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El ‘buenos días’ que hace que los niños más vulnerables de Ibiza vayan a clase

Un total de 21 menores participan en el proyecto Aprenem, del Ayuntamiento de Ibiza, con el objetivo de ofrecer apoyo educativo a las familias vulnerables y prevenir el absentismo y abandono escolar

El desayuno se prepara y se sirve en el centro de sa Miranda. N.M.

Son las 7.15 de la mañana y María de la Heras y Laia Amores se citan al final de la Marina, donde está el último restaurante. Ellas son la coordinadora del proyecto Aprenem y una trabajadora social del Ayuntamiento de Ibiza, dos de las diez personas que dan apoyo a las familias del núcleo histórico de Vila, principalmente en el proceso educativo de los menores.

De ahí se desplazan al centro de sa Miranda, donde junto a la monitora Blanca Torres y la educadora Laura García, preparan el desayuno de los pequeños a los que irán a buscar en unos minutos. A las 7.30 empiezan a subir hacia sa Penya. «Buenos días, ¿estáis preparados?», dice una de ellas tras tocar la puerta un par de veces con los nudillos. Así, casa por casa. En algunas, los niños salen y van acompañados de las profesionales a desayunar y, en otros casos, son las propias madres quienes les acercan al centro.

Leche, cacao, galletas y fruta. Es el desayuno que ofrecen a los niños en las instalaciones de sa Miranda. Algunos lo comen mientras otros pierden trozos de comida en sus múltiples carreras entre sorbo y sorbo. «¿Has cogido el bocadillo?», pregunta una de las madres a su pequeña, que sube corriendo las escaleras tras habérselo olvidado. En un pequeño paquetito con sus nombres, los niños tienen preparado el almuerzo para el recreo con el embutido que han elegido previamente. Rellena la cantimplora de agua y baja de nuevo. «A mi hijo, como no le gusta el pan de aquí porque está más duro, le he comprado varios, que los he congelado, y los meto en una bolsita para que se ablanden», comenta otra de las madres.

Este jueves amanece con lluvia y el camino que suelen hacer andando desde el puerto de Ibiza hasta el colegio sa Graduada, donde estudian, lo van a hacer en autobús. «Hay una conductora nueva que se ha equivocado y se ha ido hasta las barcas de Formentera», avisa la coordinadora del proyecto. Así que las familias decidieron hacerlo a pie. Ya son las 8.40 horas y en apenas 20 minutos deben estar en las aulas y uno de ellos en la guardería. «Mi hijo va feliz a clase», comenta una madre mientras él canta la canción del momento de Rosalía.

Pero a ellas también les viene bien saber que sus hijos están en la escuela y pueden ir a trabajar tranquilas. De las Heras es consciente de que si no fueran casa por casa, día tras día, tocando la puerta para despertarles, la gran mayoría no iría al colegio. Son un total de 21 pequeños (cuatro más que el curso pasado), desde los cero años hasta la ESO, y sus familias han decidido que formen parte del proyecto Aprenem del Ayuntamiento de Ibiza.

Este es el curso de la consolidación, ya que el pasado fue cuando se hizo la prueba piloto, que finalizó con un cambio considerable: «De los participantes, había un 70% de absentismo y un 30% que asistían con cierta regularidad a clase. Esos porcentajes se cambiaron y un 70% de los niños empezó a ir al colegio», destaca De las Heras. Aun así, un 13% de los pequeños tienen absentismo crónico, es decir, que tienen faltas reincidentes y, en un solo mes, faltan la mitad de los días o más.

¿Qué es Aprenem?

Es un proyecto que se centra en las familias más vulnerables con el objetivo de abordar y prevenir el absentismo y el abandono escolar prematuro, así como en enseñar a los niños a desenvolverse en entornos educativos y compensar las condiciones de desigualdad mientras se promueve la participación de las familias. Los profesionales, que pertenecen al área de Servicios Sociales del Ayuntamiento de Ibiza, están en contacto directo con el centro en el que estudian los menores y, a finales de cada mes, se reúnen para saber cómo está funcionando todo.

