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Imaginario de Ibiza

La irresistible belleza de Tanit

A diferencia de lo ocurrido en otras latitudes, Ibiza ha podido retener a su diosa púnica de terracota, la más subyugante pieza que se exhibe en el Museo Arqueológico de Puig des Molins

Efigie de Tanit en el Museo Monográfico.

La belleza perece en la vida, pero es inmortal en el arte. (Leonardo Da Vinci)

En 1897, unos labriegos que faenaban en la zona de La Alcudia, donde estuvo asentada la histórica capital íbera de Ílice, hallaron, escarbando entre piedras y terrones, una escultura de piedra caliza extraordinariamente realista. Aquel busto de mujer, con un llamativo tocado circular y ataviada con ricos collares, acabaría convirtiéndose en una de las piezas artísticas más importantes rescatadas de la antigüedad peninsular. Milagrosamente, la estatua no fue dañada por los golpes de azada y sus descubridores lograron desenterrarla con cuidado y entregársela a su hacendado. Tras permanecer expuesta durante semanas en el balcón de su casa, el hallazgo llegó a oídos de los arqueólogos del Museo del Louvre, que la adquirieron y se la llevaron a París.

La Dama de Elche permaneció allí expuesta hasta 1941, cuando el gobierno español pudo recuperarla gracias a un intercambio de obras artísticas con Francia. Las autoridades la dejaron bajo custodia del Museo del Prado, hasta que, en 1971, pasó a ocupar una de las vitrinas preferentes del Museo Arqueológico Nacional. El viajero que visita el Museo Arqueológico y de Historia de Elche (MAHE), un recinto espectacular que ocupa el antiguo palacio de Altamira, en el centro de la localidad y a corta distancia del famoso palmeral, enseguida busca a la Dama, que aguarda en la torre del homenaje de la fortaleza. Dicen que la réplica es exacta a la pieza custodiada en Madrid, pero su falta de autenticidad se percibe de inmediato. No desprende el magnetismo de las grandes obras que sí emana de las otras tallas íberas que hay a su alrededor. Contemplarla, de hecho, genera una insólita sensación de vacío. Conecta con el sentimiento de orfandad colectiva de una urbe que, hace más de un siglo, perdió su más importante símbolo y, pese a los reiterados intentos, no ha podido recuperarlo.

La impresión es justamente la inversa a la que se disfruta al escrutar a nuestra Tanit en el Museo Arqueológico de Puig des Molins. Irradia una belleza tan densa e insólita que traspasa y sobrecoge, especialmente a quien la examina por primera vez. Nuestra dama de terracota, a menudo comparada en belleza con la de Elche, despliega un encantamiento por sí misma, pero también lo hace por contraste. Las cerámicas que la rodean en la vitrina, pese a su inmenso valor arqueológico, parecen figurillas modeladas por las manos inexpertas de un niño: narices toscas, orejas desproporcionadas, mejillas asimétricas, boca torcida... Casi resultan picassianas. La gran Tanit, sin embargo, refleja a una mujer de rasgos delicadísimos y perfectamente delineados, que se ajustan al canon de belleza de la intemporalidad.

Dicen que los fragmentos de piedra volcánica que se integran en la arcilla que le da forma proceden del Etna, el volcán siciliano, y que en aquella isla distante, donde también se asentaron los púnicos, fue extraída de un molde y cocida por un maestro griego. Ocurrió en el siglo IV o III antes de Cristo y, aunque tal vez el encargo fuera la efigie de Tanit, es probable que el artista se inspirara en Deméter, deidad que le resultaba mucho más familiar, o en su hija Koré.

Viajó hasta Ibiza en aquella remota antigüedad y fue depositada en un hipogeo de Puig des Molins, para que acompañara a alguien en el tránsito hacia la otra vida. Los arqueólogos la desenterraron en 1913 y, a diferencia de lo ocurrido en Elche, nadie importante pujó por llevársela a otro lugar. La experiencia de mirarla a los ojos constituye suficiente motivo para escaparse a Ibiza. Qué lástima que el mundo lo ignore.

La clave

PATRONA DE CARTAGO

Tanit, equivalente a la diosa fenicia Astarté, se convirtió en la patrona de Cartago. Consorte de Baal Hammon, era considerada la divinidad de la luna, la sexualidad, la fertilidad y la guerra. Los primeros colonos púnicos, tal vez llegados de Gadir (Cádiz), le rogaban suerte en los negocios y alumbramientos felices para sus hijos, sacrificando aves y otros animales en el santuario de es Culleram, donde fueron desenterradas cientos de efigies completas de la diosa y miles de fragmentos. Ibiza era su territorio y lo sigue siendo.

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