«Me presenté a las elecciones porque pensé que no quería que sólo hubiera hombres en los ayuntamientos», recuerda María Muntaner Xamena, una de las únicas tres mujeres concejalas de las Pitiusas en la primera legislatura de la democracia. En las listas de los partidos que se presentaban en Ibiza los Vicente, Antonio, Juan y José no es que fueran mayoría, es que eran, prácticamente, la totalidad. Tras las votaciones del 3 de abril de 1979, las únicas que consiguieron un puesto en los ayuntamientos de la isla fueron Juana María Ferrer Ferrer y María Muntaner Xamena en el Ayuntamiento de Ibiza, y Carmen Tur Ferrer, en el de Santa Eulària.

«Me vinieron a buscar», comenta María Muntaner, maestra de la escuela de Dalt Vila, que iba como independiente en la lista de Alianza Popular. Además de para que las mujeres estuvieran representadas en la corporación municipal, la maestra dijo que sí porque «quería defender Dalt Vila de la degradación» que estaba sufriendo. Recuerda que todos eran «inexpertos» y que tanto la campaña como la legislatura fue «tranquila». Ella estaba en la oposición a pesar de lo cual, recuerda, el alcalde, Joan Prats, siempre la valoró y le asignó, incluso, «atribuciones de concejal». Algunas de ellas de educación, como los consells escolares, ya que era maestra, un trabajo que no abandonó: «De nueve a doce iba a la escuela; de las doce a las dos, al Ayuntamiento; de las tres a las cinco otra vez al colegio...».

La razón la tenían los hombres

La razón la tenían los hombres

María Muntaner rememora una de las situaciones que vivió en el Consistorio: «Pregunté por la ordenanza que regulaba el mercadillo hippy del puerto. Me dijeron que no había ninguna, así que dije que me dieran un papel, que ya la escribía yo». No es capaz de contar los días que se pasó por la zona para controlar si todo estaba en orden. Si los artesanos se colocaban en el puesto que les había tocado por sorteo, que todos los que montaban el puesto pagaran la tasa...

«Ser mujer en aquel entorno era difícil. Si había un grupo de hombres ellos siempre tenían la razón», afirma la maestra, que repitió en las siguientes elecciones porque le había gustado y porque le insistieron mucho. En aquella segunda legislatura, ya en el equipo de gobierno, cambió el emplazamiento de la estatua de Guillem de Montgrí, «que estaba en un rincón», a su lugar actual, «mirando hacia el mar, por donde había venido». Recuerda que también inició la escuela de Cas Serres y la ampliación de Sa Graduada. También propuso -«hice para ello un estudio comparativo con Palma»- la creación de una policía de barrio y sugirió una reorganización de la Policía Local de Ibiza.

Le hubiera gustado seguir, confiesa. Lo habría hecho si la enfermedad no la hubiera obligado a dejar la enseñanza y una política que, insiste, era completamente diferente a la de ahora: «No entrábamos para ganar nada, nos íbamos con las manos bien limpias».

María Muntaner compartió aquella primera legislatura de la democracia en el Ayuntamiento de Ibiza con Juana María Ferrer Ferrer, que iba en la lista de UCD y se convirtió en la concejala de Cultura y Fiestas. «Nacía una nueva etapa política, estaba muy ilusionada, entusiasmada y tenía ganas de trabajar para mejorar Ibiza», recuerda Juana María Ferrer, que militaba en UCD porque Adolfo Suárez le parecía «un gran político».

Aquella época le trae buenos recuerdos. Fue un momento apasionante en su vida: «Me estrenaba en todo. Como madre, en la política y también acababa de obtener la cátedra en Historia». Aquellos años fueron tan entusiastas como duros. Si no hubiera sido por su madre y su hermana, Pepita, fallecida recientemente, que la ayudaban con el pequeño Joan, no habría podido dedicarse a la política. Iba de número tres en la lista, en la que sólo había otra mujer: María de las Nieves Guasch Tur, en el puesto número 13. La campaña fue tranquila. El día que comenzó allí estaba a medianoche pegando carteles. Eso sí, aunque asistió a los mítines no dijo « ni pruna».

