«Yo quería pasar nuestra última tarde en Formentera en la playa, pero ellas han querido venir aquí», asegura, resignada, la madre de cuatro niñas que acaban de salir de las entrañas del Molí Vell de la Mola. Las hermanas Inés, Elena, Teresa y Carmen lo confirman: «Teníamos mucha ilusión, vinimos el otro día pero era tarde y no pudimos entrar, así que hemos vuelto hoy», asegura una de ellas. «Es muy chuli, me gusta mucho y hay muchas cosas dentro», describe una segunda. «Aquí es donde antes hacían el pan, bueno, la harina para hacer el pan. Se sube por unas escaleras y hay como una rueda, que el viento la gira y con unas piedras se muele el trigo y ya», aportan la tercera y cuarta hermanas.

Al igual que esta familia madrileña, cerca de 50 personas se acercan a este elemento patrimonial cada uno de los tres días que está abierto al público para conocer la historia y el funcionamiento de este molino harinero, uno de los siete que han existido en Formentera. Otro medio centenar, mayormente parejas, se acerca de pasada a la edificación para hacerse la foto de rigor y marchar sin más, como atestigua Salvador 'Blai', la persona encargada de recibir a los visitantes y saciar su curiosidad. «Hay mucho interés, con gente que incluso repite la visita año tras año», asegura.

También es una visita habitual de los escolares de los colegios de la isla y de los de Eivissa, que vienen hasta la Mola a conocer de primera mano un molino de viento con su maquinaria interna prácticamente intacta, tal y como ha estado desde su construcción, allá por 1778.

Este Molí Vell es uno de los seis que sigue en pie en la isla, tras la desaparición del Molí d'en Simon, es es Cap de Barbaria. Con su característica forma cilíndrica, es una construcción muy sencilla, con un techo cónico al que se aferran las largas aspas con su entramado de madera.

Al interior se accede por dos estrechas puertas enfrentadas, fuera del alcance de las enormes aspas para garantizar la seguridad del molinero. La planta baja se utilizaba para almacenar los sacos de cereales y llama la atención una cuerda de la que cuelga una piedra esférica. Con ella, explica Salvador, «se regula la distancia entre las piedras del molino, las muelas, para conseguir distintos grados de molienda de los cereales y también se controlaba la velocidad de giro de las aspas».

En proceso BIC

En la segunda planta, a la cual se accede por una estrecha escalera de piedra, se recogía en sacos el cereal molido. Un poco más arriba, en la tercera y última planta, apenas queda sitio para nada más que la maquinaria, en tan buen estado de mantenimiento que «se podría poner en marcha si se quisiera», afirma, orgulloso, Salvador.

El Molí Vell de la Mola está en el proceso de convertirse en Bien de Interés Cultural (BIC) con la categoría de monumento.