Memoria de la isla

Los últimos zapateros de Ibiza

«El Gremi de Sabaters fou erigit al Regne de Mallorca l’any 1370, mitjançant un decret del Rei Pere d’Aragó, qui manà que les Ordenances per les que s’havien de regir havien de ser aprovades pel Veguer. La Germandat, no obstant, durà tan sols de Nadal a Sant Esteva per mor de l’antagonisme que imperava aleshores entre la vila d’amunt i la vila d’avall, quedant dividit el Gremi en dues Germandats, independents i fins i tot enemigues»

El Mercat Vell de Eivissa.

El Mercat Vell de Eivissa. / Toni Escobar

Miguel Ángel González

Miguel Ángel González

Hace más de 15.000 años, dejamos de caminar descalzos. En pinturas rupestres, nuestros ancestros ya protegen con pieles sus pies. Las sandalias egipcias y romanas son casi iguales a las nuestras y los hititas ya usaban tachuelas en las suelas y tacones en sus botas para fijar el pie en los estribos de sus monturas.Con una historia tan dilatada sorprende que hayamos prestado al calzado tan escasa atención. Al hablar de los viejos oficios casi nunca se menciona la cuestión del calzado que, por extraños motivos, ha sido mal visto y motivo de supersticiones. Dejar zapatos sobre la cama era llamar a la Parca, guardar zapatos viejos daba mala suerte y mucho peor era usar zapatos de difunto. Los niños, en cambio, por lo que yo recuerdo, teníamos una visión mágica de los zapatos, tal vez por su papel en El gato con botas, la Cenicienta, Pulgarcito, Las botas de siete leguas o El Mago de Oz.Y pues repartíamos patadas a placer, las alpargatas no nos duraban. Suerte tuvimos de las botas de Segarra que, con suela de rueda de camión, eran prácticamente indestructibles y en las familias numerosas pasaban de los hermanos mayores a los más pequeños. Los zapatos ‘buenos’ eran para los domingos y estrenar zapatos era motivo de celebración, de aquí aquello que se decía, «está más contento que un niño con zapatos nuevos». 

El valor de estar hechos a medida

Me digo, visto lo visto, que necesariamente tenían que salir caros unos zapatos hechos a medida, pero sin que llegara a pagar, como estas frases recuerdan, lo que costaba hacerlos:   —Mestre, com vos va sa feina? / Què guanyau molt, taconant? / —Hi ha dies que guany tant / com si fos festa o diumenge.

Hoy ha desaparecido el zapatero de oficio. Y no ha sido como se cree por la producción industrial del calzado que ya existía hace dos mil años. Botas y sandalias en serie ya las fabricaban egipcios, persas, púnicos y romanos, para sus tropas de a pie, el grueso de sus ejércitos. Lo cierto es que, desde que tenemos memoria, junto a la fabricación seriada del calzado, ha existido siempre el zapatero capaz de fabricar con sus manos un buen par de zapatos a medida y eso sí, por encargo. Hacerse un par de zapatos era un capricho para quien podía pagarlo, con la ventaja de que el zapato se ajustaba al pie como un guante y el cliente podía escoger la piel, el tipo de suela, la altura del tacón y cosas así. 

Eran, por supuesto, como decimos en Ibiza, sabates de vestir, d’anar mudats, zapatos para los domingos y fiestas de guardar. Cuando yo era niño,a finales de los años 40 y en los primeros 50, el zapatero-zapatero ya había desaparecido. Teníamos limpiabotas, enlluestradors. Los recuerdo en una caseta situada en la plaça de sa Font, delante del paredón de la muralla, junto a can Viñets, y en la misma calle de las Farmacias, cerca del MercatVell, en un sotaescala de veïns. También teníamos el zapatero remendón que ya no hacía zapatos y se limitaba a darle una segunda vida al zapato viejo con recosidos, parches y suelas nuevas.Uno estaba debajo del Rastrillo, otro en el carrer de sa Creu, un tercero junto al bar Añón y, si no me falla la memoria, también había uno al lado del Central Cinema.

Nadie

Al escribir estas notas de elogio y de memoria a la modesta pero compleja artesanía del zapatero de oficio, me he topado con un muro. En Ibiza no he conocido a nadie que pudiera explicarme los entresijos de su trabajo y en otras geografías los talleres de zapatería están mecanizados. Casualmente, hace ya algunos años descubrí en un viaje a Menorca, concretamente en Alaior, un pequeño obrador donde pude contactar con el padre de uno de los operarios, ya jubilado, Mestre Jaume Munar Oliver, que había sido zapatero de verdad. Dándole la murga a su hijo, he conseguido finalmente que me remita unas notas recogidas de su padre y que desde aquí agradezco. Las doy tal como las he recibido: «Es Sabater havia de tenir cutxilles, alicates, planxa, bigalot, repols, compàs, tirapeu, maça, banya, raspa, boixeta, alena, esbravador, guitzoll, punxó de cosir i de foradar, planxetes, peu de ferro, estanalles d’entatxar, d’arrabassar, de taiar i planes, dos martells, un d’aficar tatxes i un de pla per assentar; a més de formes de tota mena, de nin, al·lot, homo i dona; màquina de repuntar, patrons, fils resistents i pasta d’aferrar que feiem amb farina i pedra blava perquè no fermentàs, no tornàs agra i no hi anassin ses mosques. Ho bolliem tot amb aigo i mos sortia una pasta espessa, millor que es midó.Feiem servir sapell de cabra i per sabates fines sapell girada de bou. I per forrar, badanes d’ovella o mé. Lo primer de tot necessitàvem es patró que treiem de sa forma. De sa sola, taiavem ses plantilles, es forts, ses puntes i ses gires, tires de pell de 1,5 cm d’amplària que havien de voltar la sabata i mos servía per ajuntar es d’amunts amb sa sola. Ses plantilles humidess’estenien i s’estiraven damunt sa forma perquè prenguessin es seu jaient i les subjectàvem amb tatxes. Llavors, rebaixavem es regruixos i tot alló que podía fregar amb sa pell d’es peu. Posavem es corte empastat damunt sa punta forta i l’entatxavem, malavetjant que no quedés cap rua, ho cosiem amb s’alena i ja teniem sa sabata junt-solada. Una vegada juntsolat es parei, se desvirava sa gira i era es moment de donar forma a sa sabata. Només restava posar´hi s’ànima que aguantava sa sabata i anava d’es tacó a s’empit. I ses soles que fins ara les teniem humides, les hi donavem una bona pasada de martell, per fer-les més fortesi les subjetàvem amb tatxes. Finalment, amb un vidre feiem un rebaix, voltant voltant, i amb un fil acabavem ses junt-solades. Els tacons se feien posant capes i més capes de sola prima fins que arribàvem a s’altura de sa planta des peu. Llavors amb sa cutxilla la retaiàvem i la deixàvem ben llisa». 

Releo el proceso y, la verdad, no consigo seguir todos los pasos, aunque tampoco es raro, yo no soy zapatero. Sea como sea, mi agradecimiento a Mestre Jaume. 

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