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Reportaje

La fortaleza de las dunas de Ibiza

La presión del sector turístico obliga a las administraciones de las islas a retirar la posidonia de las playas en contra del criterio científico, que resalta la importancia que los diques de ‘alga’ muerta tienen en la configuración y protección del litoral. En las playas de Ibiza existe un protocolo de retorno que reduce el impacto de la retirada de los arribazones y, en Formentera, el Consell ofrece los montones retirados para usarse en el campo y en la construcción 

A pesar de los carteles, es fácil encontrargente en el interior de las dunas de es Cavallet. CAT

Del verde al marrón. De especie protegida –patrimonio de la humanidad en es Freus y joya de la corona del Mediterráneo– a problema socioeconómico. La posidonia –la planta Posidonia oceánica– está amparada en la playa sumergida pero pasa a estar «criminalizada por el sector turístico en la playa emergida». Y, sin embargo, tan importantes para los ecosistemas de las islas son las verdes praderas vivas que conforman el hábitat propio del Mediterráneo como lo son los montones de hojas muertas que el mar arrastra hasta las costas conformando con ello barreras naturales que frenan el embate del oleaje. 

Los grandes montículos que se forman en Platja d’en Bossa ejerciendo su función de dique. CAT

«Dan estructuración a la playa, son un importante aporte de sedimento carbonatado que proviene de la posidonia y son también una fuente de materia orgánica para las primeras comunidades vegetales que tenemos en el sistema. Todo está relacionado». Así resume el geólogo y geógrafo Francesc Xavier Roig Munar la importancia de los montones de hojas que, año tras año, con el proceso natural de la planta y de los sistemas costeros, se acumulan en el litoral. Suyo es el uso del verbo criminalizar para referirse al tratamiento que recibe la posidonia seca por parte del sector turístico balear. 

El biólogo Joan Carlos Palerm, presidente del Grup d’Estudis de la Naturalesa (GEN), subraya que la playa emergida y la sumergida «conforman ecológicamente una unidad, y cuando alteramos una de las dos, rompemos esa unidad, aunque a simple vista sea difícil de entender». La posidonia es parte fundamental del litoral mediterráneo, de esta unidad de playa en la orilla y playa bajo el agua, y la planta muerta «no sólo se convierte en un dique que protege la costa en caso de temporal y da estabilidad a las dunas, sino que también necesitamos la producción de esa posidonia». Y se refiere el biólogo al aporte sedimentario; la playa no sólo la forma el sílice de la arena sino también restos de organismos que, como los foraminíferos, habitan en la pradera de posidonia y llegan en las hojas ya secas. Es decir, la playa, el sedimento arenoso que la conforma en Balears, no existe sin este aporte y destruirlo implica destruir la playa. Asimismo, los arribazones suponen alimento y nutrientes para las comunidades de fauna y flora del litoral. 

«Los sistemas dunares de Baleares han estado muy castigados, sobre todo para convertirlos en parte del urbanismo. Platja d’en Bossa, por ejemplo, era un gran sistema dunar que fue sacrificado por un proceso urbano», señala Roig Munar, que destaca dos playas en parques naturales, ses Salines y es Trenc (Mallorca), como ejemplos de áreas con mucha presión turística y de visitantes y, por tanto, en proceso de degradación. Es Cavallet –que tanto el geólogo como el biólogo usan de paradigma del sistema playa- duna antaño preponderante en el archipiélago y que la posidonia contribuye a conservar– y s’Espalmador «aún tienen sistemas dunares bien conservados», en palabras de Roig Munar. Y ello a pesar de las continuas presiones.

De hecho, es Cavallet tampoco se libra de las máquinas que rompen el proceso natural de la costa. Ibifor (empresa que gestiona los negocios de las playas del parque natural de ses Salines) se encarga de cribar la arena y retirar la posidonia seca cuando molesta a los locales de esta zona protegida. 

Ceremonial de cada primavera

Año tras año, en cuanto comienza la temporada turística, el sector hotelero y hosteleros con negocios en primera línea de costa presionan a los ayuntamientos para que «limpien» las playas. A menudo recurren a los medios de comunicación para que informen de «la suciedad» que las afea, asegurando que a sus clientes no les gusta, que huele mal y calificando las barreras de posidonia seca de montones de basura. Talamanca es, en Ibiza, el mejor ejemplo de este ceremonial que se repite cada primavera

En Ibiza, intentando contentar a todos, se ha optado por el mal menor. Es decir, la posidonia se retira al iniciarse la temporada pero se amontona en solares adaptados para ello para devolverla a su lugar ya en otoño.

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Y el problema es el mismo en todas las islas, pero las soluciones son distintas. En Ibiza, intentando contentar a todos, se ha optado por el mal menor. Es decir, la posidonia se retira al iniciarse la temporada pero se amontona en solares adaptados para ello para devolverla a su lugar ya en otoño. Con ello, explica Francesc Xavier Roig Munar –que ha participado en el protocolo de gestión de la posidonia seca de instituciones como el Ayuntamiento de Ibiza–, al menos se produce una retirada «con criterios sostenibles» y se evita la pérdida de grandes cantidades de arena. «La erosión ahora es puntual, no constante». Alude el geólogo a un estudio realizado en el año 2019 en veinte playas de Balears en el que se valoró la cantidad de sedimento –de arena– que las máquinas se llevaban del litoral al retirar la posidonia. Con ello se llegó a la conclusión de que, con el sistema de retirada sin devolución, el 82 por ciento de la arena se perdía.  

