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Reportaje

Dos jóvenes solidarias de Ibiza en Tanzania

Anna Planells y Maria Verdugo vuelven a su isla tras tres semanas como cooperantes en el país africano, donde han dado clases a los niños de una escuela y ayudado a reformar algunas instalaciones

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Dos jóvenes solidarias de Ibiza en Tanzania Anna Planells

Dos ibicencas 22 años acaban de llegar a Ibiza tras un voluntariado (el primero) en Tanzania con la ONG Green Lion. Durante casi tres semanas en el pueblo de Monduli, estas jóvenes han aportado su grano de arena en una escuela, Jaerim School, enseñando varias materias a niños de diferentes edades, organizando juegos e incluso mejorando algunas de sus instalaciones.

Tanto Anna Planells como Maria Verdugo se levantaban a las siete de la mañana e iban cada mañana andando al colegio en el que a las ocho comenzaban a trabajar, a unos 40 minutos a pie de la casa en la que se alojaban. La vivienda estaba ubicada en la finca de una familia de Monduli, en la que también residían otros voluntarios. «Ayudábamos en todo lo que era útil, como las matemáticas, las ciencias o el inglés, e íbamos cambiando de clase según la asignatura que tocase», explica Planells. «Por las tardes decidimos arreglar el parque de la escuela, así que compramos pinturas, pinceles…y pagamos a alguien para que reparara lo que nosotras no podíamos», añade la joven. Tras estas intensas jornadas, ambas amigas volvían al alojamiento a pie o en moto (ya a oscuras, porque allí anochece muy pronto), para comenzar la misma rutina al día siguiente.

Maria Verdugo, en una clase de Jaerim School.

Así, reformaron los columpios y toboganes del patio de Jaerim School. Como no estaban bien cuidados, los pintaron y decoraron. Planells asegura que hacían «todo lo que podían» para mejorar el día a día de los más pequeños: «Los niños de allí pasan mucho tiempo en la escuela, y muchas veces sin nada que hacer. A veces volvíamos por la tarde y los alumnos seguían dentro de clase, pero solos, sin ningún profesor», recuerda Planells. Así, su objetivo era que «los patios fuesen algo más divertidos y las clases más amenas». Maria Verdugo, por su parte, que es estudiante de Educación Primaria, Humanidades y Estudios Culturales en Barcelona, cree que los alumnos «son felices», pero no están lo suficientemente motivados de cara al futuro por parte de sus profesores: «No hemos estado en una escuela pobre económicamente, pero los recursos que llegaban no se empleaban en los niños» o en la calidad de la educación que reciben, cuenta esta ibicenca. «Al fin y al cabo, son niños como todos, con sueños: quieren ser doctores, maestros, enfermeras, policías..., pero no se les tiene suficientemente en cuenta», lamenta Verdugo.

Verdugo coge en brazos a uno de sus alumnos en Monduli.

Felices con menos

No obstante, Anna Planells recalca que en el país africano los muchachos valoran más las pequeñas cosas, a diferencia de los occidentales: «Para ellos una pelota nueva en la escuela es mucho más importante que una videoconsola para un niño de España», subraya Planells, que concluye que «viven bien», pese a sus carencias: «Si lo miras desde nuestra comodidad económica y nuestra manera de vivir, dirías que son pobres, pero es que ellos no lo son ni se consideran pobres», expone.

Estas dos ibicencas coinciden en que revivirían la experiencia una y mil veces. «Volvería a hacer lo mismo tanto en Monduli como en cualquier otro lugar, pero seguramente por mi cuenta, porque creo que si vas por tu cuenta a la escuela y dices que quieres ayudar, te recibirán con los brazos abiertos sin más complicación», expresa Verdugo, que ya piensa en futuros trabajos de cooperación.

«Sin duda repetiría la experiencia, una vez que la vives, no puedes ser indiferente a lo que pasa en el resto del mundo», explica Anna Planells, que estudia un doble grado de Ingeniería Civil y Territorial y ADE en Madrid.

