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Marià Castelló: «El crecimiento ha tocado techo en Formentera»

El arquitecto formenterés considera en esta entrevista que ha llegado el momento de revisar y adaptar el planeaminento urbanístico de la isla para ajustarlo «a la emergencia que ahora vivimos»

Marià Castelló con una maqueta de la intervención prevista en sa Capella de sa Tanca Vella. | C.C.

No para de recibir premios, ahora de sus colegas de la delegación del Colegio de Arquitectos en Ibiza y Formentera. ¿Cómo se siente?

Ha sido una sorpresa y una satisfacción sobre todo por el jurado, en el que había premios FAD de arquitectura e interiorismo y, sobre todo, profesionales a los que respetamos mucho. Además hay otro trabajo reconocido en Formentera que no es nuestro, las 14 viviendas de protección oficial de Sant Ferran, y uno de sus autores, Carles Oliver, es un excelente arquitecto y una persona muy íntegra. Compartir este reconocimiento con él lo hace aún más dulce. Que de los ocho premios dados cuatro sean de nuestro estudio y cinco estén en Formentera nos hace muy felices.

Marià Castelló y la arquitecta Lorena Ruzafa, que trabaja en el estudio. | C.C.

Usted ha creado un estilo propio de arquitectura que se diferencia a simple vista. ¿Qué hay en común detrás de sus proyectos, aunque sean diferentes?

Creo que lo que tiñe transversalmente el trabajo que hacemos en el estudio, y digo hacemos porque somos dos con Lorena Ruzafa, que también es arquitecta, es la atención por el paisaje, por el territorio, por la cultura arquitectónica y por el bagaje tradicional. Buscamos un equilibrio que es muy difícil de conseguir. Se trata de no caer en la nostalgia pero tampoco en la amnesia. Nos nutrimos de toda la sabiduría popular que hemos heredado pero también sabemos que nuestros retos no son los mismos; nuestra sociedad no es la misma que la de hace cien años por lo que debemos caminar hacia delante con optimismo, sin esa nostalgia, que no sea algo retórico. Ese difícil equilibrio entre nostalgia y amnesia, ni una cosa ni la otra, es algo que nos planteamos a diario en este mini estudio de dos profesionales.

¿Qué es lo que toma de la arquitectura popular?.

Intentamos recoger esa capacidad de contención, de hacer mucho con muy poco. Los muchos proyectos que hemos hecho, aquellos que han reunido más reconocimientos, son los que tenían un presupuesto más ajustado. Pensamos que eso también es una virtud y hay gente que es capaz de apreciarlo. No solo hacemos viviendas, sino equipamiento público como el Centro de Deportes Náuticos, pero también hemos hecho restauración de patrimonio con la torre de defensa des Pi des Català. Todas estas obras son muy distintas entre sí pero quizá la huella común sea esa atención por el bagaje cultural, el territorio y el paisaje, que son constantes en todas ellas.

Sí, pero sus obras también tienen ese aire de modernidad que quizá no todo el mundo entiende. ¿Ha recibido críticas en ese sentido?

Es cierto, soy totalmente consciente de que hay gente que no lo entiende. Normalmente las críticas negativas no me las dicen directamente. Pero las he podido escuchar, por ejemplo en alguna tertulia de Radio Illa. El pasado año se hablaba de esta obra des Pou de Can Marianet Barber, que se había hecho viral en las redes. Recuerdo que por ejemplo Valentín Villagrasa la abrazaba pero había otros, como Paco Mayans Tauet, a quien no le gustaba. Entonces sí que nos llegan esos comentarios. Cuando hacíamos ese edificio tengo un vecino que arregla bombas y que de alguna forma catalizaba los comentarios de la gente. Cuando la terminamos, me dijo: ‘Mira, no hay grises. O blanco o negro’. Es decir, que hay gente que dice qué maravilla de integración y de sutileza, y gente que se preguntaba cómo dejaban hacer esto y decía que se parecía a un lavadero de coches automático, a un garaje o a una caja de zapatos. No había un punto intermedio en la opiniones y eso demuestra un posicionamiento que se puede entender o no. En la Escuela de Arquitectura había un profesor que nos decía: ‘No hay un secreto para el éxito, pero si quieres fracasar intenta hacer algo que le guste a todo el mundo’. Y siempre recuerdo esas palabras. Tenía razón.

