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Las emisiones del transporte aéreo casi se cuadriplican desde 1990

Malagrava avisa de que tiene que haber «un mínimo de decrecimiento» del tráfico en las islas

Las emisiones del transporte aéreo casi se cuadriplican desde 1990

El coste de batir año tras año, salvo el paréntesis de la pandemia, el número de pasajeros y vuelos en los aeropuertos baleares está pasando una alta factura al medio ambiente. Las emisiones del transporte aéreo han crecido a pasos agigantados en Balears desde 1990. Los gases de efecto invernadero casi se han multiplicado por cuatro en tres décadas. El director de Energía y Cambio Climático, Pep Malagrava, avisa de que tiene que haber «un mínimo de decrecimiento» del tráfico en las islas, pese a la dependencia del transporte aéreo.

Según datos facilitados por la Dirección General de Energía y Cambio Climático, en Balears las emisiones de gases de efecto invernadero (GEH) del sector aéreo casi se han cuadruplicado al pasar de 618 kilogramos en 1990 a 1.962 kilogramos en 2019, último año a tener en cuenta, por la caída drástica de tráfico en 2020.

Las emisiones del transporte aéreo casi se cuadriplican desde 1990 di

Hay que tener en cuenta que en 1990 el aeropuerto de Palma registró 11,3 millones de viajeros. Una década después, en 2000 ya se superaban los 19 millones de pasajeros y las emisiones de GEH se duplicaron, hasta 1.247 kilogramos. Para 2010, con 21 millones de viajeros, esas emisiones ascendieron a 1.508 kilogramos, y en 2019, rozando ya los 30 millones de pasajeros, crecieron hasta 1.962 kilogramos.

En cuanto a la contaminación que afecta directamente a la salud de la población, los parámetros son igual de desalentadores. El NOx (óxido de nitrógeno) detectado en el archipiélago en 1990 por el transporte aéreo se elevó a 2.657 toneladas. En el 2000 se multiplicó por dos, al registrarse 5.362 toneladas. Una década después llegó a 6.751 toneladas y en 2019 ya sobrepasó las 8.575 toneladas. El óxido de nitrógeno se relaciona con una acción corrosiva en la piel y en el tracto respiratorio, además de poder provocar quemaduras y enrojecimiento cutáneo.

Y el SOx (dióxido de azufre), que provocan irritación en nariz y la garganta, también crece. Hace treinta años la acción del sector aéreo se saldó con 163 toneladas de dióxido de azufre, en 2000 se sobrepasaron las 328 toneladas, que llegaron a 398 en 2019, y a 517 toneladas en 2019.

«El incremento de vuelos y pasajeros no casa con la necesaria reducción de emisiones», dice el director de Energía y Cambio Climático, quien recuerda que para 2030 se deberán reducir en un 40 %, aunque está por ver cuánto deberán decrecer en el transporte aéreo, lo que se definirá en el Plan de Transición Energética y Cambio Climático, que está en fase de redacción.

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