­Álvaro Mendoza (Colombia, 1964) vive en Formentera desde 2008, donde trabaja como arquitecto. Pero su relación con el arte le viene de pequeño, cuando veía la actividad que desarrollaban especialmente sus tíos.

Llegó a Europa hace 16 años y se mueve entre el Reino Unido. Alemania y España. Su llegada a la isla fue casual, a través de una red de amigos que buscaban un arquitecto para un estudio de interiorismo: «Me dijeron si me interesaba ir a Formentera, e inmediatamente me vine a trabajar en invierno».

Álvaro Mendoza considera que ha aprendido a pintar de forma natural, pero también ha escarbado en la técnica de los grandes maestros a base de observación y estudio, por eso se considera «un autodidacta».

Casi toda su obra es en óleo aunque también está experimentando con la fotografía de la que es un apasionado. La técnica que aplica, en este caso, se basa en transferir la foto sobre la tela para luego quitarle todo el gramaje del papel y quedarse solo con la tinta y sobre esa base va trabajando para intentar establecer «una relación entre tiempo y materia».

Sin embargo, los cuadros que presenta, de gran formato, navegan entre la figuración, lo abstracto, el expresionismo y el informalismo. En todos ellos destaca el tratamiento del color, que varía según los cuadros pero que trata con intensidad. En todos ellos, también, hay una visión de Formentera, ya que Mendoza dice que la isla es su «punto de referencia». Por eso hay playas, mar, puestas de sol intensísimas y la posidonia, un cuadro que realizó en el exterior cuando había mucho viento: «Até el lienzo y me puse a pintar, fue muy difícil quería sentirme como una posidonia agitada y salió esto».