Si tenemos que hablar de Inteligencia Emocional no podemos hacerlo dejando a un lado uno de los términos que más peso cobra en esta área como el de la empatía, donde yo añado 'LA EMPATÍA, la gran sobrevalorada'. Y es que, parece que todos somos empáticos hasta que se demuestra lo contrario. 

Siempre que me toca trabajar en las empresas esta temática comienzo preguntando a los que me escuchan si se consideran personas empáticas y es frecuente la respuesta casi unísona de … “normalmente si”. No suelo tardar más de una hora en desmontarlos para darnos cuenta de que ser empáticos no es tan fácil.

Sin embargo, es habitual ver en las ofertas de trabajo que, precisamente, uno de los requisitos más importantes es la EMPATÍA para acceder al puesto. Es obvio que para las empresas contratar o reclutar perfiles que desarrollen la empatía con facilidad repercute y de forma muy positiva en la organización, simplemente basta con tener en cuenta la rentabilidad que aporta a las normas de convivencia de cualquier organización y la estabilidad que le genera en el equipo para detenernos dos minutos a profundizar un poquito sobre el tema.

Empatizar no es más que entender el punto de vista del otro incluso cuando no lo compartamos. Empatizar es ejercer el liderazgo desde la capacidad de escuchar a los demás y que estos sientan que se les escucha. Empatizar es negociar, entendiendo que la empatía forma un papel fundamental descubriendo qué es aquello en el que la otra parte le va a dar valor en esa negociación, por no hablar de que empatizar en la atención al cliente es ser capaz de atender a sus necesidades, y por su puesto a su medida, ya que la calidad es la talla de cada uno y que ya no sirve la talla única para todos.

Empatizar, en definitiva, es la capacidad de entender el mundo desde la perspectiva del otro desde sus sentimientos, desde sus vivencias, desde su experiencia y aquí, justo aquí, es donde comenzamos a tomar distancia con la empatía.

Todos sabemos lo que es sentir miedo o alegría, o hemos vivido algún que otro enfado, sin embargo nuestros miedos son diferentes y también nuestros enfados. Hablando claro, dudo que el que se enfada porque pierda el Madrid… se enfade porque pierda el Barça ¿no? Por lo tanto, aquí ya cambiarían las motivaciones de nuestras emociones.

Si todo esto lo trasladamos al mundo empresarial nos daremos cuenta de que en nuestras organizaciones, tanto nosotros como los equipos con los que nos relacionamos, hemos realizado recorridos diferentes hasta llegar a dónde llegamos y eso siempre condiciona la forma de empatizar o el ser más o menos empático. Si algo bueno hay en todo esto, es que la empatía se desarrolla, así que aún no hace falta tirar la toalla, pensemos que la empatía es como un músculo, si se ejercita se desarrolla.

Y cómo si de un entrenamiento se tratara te invito a ejercitar tres aspectos para ayudarte a desarrollar su empatía en tres pasos:

  • Observar, obteniendo pistas que me faciliten la máxima información posible.
  • Escuchar, pero de una forma activa, para escuchar activamente necesitamos pararnos para escuchar con todo nuestro ser y conectar con el otro. Escuchar desde su punto de vista y no desde el nuestro. Sin juzgar, sin dar consejos, sin interrumpir.
  • Comprender y hacer entender que estamos comprendiendo lo que el otro nos está transmitiendo. Comprender desde sus circunstancias, desde sus pensamientos.

Y como siempre, recuerde que cualquier habilidad emocional se entrena y no son fruto del azar, sino consecuencia de su esfuerzo en trabajarlas.