Las voluntarias posan junto a cinco de los estudiantes con los que compartieron momentos

Debido a su formación académica, cuenta que su idea principal era realizar un voluntariado de construcción, pero finalmente permaneció la mayor parte del tiempo cerca de la zona donde se alojaron porque allí mismo también necesitaban ayuda: «Las distancias en Tanzania son muy grandes y al estar allí te das cuenta de que no es necesario hacer dos horas de trayecto para ir a construir una casa, sino que en tu propio entorno puedes ayudar mejorando las que hay y en muchas otras cosas», apunta Planells. Con su mirada de ingeniera, dice que en Tanzania hay «falta de infraestructuras», malas carreteras y distancias muy largas. «Ahora que ya he visto esto, mientras estudie siempre estaré pensando en cómo podría mejorarlo». Este es uno de los aprendizajes que se lleva de Tanzania.

De hecho, una de las anécdotas que recuerda Planells es el problema de la luz en Monduli: «No se va cada día, pero casi, un día estuvimos seis horas sin luz y obviamente cuando pasa, no puedes ni cargar los teléfonos ni ducharte con agua caliente». De hecho, reconoce que le impactó que, mientras en circunstancias normales ellas se duchaban con agua caliente, a escasos metros había ciudadanos de Monduli que no podían hacerlo.

Más que un viaje

Pese a todo, Planells y Verdugo vuelven a Ibiza contentas, y recomiendan a las personas que quieran hacerlo a que se animen a vivirlo: «Se lo recomiendo a todo aquel que esté dispuesto y con ilusión. Esto no es un viaje, se necesitan ganas y abrir la mente para adaptarte a situaciones que nunca hubieras imaginado», apunta Planells, que define la experiencia como «inigualable».

«Ves cómo se cocina tu comida con fuego en el jardín y cómo los niños comparten los lápices cuando les mandas un ejercicio, pero a la vez nunca dejan de sonreír», recuerda como curiosidad.

Por su lado, Maria Verdugo explica que este voluntariado es «de las mejores cosas» que ha hecho nunca: «Los niños son muy agradecidos, te abrazan todo el rato y, aunque no les cambiarás la vida, les haces un poco más felices». En esta línea, concluye que la experiencia le ha hecho conocer otras realidades del mundo que a menudo ignora esta parte del planeta. «Hacía muchos años que quería hacer un voluntariado y nunca encontraba el momento, pero como ahora estoy a punto de acabar la carrera, creo que ha sido la mejor ocasión para aplicar muchas cosas que he aprendido a lo largo de estos años, a la vez que en Tanzania también he conocido otras», celebra Verdugo, que cuenta que otro de los retos en Monduli fue el idioma, ya que los alumnos más pequeños no dominan el inglés, lengua con la que las cooperantes hablablan con el resto.

Una niña posa junto a una columna donde se lee ‘Hakuna Matata’ Toni Escandell TurT.E.

Agencia intermediaria

Para poder llevar a cabo este viaje solidario contrataron a una agencia que les sirvió de puente con Green Lion, una ONG de Tanzania. Así, a modo de intermediario, la agencia resolvió todas las dudas que Anna Planells y Maria Verdugo tenían antes de viajar hasta el país africano: los visados, los traslados a Monduli desde el aeropuerto o las dudas relacionadas con el covid.

Se decidieron finalmente por Tanzania debido a que muchos otros países mantienen unas fuertes restricciones por el covid que dificultan la entrada de extranjeros, mientras que en este país africano las medidas son más flexibles. Además, de los países que barajaban, estas ibicencas optaron por este porque ya les gustaba de antemano. En el lugar, todos los gastos han corrido a cargo de las voluntarias, que matizan que fueron «mínimos».

«Este voluntariado es de las mejores cosas que he hecho en mi vida»

Maria Verdugo, cooperante ibicenca de 22 años en Tanzania, asegura que esta experiencia le ha servido para aprender muchas cosas sobre otras realidades del mundo, a la vez que agradece el cariño de los niños: «Son muy agradecidos, te abrazan todo el rato, y aunque no les cambiarás la vida, les haces un poco más felices».

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