Las noticias sobre la caza furtiva de elefantes africanos siguen siendo desalentadoras, sobre todo desde que Botsuana, país calificado como el último santuario de esta especie, desmantelara hace un año sus unidades anticaza, ocasión que los furtivos han aprovechado para cometer algunas grandes matanzas que los medios internacionales han ampliamente difundido. Además, este mismo país, que cuenta con unos 135.000 de los 350.000 ejemplares que quedan en África (según estimaciones de la organización WWF), ha levantado recientemente la prohibición de cazarlos por la presión de las comunidades afectadas por la presencia de estos grandes animales y a pesar de que conservacionistas y organizaciones internacionales han recordado al gobierno que el elefante sufre ya una presión brutal en todo el continente y que está catalogado en peligro de extinción.

En Tanzania, sin embargo, y algo más en silencio, se están dando importantes pasos en la protección y recuperación tanto del elefante como del rinoceronte, avances que muchos, incluyendo guías turísticos, agradecen al cambio de Gobierno que hubo en el país en noviembre de 2015. Ese mismo año, una nueva fuerza de intervención especial arrestó a la conocida como la Reina del Marfil, la ciudadana china Yang Feng Glan, que había creado una de las más grandes redes de contrabando ilegal y que había contribuido enormemente a que, entre 2009 y 2014, las poblaciones de elefantes se redujeran de 110.000 a 43.000. El pasado mes de julio, el gobierno tanzano anunció, en un comunicado de prensa, que la población se había recuperado hasta los 60.000 individuos. Respecto a los rinocerontes, si en 2014 había 15 ejemplares, ahora hay más de 150.

Los chinos, por cierto, representan también en este asunto una de las principales presiones para la conservación de Tanzania y sus valores. Chinos y somalíes, a menudo ayudados por funcionarios corruptos, son los grandes traficantes de marfil y de cuernos de rinoceronte, que abastecen, sobre todo, un mercado asiático en el que el marfil es preciado objeto decorativo y al cuerno de rinoceronte se le atribuyen propiedades casi mágicas. Una combinación de codicia y superstición hace que estas especies compartan un destino absurdo. Y sólo acabando con la demanda, como apunta el fotógrafo Quim Dasquens, podrá acabarse con el exterminio. Con este planteamiento en mente, las organizaciones conservacionistas apuestan por la movilización de la sociedad para reprobar a quienes aún consideren los cuernos y colmillos como objetos de prestigio para que dejen de serlo y pasen a representar únicamente una manifestación de crueldad.