¿Cómo vive su retiro desde hace 10 años. ¿Sigue tirándose en paracaídas o buceando?

Buceando, hago algún pinito por es Molins, pero sin botella. He hecho algunos trabajos teóricos y de enseñanza, una especie de coaching, para un grupo de gente en el extranjero sobre temas militares, lo que me ha mantenido muy activo. Y estoy escribiendo un libro sobre liderazgo, un manual práctico. Hago deporte. Hasta hace relativamente poco hacía footing, como siempre, pero después de 250 saltos en paracaídas hay que cuidar las rodillas, aunque las tengo bien. He pasado a la marcha nórdica, que es una maravilla.

Se acabaron, pues, los saltos en paracaídas.

Hay un tiempo para cada cosa. El último salto que di fue siendo general de brigada: hice mal una maniobra y el casco me dio un tirón de bandas fortísimo. Me di cuenta de que hay un tiempo para cada cosa y que hay que saber terminar.

Usted ha hecho HALO (salto a gran altitud y baja apertura, por sus siglas en inglés). ¿Desde qué altitud se llegó a lanzar?

Fue en el año 1976. Saltamos en la vertical de Valladolid a 8.000 metros del suelo (26.246 pies).

¿Saltó con oxígeno?

Sí. Tuvimos una caída libre de dos minutos y 20 segundos, que es una eternidad. Estuvimos a 300 metros de batir, en aquel momento, el récord de altitud militar en Europa. Era un equipo mixto formado por norteamericanos y españoles.

Debió ser uno de los primeros HALO en España.

Fue de los primeros. Se habían hecho algunos cursos, pero el Ejército español no teníamos tecnología para medicalizar el avión con oxígeno. Lo hacíamos en un avión americano, un C-130.