Diario de Ibiza

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Turistas a la parrilla en el puerto de Ibiza

Los cruceristas que desembarcan no tienen autobuses ni apenas taxis a su disposición, y tampoco disponen de espacios de sombra en los que protegerse del sol durante la espera

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Estación marítima de Botafoc en Ibiza. Vicent Marí

Hay dramas que se ven venir, y este es uno de ellos. A las 12 del mediodía de ayer atracaba en el muelle del dique de es Botafoc de Ibiza el crucero ‘Costa Toscana’, una ciudad flotante de 337 metros de eslora y 1.550 camarotes. En tierra, esperan apenas cuatro autobuses que recogerán a los pasajeros que han decidido pagar 11 euros por el servicio de transporte privado que ofrece la empresa de cruceros. El resto del pasaje abandona el barco bajo un sol abrasador y camina hacía la estación marítima provisional. Si el observador se sitúa sobre el murete del rompeolas que hay enfrente, tiene una vista panorámica de lo que se avecina: por un lado avanza una marabunta de gente, mientras que frente a la estación marítima espera un taxi. Repito: un (1) taxi.

Los primeros pasajeros descienden del crucero ‘Costa Toscana’. Vicent Marí

Minutos después, centenares de incrédulos y sofocados y turistas empiezan a asumir su situación. «No me lo puedo creer», comenta David, un hombre procedente de Zamora que viaja con su mujer y sus dos hijos adolescentes. «Le acabo de preguntar al guardia civil que hay aquí y me ha dicho que no hay servicio de bus, y que tenemos media hora andando con este sol hasta el centro de la ciudad. De verdad que no puede ser».

«Somos nueve, hemos venido los abuelos con los hijos y los nietos, traemos un bebé y estamos aquí tirados bajo la solana», se queja Elena Gómez, una granadina que comparte su indignación con las otras personas que esperan en la cola, en su gran mayoría italianos, «y no hay taxi, estamos asfixiados de calor, es todo una pésima organización».

El enfado de la mujer prende entre los otros turistas que esperan, algunos de los cuales bombardean a preguntas al periodista: ¿se puede alquilar un coche? ¿dónde está el bus? ¿qué podemos hacer? «No quise pagar los 11 euros que nos querían cobrar los de Costa Cruceros por su autobús pero nos hemos quedado aquí tirados. Es una pena esto», señala José Luís, un turista jienense que no pierde el humor y señala la cola de turistas sedientos como si fuera una atracción más.

«Es que en los otros puertos nos ponían el shuttle gratis, pero aquí nos lo cobraban. Así que te dejan en medio de la nada y ¡hala! A buscarse la vida», se lamenta Dolores, una turista madrileña.

José Luis posa junto a la cola frente a la parada de taxis, donde no hay ningún vehículo. Vicent Marí

Pico de demanda y hora punta

¿Por qué no hay taxis en el muelle de es Botafoc cuando tienen tantos clientes a su disposición? Un taxista estacional de Vila que prefiere no ser identificado, responde: «No es cierto lo que se dice de que los taxistas no queremos llevar clientes de es Botafoc hasta el centro de Vila porque es una carrera corta. Al contrario, porque en el centro de Vila cargas seguro y sale a cuenta. El problema es que a la hora en la que llegan los cruceros hay mucha demanda de taxi por todos lados. Además, el dique no te pilla de paso, no vas nunca allí, a no ser que lleves a un cliente. Y aunque vayas, en la parada de taxis de la rotonda de Talamanca siempre hay un cliente que levanta la mano, así que es normal que no haya taxis en es Botafoc».

El concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Eivissa, Aitor Morrás, comparte la idea de la imposibilidad de gestionar ciertos picos de demanda: «Llegan de golpe 1.000 personas al puerto y necesitan un taxi. ¿Qué hacemos? ¿Ponemos mil taxis más en circulación? Es imposible asumir este pico de sobredemanda. Tampoco podemos crecer de forma ilimitada». Morrás pide cambiar el enfoque del debate: «Deberíamos reflexionar hasta dónde queremos seguir creciendo, porque es inevitable que la masificación redunde en una pérdida de la calidad del servicio».

Un poco de paciencia

El espacio donde se ubica la parada de taxis es competencia de la Autoridad Portuaria de Balears (APB), que tiene la responsabilidad de habilitar un espacio de espera menos hostil y que no suponga arriesgar la salud de los usuarios exponiéndoles a una insolación. Desde la APB aseguran que son conscientes de esta situación y que se arreglará cuando entre en funcionamiento la nueva estación marítima.

«Hay que tener en cuenta que lo que hay ahora es una infraestructura provisional. Cuando tengamos una estación marítima nueva, actualizada y con todos los servicios, todos estos problemas estarán solucionados o, al menos, se intentará que se solucionen», explica un portavoz de la APB, quien admite que «tal vez haya cosas en el servicio que se deban mejorar», pero que la inauguración de la nueva estación es «inminente, a finales de agosto o comienzos de septiembre».

¿Y mientras? «Pues un poco de paciencia». E insisten en que todo cambiará cuando se inaugure la nueva estación, cuyas obras no se han detenido pese a la ola de calor.

Nervios en la espera

Mientras, muchos de los turistas que esperaban un taxi desisten en su empeño e intentan alcanzar la ciudad andando: un paseo bajo un sol demoledor por una zona en la que no se ha plantado ni un solo árbol. Otros deciden esperar la barca que une el muelle con el centro de la ciudad. Hay tantos cruceristas que, vayan donde vayan, reproducen las colas allí donde estén.

En la parada de taxis de la estación provisional los ánimos se han crispado. Una mujer pregunta a un taxista cómo solicitar un vehículo adaptado y es increpada por las otras personas que esperan, que han interpretado que se quiere saltar la cola. Viene a poner paz Elena, la mujer granadina con la que hemos hablado antes, y que ha convertido en una misión personal salvarle el día a una familia italiana. «A las 13 horas tenemos un barco para Formentera», lamenta Fabiana, una mujer de Nápoles que exhibe el papel que demuestra que tienen un pasaje reservado para un Trasmapi dentro de trece minutos, «no hay taxi, no hay autobús, ¡no hay nada!». La mujer está muy nerviosa y, justo en ese momento, llega un taxi salvador. Elena clama que «es una urgencia» y ejerce de pantalla para que la familia napolitana se escabulla hacia el interior del vehículo.

Fabiana, su marido y su hijo con el billete que muestra que dentro de 13 minutos parte su barco con destino a Formentera. David Ventura

Elena Gómez (a la izquierda de la imagen) se erige en la líder de los que esperan, organiza turnos y media en las disputas entre los turistas nerviosos. David Ventura

Esta situación termina con la paciencia de otra familia italiana que, armada con una botella de agua, decide alcanzar la ciudad a pie. «¿Cuánto hay? ¿Sólo dos kilómetros? ¿Alguna playa cerca?», preguntan, e inician su heroica travesía bajo al sol.

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