Hijo de alcalde

«Después del golpe militar, mi padre dejó de ser alcalde de Sant Antoni»

«Soy hijo de Maria Prats Cardona, de Can Joan Prats, y de Pep Marí Colomar, S´Estanyer. Nací en 1935 en Sant Antoni.

Mi madre, que era hija de uno de los primeros comerciantes que hubo en Sant Antoni, abrió una tienda en el pueblo, Ca na Maria Prats, donde todas las payesas, los domingos antes de ir a misa, entraban para mirarse en el espejo, colocarse el lazo y el pañuelo, coger el catrec. La tienda llegó a ser la más importante del pueblo durante muchos años. Incluso me atrevo a decir que fue la primera que vendió souvenirs en Ibiza.

Mi padre tuvo un bar en los años 30, el bar Central, hasta el año 1937, cuando los franquistas le cerraron el bar ´por rojo´. Mi padre había sido alcalde durante la época republicana, durante seis o siete meses, entre las últimas elecciones de la República y el inicio de la guerra civil. Era del partido de Azaña.

Después del golpe militar en Vila, mi padre dejó de ser alcalde. Con el retorno de los republicanos, en agosto del 36, volvió a la alcaldía. Hasta que de nuevo, un mes después, la abandonó definitivamente. Pasó tres años en la cárcel. Por lo que sé y por lo que me han contado, mi padre, junto con otros pocos, consiguió que los ´nacionales´ que llegaban a Ibiza acabaran diciendo que en la isla había «rojos, falangistas y gente de Sant Antoni».

Tengo un recuerdo triste de cuando fui a ver a mi padre a la cárcel de Vila por primera vez. Yo no tenía más de dos años, pero lo recuerdo perfectamente. Un soldado permitió que me acercara y viera a mi padre en una ventana.

Mi madre siguió con la tienda. Cada quince días íbamos a Palma para comprar los productos que vendíamos nosotros. Después, a partir de 1941, cuando a mi padre le hicieron un salvoconducto, empezó a ir él. Fue un hombre muy respetado siempre y acabó desempeñando la función del home bo, es decir, se ocupó durante años de arreglar las divergencias que había entre familias y amigos, figura que hoy ha desaparecido debido a la competencia de los abogados...

Después de su paso por la cárcel, nunca encontró ningún tipo de problemas en el pueblo, todo lo contrario, sé que muchos alcaldes le consultaban cosas, aunque, obviamente, mi padre siempre estuvo marginado de la vida política.»

años de infancia

«Mi madre me vestía siempre muy bien, demasiado bien»

«Recuerdo mi infancia como una época maravillosa. Empecé a ir al colegio de las monjas trinitarias, que justo acababan de instalarse en el pueblo. Fui un niño un poco mimado. Mi madre me vestía siempre muy bien, demasiado bien, lo que a mí no me gustaba mucho, y hasta me daba un poco de vergüenza, pues hacía que me diferenciara de los otros niños. Seguramente fui uno de los primeros jóvenes del pueblo que tuvo un traje, y el primer día lo llevé a disgusto. En fin, me criaron de tal forma que cuando abrí el hotel siempre iba encorbatado, cosa que ahora ya no hago ni tampoco mis hijos...

A los 6 años empecé a ir al colegio nacional, con Fernando Ferrer, un buen maestro. Heredamos juegos muy antiguos, a los que ahora ya no se juega, claro. Por supuesto también jugábamos al fútbol. La gran ambición de mi padre era que yo fuera futbolista. La de mi madre que fuera un buen estudiante. Los defraudé a los dos.

Era habitual también salir a pescar. Todos íbamos a la mar, unos eran más marineros que otros, pero en general era normal ir a pescar, ya fuera en el muelle o en una barca. La gente de la generación de mi padre decía que todo el mundo había pescado menos Vicent Ferrer, que era el rico del pueblo...

Sant Antoni era, durante mi infancia, un lugar muy especial por diferentes motivos. Había, por ejemplo, unos 1.200 habitantes y unos 1.000 soldados, un batallón de infantería y una batería de artillería. En la tienda no parábamos de vender hilos, botones y agujas de coser a los soldados. La cocina de los soldados estaba al lado de nuestra tienda, porque estaban repartidos por todo el pueblo.

Recuerdo una escena habitual de los años 42 y 43. A los soldados les daban muchas lentejas, de un excedente llegado de México que había pertenecido al bando republicano durante la guerra. Lentejas para comer y para cenar, así que los soldados, un poco hartos, lanzaban sus platos de lentejas contra las paredes de la iglesia y de las casas cercanas. Allí se acumulaban millones de moscas. Era algo espantoso, pero convivíamos con ello, como lo más natural. Las paredes del pueblo no eran blancas, seguro que no.

Fui al colegio, hice el bachillerato elemental y me puse a trabajar en la tienda familiar, que era lo que yo quería hacer. En aquel tiempo, Ibiza era una isla muy pobre, aunque no miserable.

La gente de mi generación hemos vivido muy intensamente la gran transformación económica, hemos participado en ella muy directamente, creando negocios, aunque seguramente no podíamos imaginar hasta dónde iba a llegar todo esto del turismo.»

empresario turístico

«Nunca me he considerado un hotelero, sino un empresario turístico»

«Además de trabajar mis padres y yo, en la tienda llegó a haber hasta cinco dependientas. No era una tienda muy grande, pero vendíamos mucho y de todo. Y fue la raíz de nuestro futuro, porque después empezamos a abrir otros negocios, al otro lado de la bahía, como el bar Es Pouet, ya con la idea de, en un futuro, tener habitaciones. Así fue como, en 1969, abriríamos el Hotel Bellamar, con 300 camas. Aquel año se construyeron en Ibiza dieciséis hoteles y el nuestro era el más pequeño. Dejé de trabajar en la tienda y pasé al hotel, donde he estado desde entonces.

