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Enfermeras de Ibiza: «A la que pueda, pediré el traslado»

Las nuevas enfermeras y matronas consideran que el alto coste de la vida es el principal inconveniente para permanecer en las Pitiusas.

Acto celebrado ayer en el Hospital Can Misses Vicent Marí

Es un gran día. En el estrado de la sala de actos del Hospital Can Misses, hablan la consellera de Salud, Patricia Gómez, la directora gerente del Área de Salud, Carmen Santos, y la directora de enfermería, Noelia Azqueta. Enfrente, en la butacas, las 131 enfermeras y matronas que tienen en sus manos un papel muy importante: el contrato que acredita que ya disponen de plaza fija tras haber superado la oposición del Servicio de Salud.

Desde el estrado, las palabras son de ánimo y elogio. Las autoridades agradecen la implicación del personal sanitario durante la pandemia. Azqueta recuerda la frase de Shakespeare de que «quien no alimenta un sueño, envejece antes», y anima a los asistentes a «no dejar morir sus sueños». La consellera recuerda que ella también es enfermera, «una profesión maravillosa». «Habéis dado todo lo que os ha salido del corazón», dice Carmen Santos.

Palabras hermosas, qué duda cabe. No obstante, una parte de los asistentes -al menos, las que hablaron con este periodista- las acogen con escepticismo. «De 2010 hasta 2018 no sacaron ninguna oposición y ahora hemos estado dos años esperando a que ésta se resolviera. Claro, que ha habido la pandemia de por medio», señala Belén Peris, flamante enfermera con plaza fija.

La mayoría de enfermeras y matronas han nacido fuera de Balears. Marta Méndez observa con orgullo su contrato. Ella es de Pontevedra, pero lleva ocho años trabajando en el Área de Salud pitiusa: «Además de la experiencia, para pasar la oposición hemos tenido que realizar muchos cursos y mucha formación». Una formación que también supone una importante inversión económica.

«La vida aquí es carísima», comenta la salmantina Estefanía Rodríguez, que llegó a Ibiza hace tres años. Una opinión que comparte la granadina Alba Avilés, pese a que ella ha decidido permanecer en la isla, de hecho ha decidido embarcarse en una hipoteca. Ninguna de ellas cita el catalán como el principal problema para permanecer en las Pitiusas, sino que señalan el coste de la vida: «Deberíamos cobrar la indemnización por residencia y estamos luchando por ello», señala Peris, nacida en Valencia y que acumula 15 años de experiencia en la sanidad pitiusa.

«Las tentaciones para marcharse de aquí son continuas», admite Alba Avilés, «pero hay contrapartidas. He encontrado un grupo de gente muy buena. Hemos creado como una gran familia y, pese a todo, se vive bien». Una frase que todas comparten. Pese a que consideran que sufren una injusticia económica, la isla tiene un atractivo especial.

Tras los discursos, los asistentes -en su gran mayoría mujeres- se hacen selfis y fotos de grupo para inmortalizar el momento en el que le dicen adiós a la precariedad y la incertidumbre. Algunas observan con ojos brillantes el contrato que certifica que tienen una plaza. El futuro ya pasa, definitivamente, por quedarse aquí. «Bueno, la verdad es que no», comenta una enfermera que pide a este redactor que no cite su nombre, «en realidad, a la que pueda voy a pedir el traslado».

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