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Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
FOTO ROYAL.ARXIU BRUNO ROIG
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
Toni Escobar
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Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
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Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
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Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
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N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
N.P.
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
ARXIU BRUNO ROIG
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
Toni Escobar
«Entrar en el Pereyra a finales de los años 90 era como penetrar en una cámara del tiempo. Sólo oías volar a las palomas, los terciopelos caían a jirones, el piano (sin cubrir) estaba desvencijado sobre el escenario... Era un sitio fantasmal». Lo cuenta Nieves Peinado Sala, la restauradora que ha conseguido que el teatro ibicenco recupere prácticamente todos los atributos que tenía en su fundación, hace 125 años. Si los tres impulsores de aquel proyecto, José Tarrés Espinal, Abel Matutes Torres y Mercedes Sandoval del Castillo, pudieran ver cómo ha quedado tras su reforma y restauración, creerían que prácticamente todo sigue igual que aquel 6 de abril de 1899 en que fue inaugurado. Las balaustradas lucen idénticas, con los mismos dorados, decoraciones y color original; el piano Wacptel parece salido de fábrica; el reloj vuelve a dar las horas; las puertas modernistas son de nuevo de color azul aguamarina; el terciopelo rojo vuelve a cubrir los pasamanos...
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