Más allá de los gustos estéticos, ¿en qué lugar quedan las personas en sus obras?

Esto es muy importante. Las personas al final son el leitmotiv de la arquitectura. La arquitectura es para las personas, no es algo para contemplar. Las obras son importantes desde dentro, como usuarios, pero también desde fuera. Tenemos que mirar por la salud y me refiero a los sistemas constructivos utilizados. El hecho de que por ejemplo en el Centro de Deportes Náuticos hayamos utilizado madera y algodón reciclado para su aislamiento, permite la transpirabilidad de los muros y así se evitan humedades. Eso ocurre en este centro, por lo que sus usuarios tienen calidad del aire y unas condiciones higroscópicas óptimas. Luego están los que no son usuarios del edificio y lo tienen que sufrir o disfrutar por su presencia. Aquí es donde entra la escala, la altura, los materiales, la disposición de los volúmenes, en este caso la integración del pantalán en la propia arquitectura. Todas esas decisiones también están tomadas para la gente que lo va a contemplar, que lo va a vivir y que al final son más que los que usan el edificio. Tener en cuenta a las personas desde la arquitectura es el fin de nuestro trabajo.

Hablemos de Urbanismo, ya que últimamente vuelve a salir a debate el tema del modelo de isla. ¿Piensa que ha llegado el momento de revisar las Normas subsidiarias de 2010, en cuanto a porcentajes de edificabilidad? ¿Podemos crecer más?

Pienso que estamos viviendo un momento muy convulso a nivel social y legislativo. Jamás hemos tenido tantos cambios normativos en materia de territorio como ahora. Sin duda, este malestar que oyes en la sociedad, de alguna forma se tiene que manifestar en el marco normativo. Por lo tanto creo que sí, que hará falta una revisión y adaptación de ese planeamiento a la emergencia que ahora mismo vivimos. También es necesario que todo eso esté enraizado en la sociedad. La valentía política que hace falta para afrontar el momento en el que nos encontramos tiene que nacer desde la sociedad, que me consta que lo está pidiendo. Pero esa sociedad tiene que ser, antes que los políticos, muy sensible con valores alineados con las necesidades actuales. Si eso está claro la respuesta política y legislativa es inmediata.

Insisto, ¿tenemos que crecer más urbanísticamente?

Es obvio que el crecimiento ya ha tocado techo, no añadiría nada más. Es algo que todo el mundo percibe.

Estamos viendo cómo los trabajadores tienen serios problemas para encontrar alojamiento, en temporada pero también para todo el año. ¿Qué solución le ve?

Me encantaría poder contestar a esa pregunta y dar una posible solución, pero no la tengo. Hace falta muchísima imaginación y creatividad para resolver este problema. Además de los trabajadores que en verano viven una realidad dramática, nos encontramos también con un sector importantísimo como es el profesorado y el personal sanitario, que están en la misma situación todo el año y esto es uno de los focos del problema. Si no tenemos un buen profesorado, una buena educación y unos buenos valores no podemos tener una sociedad culta, preparada y consciente de la problemática. Sin esa sociedad con valores no podemos tener unas acciones políticas los suficientemente valientes como para atajar el problema. La educación es casi la clave del problema de la vivienda. Recuerdo que en los años ochenta y noventa tenía un profesor en Sant Ferran, Antonio Luis. Vivía en Sant Francesc, solo en un piso, y podía costearse ese piso sin ningún tipo de problemas con el sueldo de entonces de maestro. Hoy en día en Sant Francesc eso es imposible. Ahora, lamentablemente se quieren ir volando porque no encuentran casa todo el año para asentarse.

Como arquitecto, ¿sufre mucho los retrasos en la concesión de licencias del departamento de urbanismo del Consell, que pueden tardar hasta tres años?

