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Reportaje

Postales desde el volcán de La Palma

La erupción volcánica de La Palma es una encrucijada de emociones, preguntas, consecuencias y secuelas que solo puede abarcarse en un ‘collage’ de impresiones

De noche, y a cierta distancia, desde el mirador del Time, se aprecia mejor la magnitud del desastre. CAT

La ceniza lo va cubriendo todo. Ese polvo gris oscuro que a veces es arenisca de menos de un milímetro y a menudo se mezcla con piroclastos de más de medio centímetro que golpean con un sonido metálico los cristales del coche y arañan la piel. La actividad más habitual de los palmeros –desde hace casi dos meses y de norte a sur de la isla– es barrer y retirar ceniza. Incluso allí donde el volcán Cumbre Vieja no puede verse, donde no se contempla el fuego de sus explosiones continuas, sus emisiones de gases, humo y ceniza lo hacen omnipresente en la isla de La Palma; desde Fuencaliente hasta Charco Azul, los platanares aparecen cubiertos de polvo y la combinación de humo y gases dibuja franjas oscuras en el cielo, originando atardeceres que parecen marcianos.

La columna de humo es visible ya desde Tenerife, como un hongo atómico que se levanta por encima de las nubes. De hecho, el avión no ha podido aterrizar en el aeropuerto de Tenerife norte debido a la ceniza y ha sido desviado a Tenerife sur, con la apostilla del piloto de que aún hemos tenido suerte porque creía que habría que ir hasta Lanzarote para poder encontrar un lugar donde aterrizar con garantías. Son los primeros contactos con el volcán Cumbre Vieja, cuyo hongo de humo elevándose al cielo es también lo que recibe a quienes llegan a La Palma en el ferry que cubre el trayecto desde Los Cristianos en Tenerife hasta el puerto de Santa Cruz. El barco va cargado de periodistas y de tinerfeños que se dirigen, exclusivamente, a ver el volcán.

En primer término, El Paso, con la iglesia de Nuestra señora de Bonanza. CAT

Y si la columna de humo ya impresiona, acercarse a la zona caliente implica entender, casi de golpe, por qué tantas comunidades instaladas en tierras volcánicas han interpretado las explosiones de fuego como la furia de los dioses y han creído que en los cráteres vivían demonios; en el Teide –sin ir más lejos y según la mitología guanche– habitaba el diablo Guayota.

En realidad, más preciso que el nombre de Cumbre Vieja es el de Cabeza de Vaca, ya que ese es el paraje más cercano al punto en el que el magma decidió salir al exterior para convertirse en lava, que viene a ser lo mismo pero en distinto escenario. Lo cierto es que para los palmeros el volcán es solo ‘el volcán’, pero ya hay expertos canarios que proponen bautizarlo con el nombre de algún personaje de la mitología guanche o con algún término aborigen, como en los casos del Tehuya o del Teneguía, que, por cierto, entró en erupción hace exactamente medio siglo.

Conocer la historia volcánica más o menos moderna de La Palma, de hecho, es una nueva sorpresa. Visitar el cráter del San Antonio y su área de interpretación y observar desde allí las suaves laderas negras y perfectas de lo que hoy es el Teneguía plantea preguntas que quienes no habitan una isla volcánica tal vez sean incapaces de entender. La primera es, desde luego, a quién se le ocurre vivir allí con esos antecedentes; el Teneguía hizo crecer La Palma dos millones de metros cuadrados y uno solo de los días previos a la primera explosión se registraron mil movimientos sísmicos. Quizás no haya nada que entender. Vivimos sobre un planeta vivo.

Y el volcán ruge como si, efectivamente, un diablo enfurecido lo habitara. Y este está especialmente encolerizado, porque, durante muchos días, sus explosiones han sido continuas, sin pausa. Otros volcanes –como el Kilauea, uno de los más activos del mundo y hogar de la diosa Pelé– suelen arrojar lava sin tanto alarde de artificiero. Es la diferencia entre erupciones efusivas y explosivas. Pero incluso el Stromboli –usado como ejemplo de volcán explosivo y que da nombre a la categoría de erupción estromboliana en la que se ha clasificado al Cumbre Vieja– presenta habitualmente periodos de calma más largos.

