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Coses Nostres

El manto verde de ses Salines

Los salicorniares representan la vegetación predominante en los humedales de ses Salines y ses Feixes. La salicornia es una de las plantas que los marineros solían llevar en los barcos para luchar contra el escorbuto, la peste del mar

Una garceta pescandoentre la salicornia.

Si el animal que representa al parque natural de ses Salines de Ibiza y Formentera es el flamenco, la planta tiene que ser la salicornia. Si no por ser emblemática, famosa y representativa, sí, al menos, por su abundancia, por su clara omnipresencia, porque es el manto vegetal de los humedales, el que tendrás en prácticamente todas tus fotos si has estado fotografiando patos, garzas o flamencos en los estanques salineros. O en los canales de ses Feixes de Talamanca, donde esta planta también es predominante. Los salicorniares lo cubren todo. Están en las motas de los estanques y se adentran en el agua. 

Quizás sea su propia abundancia lo que hace que esta planta suculenta, anual y halófila pase desapercibida. Puede parecer una paradoja, pero no es la planta que suele citarse para representar los valores medioambientales del parque natural, no es el hermoso y endémico molinet (Silene cambessedesii) ni el lirio de mar (Pancratium maritimum), que crecen en las dunas. La salicornia no tiene flores que destaquen –son muy pequeñas y apenas se distinguen como flores– y tampoco parece muy atractivo el aspecto rechoncho de sus tallos, «con los últimos ramillos a manera de dedos delgaditos y carnosos, divididos en artejos», en las palabras que usa el botánico Pius Font i Quer en la obra ‘Plantas medicinales. El Dioscórides renovado». Parece más un alga que una planta, sensación a la que contribuye su hábitat húmedo y salado. Sin embargo, examinándola más a fondo, la planta posee particularidades destacables, de las que su capacidad para resistir la sal no es la menor. Al final de su ciclo y cuando se saturan de sal los segmentos terminales de los tallos, se vuelven rojos y pueden darse grandes extensiones rojizas entre los estanques, volviéndose los salicorniares más llamativos, normalmente a finales de otoño. Es por ese color que en muchos lugares, como en gran parte del litoral gallego, las salicornias son conocidas también como corales. 

Los cuernos de sal

El nombre de la especie une las palabras ‘sal’ y ‘cuerno’ y se debe –resulta evidente– a su relación con la sal y su sabor salado y a la forma de pequeños cuernos de sus ramas. Es, probablemente, la más abundante de las más de 170 especies de flora citadas en el parque natural de ses Salines de Eivissa y Formentera. 

Lo cierto es que Salicornia ramosissima (o S. europaea) es una planta con un sinfín de nombres comunes; en catalán suele conocerse como herba saladasalicorn o, más rara vez, pollet; el estanque largo situado al norte del parque, entre es Codolar y el noroeste de la iglesia de Sant Francesc recibe el nombre de es Pollet. En castellano, algunos de sus nombres son hierba salada, alacranera, alacranera de las marismas, polluelo, salicor pollo, hierba de cristal y hierba del jabón, según la relación nominal que ofrece el ‘Herbari virtual del Mediterrani occidental’. Los dos últimos nombres se deben a que las cenizas de esta planta se han empleado en el proceso de fabricación de vidrio y jabón (por su alto contenido en sal). De hecho, fue al añadir salicornia al sílice para fabricar el vidrio que en Murano –la isla veneciana famosa por su artesanía en vidrio– consiguieron hacer el cristal más transparente (la BBC lo explica en su web bbc.com). Hay que añadir el nombre de espárrago de mar, que es la denominación con la que es más conocida en los lugares en los que esta planta se utiliza habitualmente en la cocina, aportando su toque salado. Llegados a este punto hay que añadir que en el parque natural de ses Salines está prohibida la recolección o recogida de cualquier tipo de fauna o flora, independientemente de su abundancia o de su nivel de protección.  

La salicornia también ha tenido usos medicinales y son conocidas sus propiedades diuréticas y depurativas, por su variedad de minerales. Antiguamente, era una de las hierbas –junto al hinojo marino, por ejemplo– que los marineros llevaban en los barcos para prevenir el escorbuto, la peste del mar, gracias a su alto contenido en vitamina C. Los marineros la llamaban hierba de san Pedro. Y dice Font i Quer en su libro ya citado que «se emplea para la hidropesía», la enfermedad que, por cierto, aquejó durante años al sacerdote ibicenco con vocación de astrónomo Vicent Serra i Orvay, y de la que murió en 1952. 

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