Según cuenta la coordinadora, prácticamente la totalidad de estas familias no escolarizaban a sus pequeños hasta los seis años, algunos ni eso, por lo que este proyecto y la ayuda que se les brinda están permitiendo que cambien las tornas. No niega que cueste y que a los niños les sea complicado seguir una clase, pero asegura que los padres lo ponen todo de su parte para que todo vaya lo mejor posible. Por las tardes cuando ya han salido del centro educativo, participan en el área socioeducativa habilitada en las instalaciones de sa Miranda, donde se llevan a cabo actividades de refuerzo escolar y lúdicas.

Intervención comunitaria

Los profesionales que forman parte de Aprenem están divididos en dos equipos, que van rotando: siete están en el centro de sa Riba y tres en el de sa Miranda. Ambos desarrollan conjuntamente diversos proyectos grupales. Por ejemplo, el curso pasado ofrecieron apoyo a la búsqueda de trabajo de las familias (junto a Cruz Roja), promoción de la salud (con el IbSalut) y embellecimiento del barrio (con el departamento municipal de jardines). El proyecto abarca la zona de sa Penya, la Marina y Dalt Vila.

Así, en la prueba piloto del año pasado, el 67% de los niños participó en las sesiones de salud bucodental que se organizaron «al haber detectado que ‘el dolor de muelas’ se relaciona con la frecuente falta de asistencia escolar», explican desde el Consistorio.

Asimismo, se ha dado a conocer el proyecto a otros servicios para posibilitar líneas de trabajo coordinado, en este caso con el servicio de menores, policías tutores, Patronato de Deportes y los departamentos de Educación y Juventud.

Situación en el colegio

Según los datos arrojados por la prueba piloto, en solo un año se ha duplicado el porcentaje de alumnos que adquieren el nivel correspondiente a su curso. Además, ha pasado del 11% al 36% el porcentaje de niños que, aunque sufren desfase en las aulas, siguen el ritmo y se ha reducido a la mitad el número de estudiantes del programa que van uno o dos cursos por detrás del que les corresponde.

En cuanto a las relaciones escolares, casi la mitad de los pequeños ha establecido relaciones satisfactorias, algo que no sucedía antes, y se ha reducido del 50% al 8% la cifra de aquellos que tenían dificultades moderadas entre iguales. Pese a ello, ha crecido (del 13 al 15%) el porcentaje de niños que tienen dificultades graves para relacionarse.

Otro de los datos llamativos es que se ha reducido en un 13% el número de niños que muestran un estado anímico positivo, que antes era del 70% y ahora del 57%, pero también se ha reducido en un año el porcentaje de aquellos que mostraban tristeza y excesivo cansancio, lo que condicionaba su participación en la escuela, que ha pasado del 20% al 12%.

Asimismo, ha mejorado el porcentaje de niños que disponen en sus hogares de unas condiciones dignas para hacer sus tareas, aunque aquí queda mucho camino por recorrer. El 64% de los chavales habitualmente no hace los deberes. Al igual que con la relación entre las familias y el centro educativo: solo un 23% tiene un contacto fluido, mientras que el 31% contacta una vez al trimestre con el colegio, el 31% de forma muy esporádica y solo a petición del centro y el 15% (antes del proyecto era el 33%) no mantiene contacto ni responde a los requerimientos del colegio.

Para formar parte del proyecto, las familias han suscrito un acuerdo. De esta manera, tienen a su alcance un conjunto de servicios y prestaciones, a la vez que asumen el compromiso de mantener una asistencia regular y continuada a la escuela de sus hijos.

Paralelamente, las familias participantes recibieron el curso pasado prestaciones por afianzar los compromisos de adhesión, pero, sobre todo, para garantizar que el hecho de ir a la escuela no suponga una carga añadida, especialmente cuando hay dificultades socioeconómicas. Según la situación, se realiza una prestación económica para que puedan adquirir ropa, material escolar y llevar a cabo actividades extraescolares complementarias y, en otros casos, se dan prestaciones en especie para favorecer la participación en las actividades, como paraguas o botas de agua, kit de higiene dental y mascarillas.

Esto supuso un gasto de 3.965 euros a lo largo del curso pasado, según informan desde el Ayuntamiento.

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