Al anochecer se aprecia mejor la intensidad delas explosiones continuas del volcán. CAT

El Cumbre Vieja tiene una explosividad mayor que la media. Y así lo han destacado la mayoría de los expertos. Algunos días, tres conos distintos han registrado explosiones continuas a lo largo de prácticamente todo el día. Todo el día rugiendo, arrojando cenizas, piroclastos y lava, una lava que baja por la ladera cubriéndolo todo a su paso. De día, las densas columnas de humo y gases, con todos los tonos del blanco al negro, son lo más visible del volcán. Al llegar la noche, el fuego de sus bocas –los tonos naranjas y rojos– se va haciendo más notorio, hasta que distingues millares de puntos incandescentes saltando por los aires y, ya en noche cerrada, las rocas encendidas que ruedan por la ladera dibujan los contornos del monte.

La primera noche que ves encenderse la montaña, crees estar viendo la puerta del infierno, pero, aún así, quieres acercarte más, quieres ver con tu teleobjetivo esas bombas rodando ladera abajo. Un compañero recuerda entonces un clásico del cine de catástrofes, ‘Krakatoa’. Al este de Java, una película del 68 de la que, por cierto, muchas escenas se rodaron en Sóller; su protagonista, el actor alemán Maximilian Schell, se paseaba por Ibiza en aquella década con la princesa Soraya.

Las cenizas cubren las salinas de Fuencaliente CAT

El Krakatoa es un volcán para recordar, desde luego, porque protagonizó, en 1883, una erupción tan devastadora que se destruyó a sí mismo y la isla que lo albergaba. El sonido de su última explosión alcanzó 3.500 kilómetros –lo llaman el sonido más fuerte que se ha escuchado en la Tierra– y cerca de 40.000 personas murieron, especialmente por los tsunamis que arrasaron costas de Sumatra y Java. Además, el polvo, la ceniza, cubrió gran parte del planeta durante meses, lo que produjo cambios en la circulación atmosférica que beneficiaron con lluvias a algunas áreas del mundo y la temperatura descendió un grado. Lo cierto es que el análisis de una erupción volcánica cubre un amplio abanico de efectos, y su capacidad para provocar cambios globales en el clima no está, desde luego, entre los menos importantes. De esta forma, otra de las preguntas que hay que plantearse es cómo, finalmente, podría influir el volcán de La Palma en el clima o cuál puede ser su contribución al cambio climático. A pesar de que su erupción no esté al nivel de un Krakatoa, un Tambora o un Pinatubo.

De momento, y por aportar algún ejemplo más de la gran variedad de consecuencias del volcán, las cenizas han arruinado, volviéndola negra, la blanca sal de las famosas salinas de Fuencaliente. A más de 2.300 metros de altura, en el Roque de los Muchachos –desde donde el Cumbre Vieja se contempla a lo lejos como el Monte del Destino de El Señor de los Anillos– se encuentra uno de los complejos astronómicos más importantes del mundo. Su actividad se ha reducido debido a las nubes de humo y ceniza que hasta allí llegan; el GTC (Gran Telescopio Canario), el mayor telescopio óptico del mundo, ha permanecido cerrado para evitar que la ceniza pudiera rayar sus espejos.

El volcán tiene un poder de atracción sobrecogedor. Y solo cuando te alejas de él, cuando te sitúas a cierta distancia, puedes librarte de su ‘campo de gravedad’ y abarcar la magnitud del desastre. Desde el mirador del Time, entrando en el municipio de Tijarafe, se contempla el valle de Aridane, con sus plantaciones de plátano, Los Llanos, El Paso, la Laguna... Se empiezan a encender las luces de pueblos y viviendas y entonces te das cuenta de que el magnífico espectáculo de la naturaleza es mucho más. No es un volcán en las lejanas tierras inhóspitas de Mordor; es un dragón arrasando con su aliento de fuego una ciudad.

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