Es verdad que el plazo suele ser ese, pero cuando hay otras administraciones que intervienen, debido a las figuras de protección como la Red Natura 2000, se puede ir hasta los cinco años. Esos plazos son ciertos, pero a mis clientes no se lo digo porque por supuesto querrían tener la licencia cuanto antes. Pero a nosotros como estudio nos va muy bien esa dilación porque nos hace masticar, pensar y plantearnos la solución con más profundidad en el tiempo. Me sirve para madurar la idea desde el principio hasta que finalmente la ejecutamos. Eso nos va bien.

¿Hay bastantes inspecciones en materia de urbanismo?

Es una de las claves para atajar las obras que se hacen sin licencia. Pero iría más lejos: no solo son las obras, sino el uso que se hace del suelo rústico. Una de las grandes amenazas de nuestro paisaje va más allá de la edificación en sí mima y es el uso que se hace de una parcela en suelo rústico, por ejemplo para almacenar embarcaciones, coches, áridos... A veces te encuentras con parcelas relativamente pequeñas valladas hasta dos metros de altura llenas de materiales de construcción que alteran mucho más el paisaje que una vivienda. Uno de las grandes retos es salvaguardar nuestro territorio y paisaje de esas agresiones que la normativa no permite. Algunas se han quitado, me consta, pero otras siguen allí ensuciando nuestro paisaje y contaminando nuestro modelo de isla.

Partiendo de la hipótesis de que se llegará a aplicar el crecimiento cero en urbanismo, ¿no se dispararía más aún el precio de los bienes inmuebles?

Lo que tengo claro es que el crecimiento sin control no puede seguir. Si no crecer más tiene como consecuencia una revalorización de lo que ya está construido, es algo que se escapa de las manos. Pero para atajar eso no podemos seguir con los ojos vendados.

¿Qué proyectos tiene en marcha en estos momentos?

Estamos trabajando en un proyecto del área de Patrimonio del Consell para sa Capella de sa Tanca Vella, en Sant Francesc, que es microcirugía. Luego estamos haciendo un estudio de las torres de defensa que no han sido intervenidas recientemente, como la torre de s’Espalmador, la de Punta Prima y la de es Cap de Barbaria, para ver la que requiere de una intervención más urgente. Tenemos en marcha un proyecto de agroturismo que forma parte de una iniciativa de economía circular aquí en Formentera, que es muy interesante.

Pero también se ha lanzado al mundo del arte y del diseño de muebles.

Sí, a raíz de la pandemia empezamos un proyecto artístico, ‘Fragment d’arquitectura’, que comparte distintas técnicas plásticas como la escultura, la arquitectura, la pintura y la fotografía. Es un proyecto hecho por altruismo y por puro placer y ha sido muy agradable ver cómo algo que tenía una génesis muy local y basada en las arquitecturas de la isla, ha tenido proyección nacional. Mucha gente se ha interesado y lo hemos podido exportar a exposiciones. Esto concentra la esencia de la atención por el detalle y por la materia arquitectónica en piezas muy concisas de 20 por 20 por cinco centímetros. Ha sido como un regalo que me he concedido en un momento de incertidumbre como fue la pandemia.

También ha realizado una colección de mobiliario bautizada D12.

Sí, es una colección que realizamos para García Blasco, que es un editor de mobiliario. D12 hace referencia al diámetro de la varilla que se suele utilizar en construcción y que nos gustaba utilizar para concentrar la esencia de la estructura en un elemento mínimo que pueda desarrollar su función diciendo muy poco. Ese hacer mucho con muy poco del que hablaba antes, está en la génesis de esa colección. Se desarrolló para un proyecto muy concreto, el Bosc d’en Pep Ferrer, que ganó el premio NAN de arquitectura en 2018, y que nos dio mucha visibilidad internacional. A este editor de muebles le gustó y se comercializó. Esto ayuda a ampliar los límites territoriales en los que trabajamos. Si bien estamos aquí, hemos terminado ahora una obra en Port de la Selva, en la frontera de Girona con Francia.

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