Diario de Ibiza

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El agente naranja del mar pitiuso

Entre las esponjas rojas que pueden encontrarse en el litoral de Ibiza y Formentera destacan dos especies muy similares que son muy abundantes hasta 30 metros de profundidad

Esponjas naranjas en ses Bledes. | CAT

Cuando se introdujo en el agua la luz artificial, nos descubrió los brillantes colores que jamás ojo alguno había contemplado, ni siquiera los de los mismos peces. ¿Por qué el mundo submarino es multicolor y variopinto? ¿Desempeñan los colores en él alguna función? ¿Qué papel juegan? Podemos entender la presencia de los colores en las aguas someras donde penetra la luz del sol; pero ¿por qué existen también en las aguas profundas elegantes matices cromáticos, rosas, púrpura, violeta, amarillo? ¿Por qué esta espléndida paleta en un mundo donde no llega la luz del sol?» Tales preguntas se formulaba el explorador marino Jacques Cousteau y así se recogen en el tomo dos de la Enciclopedia Cousteau Mundo Submarino que se publicó en los años 70. 

Hay esponjas azules, moradas, amarillas, en distintos tonos de naranja, verdes, grises y negras como el carbón que conforman paisajes submarinos espectaculares. Sin embargo, a medida que se desciende a mayor profundidad, la luz va escaseando y los colores van desapareciendo, y además lo hacen en un orden determinado; los rojos, los naranjas y los amarillos son los primeros que se pierden. 

Y esos son, precisamente, los colores de algunas de las esponjas más espectaculares que pueden verse en el litoral pitiuso. Entre ellas cabe destacar dos especies muy similares, con tonos del naranja al rojo, y con los nombres tan descriptivos y simples de esponja naranja (Spirastrella cunctatrix) y esponja roja (Crambe crambe). Con frecuencia son conocidas como esponjas incrustantes naranja y roja y, de manera más general y sumando algunas especies más, son las denominadas popularmente esponjas rojas. 

En realidad, a menudo el paso de un tono al otro resulta tan sutil que es fácil confundir las dos especies; los expertos no se atreven a identificarlas sin tener un trozo de tejido bajo el microscopio. La primera es áspera mientras que la segunda –especie endémica del Mediterráneo– es lisa; a simple vista, la esponja naranja presenta, más marcados que Crambe crambe, unos conductos, como venas, que confluyen en los ósculos, los orificios por los que sale el agua que previamente ha entrado por los poros y ha filtrado su alimento. Es quizás una manera muy rudimentaria de resumir tanto el proceso como la identificación de las dos especies, pero es, al menos, un primer acercamiento a su distinción y biología.

Las dos alcanzan profundidades –hasta los 30 metros– a las que llega poca luz del sol y donde prácticamente todos los colores han ido desapareciendo, proporcionando al paisaje monótonos tonos de grises, azulados y negros.

Cuando enciendes la linterna y apuntas a alguna pared, a alguna cueva o grieta, descubres de pronto el mundo submarino multicolor que atrapó a Jacques Cousteau. 

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