Diario de Ibiza

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Pou des Lleó y los pliegues de Tagomago

Entre la costa de Sant Carles y la Cala de Sant Vicent existen innumerables miradores del islote de Tagomago. Uno de los estratégicos aguarda sobre un muelle de pescadores, desde el que pueden contemplarse en horizontal los asombrosos pliegues del islote

Tagomago, al fondo, vista desde los varaderos de Pou des Lleó. X.P.

Lo blando es más fuerte que lo duro; el agua es más fuerte que la roca, el amor es más fuerte que la violencia. (Hermann Hesse)

A cualquier ibicenco que se le pregunte por el islote más impactante de la costa de Ibiza probablemente responda que es Vedrà, por su altitud, magnificencia y cercanía, unos atributos que le permiten elevarse por encima de la gran mayoría de montes de la isla. Tal vez algún vecino de la bahía de Portmany escoja sa Conillera, junto al que el sol se esconde cada tarde enrojeciendo el cielo. Y en determinadas zonas de Sant Carles es posible que opten por Tagomago, una isla mucho más plana, pero con una orografía asombrosa; sobre todo al contemplarse desde los campos y montes próximos a la costa de Pou des Lleó.

Una vez se circula por la carretera que conduce a esta cala, el paisaje se abre hacia el islote, sobrevolando campos de almendros, algarrobos e higueras, y sobre ellos, el mar. Desde esta posición elevada ya se distinguen sus formas insólitas de roca desnuda coronada de verdor, con la mansión en el centro, que desde esta distancia parece una casita. Únicamente el extremo sureste, el más alto, queda semioculto por la punta d’en Valls, enmoquetada de pinos y con la torre de defensa asomándose entre la vegetación. En algún instante, la perspectiva proporciona cierta impresión de que el islote no es tal, sino una península colosal que se adentra hacia el mar, aferrada a la isla grande.

El más apoteósico mirador del islote, sin embargo, aguarda al nivel del mar, junto a los varaderos de Pou des Lleó, un rincón distinto al denominado Canal d’en Martí, que está situado al final de la carretera y con el que hay tendencia a confundirse. El primero requiere tomar el desvío junto a la fonda por un camino de tierra. Allí espera una pequeña y rocosa media luna, habitualmente cubierta por un lecho de posidonia seca. En el extremo norte, un conjunto de cuatro refugios, uno de ellos cerrado mediante un cañizo que suele estar destartalado, con sus correspondientes varaderos inclinados por los que se deslizan las embarcaciones hasta el mar. Junto a los raíles de pino, un muelle rústico, de superficie plana, donde tumbarse al sol y contemplar esos extraordinarios pliegues de Tagomago en posición horizontal. Se hallan a una distancia lo suficientemente cercana como para tener la sensación de poder acariciarlos.

Hipnótico

Cuando se navega alrededor de Tagomago, explorando todos sus recovecos, este acantilado de capas oblicuas situado en la Punta de sa Rajola, siempre constituye el lugar más asombroso e hipnótico del recorrido. Tal vez porque exhibe de forma descarnada la fuerza de las placas tectónicas, cuando expulsan de las entrañas de la tierra islas, continentes, montañas y volcanes.

Desde la costa, al pie de los varaderos, las capas regulares y paralelas de roca, como diseñadas con tiralíneas, contrastan con los escollos caóticos y puntiagudos de la orilla, que se funden con el agua cristalina de la cala, esmeralda y sombría por los fondos rocosos que se alternan con acumulaciones de posidonia muerta. Desde este enclave único, solo cabe el asombro para el foráneo y la reconciliación para el nativo.

El pozo que se vino abajo

El viajero profano tiende a asimilar el paisaje de Pou des Lleó como un territorio sin mácula, que conserva la esencia de lo que fue Ibiza antes de la llegada del turismo. La experiencia para el residente, sin embargo, resulta agridulce, sabedor de que, en el lado sur de la orilla, donde un fragmento de acantilado de costa baja se ha venido abajo por la incesante labor de zapa del Mediterráneo, existió uno de los pozos históricos de la costa pitiusa. Del Pou des Lleó, que además bautiza la cala, ya se tiene constancia documental en el siglo XVI, pero probablemente los marineros lo usaran para aprovisionarse de agua dulce desde tiempos inmemoriales. Su capilla labrada en la tierra compacta se derrumbó en enero de 2020, tras unos intensos temporales. Se veía venir desde hacía tiempo. 

Xescu Prats es cofundador de www.ibiza5sentidos.es, portal que recopila los rincones de la isla más auténticos, vinculados al pasado y la tradición de Ibiza

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