Tuvo que pelearse, recuerda, con el presupuesto de su concejalía. Tenía un millón de pesetas (unos 6.000 euros) al año para cultura y fiestas. «Con eso tenía que organizar los Reyes Magos, Carnaval, Sant Joan... Todas las celebraciones y, además, los temas de cultura», indica. Como no tenía el don «de hacer milagros», recurrió a las asociaciones de vecinos y los particulares, que le brindaron una «implicación absoluta».

En cultura, lo que más le agobiaba era el estado del Arxiu Municipal. «No estaba en el lugar adecuado, había goteras y teníamos que tapar los documentos con plásticos... Me dolía en el alma», indica Juana María Ferrer, que explica que comenzó el trabajo para el traslado del archivo. El peor momento que vivió en sus cuatro años en el Ayuntamiento de Ibiza fue, sin duda, el 23F: «Estaba en casa, en un apartamento en Puig des Molins y me llamaron por teléfono para explicármelo. Me entró un temblor... La democracia era aún una novedad y no sabía qué pasaría».

Aunque disfrutó aquella etapa, Juana María Ferrer no volvería a la política. «No me interesa», indica. Y eso que sufre por la isla: «Me duele la destrucción de algunos rincones de Ibiza y situaciones como la de hace unos días, cuando el puerto se llenó de fecales». Ahora, explica, su trinchera no es la política sino la escritura.

40 años en activo

40 años en activo

La que sí sigue en activo políticamente hablando es Carmen Tur Ferrer. Fue la única mujer en la corporación municipal de Santa Eulària en la primera legislatura de la democracia y ahora encabeza la lista de Proposta per Ibiza al Parlament balear. Como ella misma dice, le va la marcha.

En abril de 1979 era la número 1 del Partido Liberal. La fueron a buscar: «El capitán de la guardia Civil de Santa Eulària se presentó en mi casa y me propuso tratar de ser alcaldesa». No se lo pensó mucho. Dijo que sí. «Sacamos más de 200 votos. ¡Fue un éxito!», apunta, no se sabe muy bien si en serio o en broma (el Partido Liberal quedó penúltimo en el municipio, donde se presentaron cinco candidaturas). «Los independientes, o sea, Alianza Popular que luego fue el PP, se hicieron con el poder», indica la política, que asegura que ahora, la gente «se reiría» del presupuesto que tenían entonces las concejalías.

A pesar de que estaba en la oposición, asegura que pudo hacer cosas. La relación entre todos los concejales, los que estaban en el equipo de gobierno y los que no, era buena. Los proyectos en aquella legislatura, señala, eran bastante básicos. «Más que nada, se asfaltaban caminos», apunta. Recuerda que trabajó «mucho» para crear la primera biblioteca municipal de la isla. Y también para la escuela de música, que no llegó a ver hecha una realidad. Uno de sus logros en el Ayuntamiento, asegura, fue conseguir que las mujeres del municipio pudieran hacer el servicio social -«imprescindible para poder sacarse el carnet de conducir»- en Santa Eulària. «Se hacía en Vila, encima del Pereyra. Tenían que ir durante cinco meses. Muchas trabajaban y, cuando acababan, tenían que desplazarse hasta allí. Y no había tantos autobuses como ahora», indica Tur, que rememora la «caña» que le dieron algunos periodistas de la época cuando comenzó a denunciar unas obras «en la zona de Valverde, en Siesta, donde había un urbanismo a la carta».

De la campaña recuerda que ella misma se encargó de pegar y colgar los carteles. No conserva ninguno, afirma Carmen Tur, que en aquel momento había cumplido los 49 años. El único que no colgó fue «el grande que había en la entrada de Santa Eulària». Apenas celebró mítines. De hecho, sólo recuerda uno en Las Dalias. «Iba casa por casa», apunta la política, que tiene grabadas en la cabeza las palabras que le dedicó el cura Vicent Pins cuando la vio como cabeza de lista: «Me dijo que no sabía que fuera tan animada como para presentarme».

Aquella experiencia le gustó. A los cuatro años en el Ayuntamiento de Santa Eulària le siguieron otros doce en el de Sant Joan. «Y sin apenas cobrar», destaca Tur, que asegura que el sueldo no les llegaba a los concejales «ni para pagar la gasolina» de los trayectos a los que les obligaba su puesto.