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Las salinas d’en Marroig, apéndice de s'Estany Pudent

Poco a poco se va recuperando la retícula de piedra que conforma los estanques salineros de Formentera, que al parecer volverán a ser productivos en toda su extensión | La salmorra que ya se extrae en algunos de ellos se exporta para la industria alimenticia.

Uno de los estanques salineros de Formentera.

"El mejor olor, el del pan; el mejor sabor, el de la sal; el mejor amor, el de los niños". (Graham Greene).

Las salinas de Formentera constituyen una de las sorpresas inesperadas que la isla depara al viajero. Hay quien navega hasta el puerto de la Savina y, nada más desembarcar, decide darse un primer chapuzón en el azul de ses Illetes; o tal vez su alojamiento está situado en es Pujols o alrededores. En ambos casos, el afortunado deberá comenzar circundando s’Estany Pudent. Primero se topará con las salinas d’en Ferrer, al principio de la carretera, donde la ribera del estanque se cubre de espuma; luego deberá sortear la acequia que, como un cordón umbilical, vincula el estanque con el mar, y, si además ignora el desvío que desemboca en la playa más emblemática de la pitiusa menor, acabará enfrentado a la hipnótica y dilatada retícula de piedra que conforma una treintena de estanques aferrados al norte de s’Estany Pudent y que, como si fuera su apéndice, se inserta en la punta des Trocadors, flanqueando desde el interior las dunas de ses Illetes y Llevant.

La visión genera el agradable estupor de lo inesperado, ya que cualquier aspecto secundario de Formentera suele quedar diluido por el atractivo y el renombre de sus playas. El color del agua, si la hay, pues a veces únicamente aguarda inerte un espejo de sal, varía en cada cuadrícula y algunos meses presenta un intenso tono rosáceo, que atrae a bandadas de flamencos.

Muros, acequias, motas y canales se complementan con viejos molinos de piedra, refugios de motores y las casas de la rueda y el telégrafo. Todos estos elementos, en proceso de ruina en su mayor parte, ahora se están recuperando progresivamente. En cualquier caso, el paisaje apastelado, en contraste con el verdor de los arbustos de sabina que se encaraman a las dunas en el horizonte, es soberbio e invita a explorar junto a las lagunas y tratar de resolver, probablemente de manera infructuosa, el funcionamiento de este insólito mecanismo de concentradores, cristalizadores y tránsitos de agua, que antaño conformaban una productiva industria salinera, medio de vida de buena parte de la población de la isla.

Hipersalinizados

En 1985, las salinas se detuvieron y por eso los estanques d’en Marroig hoy se encuentran hipersalinizados, empeorando progresivamente las condiciones de vida de las cerca de ochenta aves residentes y migratorias que las emplean como hábitat. De ahí que sus principales estructuras ahora aparezcan melladas, por la implacable erosión del agua y el salitre.

En 2009, una empresa belga llamada Posidonia volvió a explotar los estanques d’en Ferrer, situados junto al puerto de la Savina, al oeste del Estany Pudent, que ejerce como gran concentrador del entramado.

En su docena de estanques se producen unas 300 toneladas al año de salmuera, con una concentración aproximada de 250 gramos de sal por litro. Se emplean en la industria alimentaria, para obtener productos bajos en sodio, sin perder sabor. Esta misma empresa dedica ahora sus esfuerzos a recuperar los elementos tradicionales de los estanques d’en Marroig, para conservar la fauna que acogen y devolverles la productividad.

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