´El pes de l´ànima´ es el resultado de 20 años de conexión entre dos almas cómplices con sede en Formentera. Dos décadas de admiración mutua entre el joyero Enric Majoral y el artista belga Michel Mouffe, dos creadores contemporáneos que hace poco menos de dos años decidieron que esa complicidad no podía quedarse en palabras que revoloteaban entre la cena y la sobremesa: cabía materializar ese entendimiento y admiración mutuos.

Así nació la exposición que ayer se inauguró en Sant Francesc y, como indica su nombre, es una exploración hacia caminos misteriosos, incluso místicos, senderos que quizás se recorren con más tranquilidad gozando de la compañía de un amigo.

La propuesta artística se puede contemplar en dos espacios expositivos, la ya tradicional Sala de l´Ajuntament Vell y a pocos metros de distancia, la iglesia de Sant Francesc, un punto muy adecuado para esta muestra porque en palabras de Majoral, «ha representado durante muchos años el epicentro de la vida espiritual de la gente de Formentera».

En la iglesia el espectador hallará una instalación compuesta por formas que dialogan entre sí, como tantas veces han hecho sus creadores. Materia suspendida desde el coro en el inmenso vacío del templo, formada por varios volúmenes, como el que recuerda a la silueta de una mujer payesa o a una gota de agua. Ha sido elaborada a base de cobre y tela de saco y Mouffe la ha llamado ´God´s Gravity´ (en español, la gravedad de Dios). Se trata de una exploración artística inspirada en ´la Virgen del Pasto´ de Piero della Francesca y que recupera la idea lanzada por el físico británico Stephen Hawkin sobre la que el artista belga reflexiona: «Las matemáticas pueden explicar el mundo, pero no pueden explicar el dedo que pulsó el ´start´, sin embargo Hawkin explica que la gravedad, como podría suceder con Dios, se autogenera».

Se trata de una escultura que llama a lo divino y que establece una relación casi de necesidad con su pareja, el cáliz que Majoral ha creado como una evocación de lo humano. Una copa chapada en oro que recuerda la simbología «que durante siglos ha desarrollado el hombre en un intento de establecer un intercambio con lo divino, como cuando se ofrece pan y vino a cambio del cuerpo y la sangre de dios», dice el Premio Nacional de Artesanía.

Una composición remachada por unos barquitos que flotan en el aire, otra excusa para recuperar la idea de viaje, de camino entre el nacimiento y la muerte, entre la muerte y el más allá, procesos que durante siglos se han vivido en incontables ocasiones entre las cuatro paredes de la iglesia.

Unos pasos más allá, en la sala de exposiciones propiamente dicha, ambos amigos siguen indagando en los confines de lo desconocido, profundizando en suparticular relación con la aspiración de la humanidad de abrazar lo sagrado, de entender lo oculto. Buena muestra de este diálogo es la pintura del belga ´Lágrimas de San Pedro´ que en la sala vive ante la ´semilla´ que Majoral ha creado con cobre y «que puede representar el futuro, nosotros, la tierra», cuenta el catalán afincado en la isla. Esta es una de las 13 piezas que encuentran interlocutor en las cinco pinturas que ha creado Mouffe para la ocasión y que «son de técnicas variadas, principalmente utilizando acrílico, pero no a la manera usual», añade.

Ambos creadores coinciden en que han deseado «aprovechar la sala para que parezca grande, reproduciendo una atmósfera espaciosa» en la pequeña estancia, quizás conscientes de que el espectador necesitará calma para plantearse las preguntas que el dueto artístico formula. Los mismos interrogantes que la humanidad ha perseguido a lo largo de su historia.