«Los móviles son un invento muy bueno, pero ahora la gente ha dejado de hablar. Están con el móvil, escriben y hablan así. Antes salíamos a pasear y conversábamos con la gente en la calle. Ahora estás con alguien que tiene móvil y no pueden hablar contigo, que estás al lado», reflexiona Antonia Serra.

A su lado, en su silla de ruedas, descansa su hermana, María Serra, que cumplió este martes nada menos que 106 años. Antonia celebró su 101 aniversario el 8 de enero. Las dos son testigos directos de los acontecimientos del último siglo, entre ellos la aparición del móvil, una revolución para la vida moderna. Para ellas sigue siendo un mero instrumento para hablar de vez en cuando con sus sobrinos nietos y sobrinos bisnietos.

María (abajo) y Antonia (centro) posan en casa entre sus sobrinas Fina y Rosa. | VICENT MARÍ

María (abajo) y Antonia (centro) posan en casa entre sus sobrinas Fina y Rosa. | VICENT MARÍ / Isaac Vaquer

María pone como ejemplo las fotos. Esas que antes se enmarcaban en algún mueble, como las que ellas tienen con sus hermanas y con sus padres, y se guardaban en álbumes. «Nosotras todavía imprimimos algunas para hacer álbumes, pero nuestras hijas ya no», mete baza Fina, una de las sobrinas de la homenajeada, que prepara junto a Rosa la fiesta que celebrarán por la tarde. Vendrá toda la familia, cuatro generaciones. «A ver si alguno ya se anima a poner en marcha la quinta», comenta la última con guasa.

Otro hábito que han cambiado los móviles es la consulta de información. Aunque Antonia y María todavía son de «leer Es Diari cada día en papel», apunta Antonia. Dice que la que más se interesa por la actualidad es su hermana, «llega la noche y, sin lentes, ella sigue leyendo el Diario y las revistas».

Vida social y longevidad

También los paseos, que María y Antonia ahora disfrutan menos, han cambiado mucho.

«Antes, s’Alamera estaba siempre llena. Había un templete en el que tocaba una orquesta de vez en cuando y los domingos íbamos allí a tomar el vermut y a escuchar música. Aunque a mí lo que me gustaba era el cine. Íbamos casi cada tarde al cine Serra o al Pereyra», recuerda Antonia.

Toda la vida social se concentraba en esta zona. Ahora la ciudad ha crecido y, con ella, la oferta de ocio. Cuando ellas eran jóvenes no había mucho más que s’Alamera, los cines y los bares de la zona, de la Marina y del puerto.

A María, la mayor, era a la que más le gustaba salir de casa. Cada fin de semana iban de visita a las casa de amigos y familiares. «A veces salíamos con trajes de payesa, María tenía todo un armario lleno de vestidos. Le encantaba ir de visita y bien arreglada», explica Antonia, que confiesa que ella era más de cine y paseos por s’Alamera.

María y Antonia (abajo) posan junto a sus hermanas. | J.A. RIERA

María y Antonia en una fotografía antigua. | J.A. RIERA / Isaac Vaquer

Aunque salen de vez en cuando, Antonia explica que ahora hacen casi toda la vida en casa, donde asegura que siguen recibiendo muchas visitas. Desde hace años comparten hogar y se hacen compañía. Antes vivían en pisos distintos del mismo bloque en Puig des Molins. Antonia en el segundo, «un piso grandísimo», explica, pero en el que estaba sola desde que se quedó viuda. «Pensamos que era mejor estar las dos juntas». Así que juntaron el bajo de María con la vivienda contigua, que también es de su propiedad, para poder compartir casa y hacerse compañía.

Esas relaciones sociales y el hecho de haber sido siempre muy optimistas es lo que Antonia considera como una de las fuentes de su longevidad.

Sin fiesta de cumpleaños

«Eso del cumpleaños es algo moderno, cuando éramos jóvenes lo que se celebraba era el santo», explica Antonia. Ese día se preparaban buñuelos, vino dulce y hierbas y se invitaba a la familia y a los amigos. «Celebrábamos bailes en casa, con el tocadiscos. Bailábamos mucho en aquella época», rememora mientras el recuerdo le pinta una sonrisa en la cara.

«Ahora parece que el cumpleaños se estila más. Se celebra un poco todo. En aquel tiempo los años los contaba uno e incluso se sumaba o se quitaba. Yo, cuando tenía 14, decía que tenía 16 para ir a los bailes», recuerda. Ir a bailar le gustaba «con locura», quizás otro de los secretos para mantenerse tan joven: siempre se ha movido mucho.

Por el cumpleaños de María han traído pasteles y tienen las hierbas ibicencas sobre la mesa para las visitas que vayan llegando. Por la tarde traerán una tarta para soplar las velas con toda la familia.

El día del cumpleaños de Antonia se fueron a una pizzería con la familia. A ella no le gusta la pizza, así que se pidió un plato de berenjenas gratinadas. Un recuerdo que le da pie a hablar de otra cosa, la diferencia de la comida de entonces a la de ahora.

Nada como los sabores de antes

«Ahora hay mucha variedad, te vas a los restaurantes y la comida es muy bonita pero, ¿de sabor? Nada que ver. Antes teníamos poca cosa pero todo era muy sabroso», cuenta con entusiasmo Antonia.

En la fruta es donde más lo nota. «El olor que tenía... Recuerdo muy bien el perfume de la fruta y un sabor... No tiene nada que ver con la de ahora», lamenta. En casa cultivaban verduras y criaban pollos, gallinas y cerdos. No había mucha variedad, pero con lo que tenían asegura que se hacían unos guisos que ya no ha probado en ningún sitio. «En Eivissa los señoritos tenían dinero, pero los que comían bien eran los payeses», comenta.

La salsa de Nadal es otra de las recetas que recuerda con nostalgia. Cuando eran jóvenes rememora cómo competían entre las cuatro hermanas: «nos íbamos a casa de la una y de la otra para criticar», dice riendo. «Todo tenía mejor sabor. Ahora nos tenemos que conformar con lo que hay. Qué remedio. Hay mucho más, pero es menos bueno», concluye.

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