Antes de todo esto, claro, hice la mili, en África, fui de ´los últimos de Tetuán´, en 1956. Tengo recuerdos terribles de todo aquello. Lo único que te enseñaban en la mili era maldad. Había más malicia que milicia.

Durante mi juventud, Sant Antonio era un lugar muy animado y bonito. Todos los domingos había ´misa pagada´, lo que suponía procesión. Y estaba el fútbol, con el Portmany, el equipo más antiguo de la isla. Luego empezó a llegar el turismo, lo que supuso un cambio muy importante, más oportunidades de trabajo. Después, la evolución del pueblo ya la conocemos en todos sus aspectos. Yo siempre digo que en Sant Antoni empezó lo mejor de Ibiza, aunque también lo peor.

Nunca me he considerado un hotelero, sino un empresario turístico. Me he dedicado a esto desde mi juventud. En la tienda de mis padres, en las tiendas de souvenirs que abrimos después, en el segundo hotel, que abrí en 1989, el Hotel Marvell, y otros negocios siempre relacionados con el turismo, como una agencia de viajes, un supermercado... En fin, algunos han funcionado mejor que otros»

El turismo en Sant antoni

«Todos hemos contribuido un poco a que las cosas hayan ido a peor»

«He vivido el principio del turismo, al menos el de su recuperación en los años 40, ya que el turismo en Sant Antoni empezó en los años 30. Ya en aquella época se habían abierto muchos establecimientos, no solamente hoteles o pensiones, también bares. Se abrieron los hoteles Portmany y Ses Savines, el primero con 22 habitaciones, el segundo con 11. Las pensiones Miramar y Esmeralda no tenían habitaciones, pero en régimen alimenticio sí tenían mucha gente. Muchas casas particulares alquilaban habitaciones para estas pensiones. La temporada turística acababa a finales de agosto, siempre decíamos que los truenos de Sant Bartomeu provocaban la estampida de los turistas.

En los años 40 venían sobre todo madrileños y catalanes. Solía ser gente bien situada, altos funcionarios de ministerios, generales, almirantes... Algunas de estas familias compraron terrenos, sobre todo en Cala Gració, y empezaron a hacerse chalets, lo que dio mucho trabajo a la gente del pueblo. Tal vez el primer chalet que se contruyó fue el de la familia Vidal-Quadras.

Pronto empezaron también a construirse hoteles, como el Tagomago, el Tropical, etcétera. Realmente el pionero del turismo en Sant Antoni había sido Pep Roselló, que contruyó el Portmany. Y el gran boom hotelero fue a finales de los 60.

Cuando yo tenía unos 20 años, todos los jóvenes del pueblo hablábamos francés. Había muchos franceses también entre los primeros turistas. El turismo fue una puerta abierta a Europa, incluso políticamente, pues Franco se aprovechó siempre que quiso de Ibiza como, por ejemplo, dejando llegar a España por primera vez a Don Juan de Borbón...

El turismo fue una puerta a la modernidad. Somos una generación que ha viajado mucho, en parte gracias a lo que hemos visto aquí. La permisividad fue también muy importante para el desarrollo del turismo ibicenco. Ya en los años 30 había nudismo, por ejemplo, y en los 40 y 50... Lo que pasa es que «nadie lo sabía» y punto. Ciertamente, de la permisividad se han aprovechado muchos y ha habido desgracias, sobre todo con el tema de la droga. Al ser tan permisivos y tener tanta fama de ello ahora nos encontramos con un turismo juvenil que ni siquiera habíamos sospechado. Este turismo es, al menos en Sant Antoni, sobre todo del mes de julio, pero nos estropeará el de agosto. El año pasado agosto ya no se llenó... Y este año seguramente tampoco.

Todos hemos contribuido un poco a que las cosas hayan ido a peor en el turismo. Y ahora es difícil de remediar. El problema fue que hubo una crisis, más potente que la de ahora, y los touroperadores y los hoteleros apostaron por traer gente joven, desplazando el turismo familiar de siempre. Ambos tipos de turismo son incompatibles, tienen horarios y actividades muy diferentes.

La solución es difícil. Se habla mucho de ´expertos´ en turismo y me hace mucha gracia. Yo he crecido en el turismo y me he hecho viejo en la profesión, y sé que el turismo evoluciona rápido, que simplemente hay que estar al día. He visto cómo ha evolucionado el turismo. De cuando yo abrí el hotel a ahora, la profesión ya no tiene nada que ver, como ya no la tenía entonces entre el hotel que abrí y el Portmany. Lo que hay que hacer es estar al día. Nosotros ahora tenemos un 60 por ciento de clientes que vienen vía internet. Ya no se depende tanto del touroperador, por ejemplo.

Antes, cuando empezabas la temporada sabías cómo iba a ir todo el verano. Ahora no sabes exactamente qué va a pasar la semana que viene. Es otra manera de trabajar. Los tiempos en que abríamos el hotel seis o siete meses al año ya han pasado a la historia y no parece que vayan a volver más. El turismo juvenil es de dos meses, no más. No soy muy optimista respecto al futuro del turismo en Sant Antoni.

Los políticos deberían dar más libertad a las empresas y ayudarlas en su promoción. Sería importante desligarnos más de Mallorca, porque nosotros somos la competencia de Mallorca. La autonomía nació para estar más desligados de Mallorca de lo que estamos ahora. Nunca se pensó en un Govern fuerte, que actuara como un jefe de gobierno, lo que esperábamos es que el poder se transfiriera a los consells... Cada isla es un mundo distinto y cada una con la misma industria, por lo tanto de Mallorca sólo podemos seguir esperando palos.»