«Municipios como Santa Eulària, Sant Josep o Vila tienen solares donde guardar la posidonia. Allí se seca y queda el sedimento. Puede que no la devuelvan a la playa el mismo año, pero aquella arena está allí para su retorno, no es como antes, que se retiraba y después esa arena se dispersaba por el mundo y no regresaba a su sitio». De esta forma explica Roig Munar que el sistema de Ibiza es el mejor –el menos malo–, ya que prácticamente en toda la isla de Mallorca y también en Menorca –flamante Reserva de la Biosfera–, la posidonia, sencillamente, se saca de las playas para no volver jamás. En algunos puntos del municipio de Santa Eulària se prueba la opción, aún mejor que la retirada-retorno, de colocar los montones de ‘alga’ en los lados de la playa dejando libre para los bañistas la mayor parte de la zona de arena. 

En Formentera, la solución es distinta a la de Ibiza, porque los montículos de arribazones son donados a los interesados para su reutilización en el campo o en la construcción. En el mes de mayo se han retirado 2.000 metros cúbicos en ses Illetes y Cala Saona y la conselleria de Medio Ambiente señala en una nota de prensa que la intención es «darle un nuevo uso a la posidonia». 

La máquina trabajando en Talamanca a primera hora de la mañana. CAT

El calendario socioeconómico

Otra cuestión importante es la fecha. El denominado, para abreviar, decreto de posidonia (Decreto 25/2018 de 27 de julio, sobre la conservación de la Posidonia oceánica en las Illes Balears) establece que «los restos de posidonia no se pueden retirar entre los días 31 de octubre y 15 de marzo en sectores de las playas urbanas, y entre los días 30 de septiembre y 1 de mayo en playas naturales con servicios». 

«Si se decide que hay que hacerlo, tiene que ser lo más tarde posible, porque el calendario debe ser ecológico y no socioeconómico», asegura Joan Carles Palerm, que señala que en marzo y abril es demasiado pronto para desproteger las playas y que, en cualquier caso, «convendría no retirarla nunca en playas como es Cavallet o ses Salines; son parte de un parque natural y además son playas sin hoteles que tendrían que ser un ejemplo y dar prioridad a la conservación». 

En este sentido, además, destaca que, por el mismo proceso natural, los restos de posidonia desaparecen solos de las playas, van acumulándose hacia los lados y en pleno verano, si se dejara a la naturaleza seguir su curso, ya no se verían los montículos que en primavera se amontonan sobre la arena; sólo quedarían, con un poco de paciencia, las pelotas de fibra de posidonia que el oleaje va compactando y redondeando. 

Ya en el preámbulo del decreto de posidonia se señala que «su retirada en playas naturales o seminaturales no se considera conveniente desde un punto de vista ambiental», pero que «existe una fuerte demanda de los sectores económicos con el fin de mantener las playas solo con arena». En este punto, el camino a seguir podría ser el de reducir esa «fuerte demanda», que los sectores económicos y la sociedad entendieran el grave daño al ecosistema que provoca la intervención en las playas y dejara de considerar los diques de posidonia como un problema, como desechos o basura. En palabras de Joan Carles Palerm, «hay que entender que las playas durarán más años si la posidonia no se quita». Francesc Xavier Roig ve muy lejana tal posibilidad, «porque tenemos una imagen totalmente prostituida de lo que es el medio litoral natural». 

Lo cierto es que el problema derivado de la falta de concienciación sobre la importancia de los restos procedentes del mar en la conformación y mantenimiento de las playas no es exclusivo de Baleares. En algunas zonas de la costa peninsular mediterránea se está optando por el lanzamiento de campañas, con paneles informativos, para explicar a los bañistas los motivos por los que debería mantenerse la posidonia muerta en las playas y aprender a convivir con ella. Aunque se sigue retirando de forma masiva en todo el litoral. En otros lugares del mundo, la misma controversia se origina año tras año; en el Caribe, explica Roig Munar, similar problema y similares soluciones poco ecológicas se dan con la especie Thalassia testedinum o con los zargazos. 

Y si tal frenética actividad de ‘limpieza’ primaveral implica un elevado impacto ecológico, tampoco debería despreciarse el alto coste económico que supone para las arcas de cada municipio. Desde el agua hasta la orilla, la posidonia parece perder la reputación de benefactora de las aguas que ha logrado alcanzar, por méritos propios y con el esfuerzo de muchos, en los últimos años. Tal vez ayudaría a entender que la joya del Mediterráneo es tan importante en la playa sumergida como en la emergida, que no es basura, si la imagen turística que de las islas se promociona en el exterior incluyera el alga seca; las playas no son, realmente, extensiones de inmaculada arena blanca y piscinas perfectas de agua azul turquesa que muestran las fotos promocionales, como si, de pronto, la posidonia que les da vida y color desapareciera tras hacer su magia. 

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