Antes de la salida, en la cubierta de ligeros y donde está la plataforma de carga de helicópteros, los infantes y los marines preparan sus pertrechos, limpian sus armas (cada español tiene su propio fusil G-36 E y su pistola) y ejercitan cómo reaccionar ante diversas situaciones, incluso los que portan ametralladoras, que, extendidos en el suelo, simulan el sonido que hacen sus armas al ser disparadas: brrrrr, brrrrr, brrrr, se escucha de sus bocas en cada ráfaga imaginaria. (Mira aquí todas las fotos del desembarco)

Entre infantes de Marina (cuyo lema es 'Valientes por tierra y mar') y marines ('Semper fidelis') se ha creado ya cierto vínculo desde que desembarcaron en los Osprey hace un par de días. Se intercambian armas para sentir su peso y comprueban sus mirillas y manejo, incluso un marine (con traje de camuflaje pixelado verde oscuro) se coloca una mochila española a la espalda. Esa, que es la que lleva un soldado normal, pesa en torno a los 25 kilos. Un tirador de precisión (traje de camuflaje pixelado árido) le insta a que pruebe la suya: «Va a flipar», vaticina. La suya pesa casi 50 kilos. Lleva dentro el largo Barret, ese fusil capaz de partir en dos un motor de camión de un solo balazo.

Entre los infantes españoles que aguardan a embarcar en los helicópteros se encuentra Josua Torres, ibicenco que hará de enlace en esta operación y que, ya en tierra, establecerá dos observatorios cerca de Cabo Pinar, donde intentarán eliminar al blanco sensible, el químico fabricante de bombas. Otros intentarán capturar a una célula ciberterrorista del MCR (grupo ficticio) en el castillo de la Mola, en Maó. De 30 años de edad, Torres se alistó en la Infantería de Marina en 2008, como anteriormente (en 1982) había hecho su padre, José Luis: «Mis padres me están esperando en Ibiza», cuenta Josua, ya pertrechado y listo para subir al helicóptero. El ibicenco, que estudió en el instituto Sa Blanca Dona, forma parte de la unidad de reconocimiento y adquisición de blancos, la vanguardia, «los ojos y oídos de las operaciones anfibias». Torres ya ha participado en misiones en Bosnia y en el Líbano.

En la cubierta de ligeros, un infante de Marina sostiene un teléfono delante de la cara de un compañero. Le sirve de espejo para maquillarse la cara con franjas negras, primero, y marrones, después. Sirven para «romper los rasgos faciales y camuflarse en el terreno». Recuerda la escena (real, hay imágenes que lo atestiguan) protagonizada en junio de 1944 por los 'malditos bastardos' de la mítica 101 Aerotransportada de Estados Unidos. Poco antes de que partieran desde el Reino Unido a las inmediaciones de Normandía, donde saltaron en paracaídas, una cámara captó cómo se maquillaban y, además, se afeitaban la cabeza a lo mohicano, algo de lo que prescinden los españoles esta mañana.

Primero parten los AB 212 desde la proa del 'Juan Carlos I'. Luego les toca el turno a los 'morsas', que esperan en medio de la pista. Los marines y los infantes se introducen en ellos de uno en uno, con cuidado, pues las aspas están en movimiento. Cuando los dos Seaking están llenos, comienzan las maniobras de despegue. El ruido es ensordecedor (incluso con cascos de protección), pero más fuerte es el viento que generan en cuanto comienzan a elevarse. Es una ventisca difícil de aguantar de pie. La cámara parece que va a salir por los aires en cualquier momento.

Afortunadamente, antes de salir a la cubierta desde el puente de gobierno, un oficial del buque advierte de que el bolígrafo y el cuaderno de notas deben permanecer dentro de la mochila: «Como vuelen, se monta aquí una buena». A los objetos caídos (tornillos, alambres, tapones, presillas, plumas...) en la rugosa pista de vuelo los llaman Fod. En caso de que los absorba un motor de un Harrier II o un helicóptero, pueden provocar serios daños.

Aquí está toda la información del desembarco del Juan Carlos I en Ibiza y demás actos porgramados.