Diario de Ibiza

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Coses nostres

Los amantes rosas de la sal

Una combinación de microorganismos capaces de resistir condiciones de elevada salinidad es la responsable de los tonos rosados de los estanques cristalizadores de ses Salines y también de las plumas de los flamencos 

Colores rosados en las llamadas salinas d'en Ferrer, en Formentera.

Halófilo es la palabra clave para empezar a entender los tonos rosados que adoptan algunos estanques de ses Salines. Halófilos son los organismos capaces de vivir en hábitats con una elevada salinidad -halos, en griego, significa sal, y philos, amigo y amante- y algunos de ellos alcanzan la categoría de extremófilos, los que son capaces de sobrevivir en condiciones realmente extremas, fascinantes seres que, de alguna manera, podríamos considerar de otro mundo, aunque sea un mundo en nuestro mismo planeta. Entre ellos se incluyen algunos tan espectaculares e increíbles como los tardígrados, que resisten temperaturas de más de 100 grados y de menos de 200, o las bacterias halladas a 10.700 metros de profundidad en la fosa de las Marianas.

Los que habitan ses Salines no son tan excesivos pero también resultan sorprendentes. Son responsables de los distintos tonos de rosa que adquieren los estanques cristalizadores y que son más acusados a finales de verano, cuando el proceso de evaporación del agua se hace más evidente y, al menos en los de Ibiza, Salinera Española está a punto de recoger la sal. Allí donde habitan estos organismos, el oxígeno escasea, los rayos del sol inciden con gran intensidad y la temperatura puede elevarse mucho. Para sobrevivir en tales condiciones, podríamos decir que estas criaturas especiales usan el color rosa, porque sus estrategias de defensa son rojizas. En los estanques más salados de Ibiza y Formentera, los seres en cuestión son una bacteria y una microalga. La primera es del grupo de las arqueas, se llama Halobacterium salinarum y sobrevive porque usa un pigmento rojo -que podría considerarse análogo a la clorofila de las plantas- para obtener energía del sol sin morir. La segunda recibe el nombre de Dunaliella salina y, aunque es un alga verde, se vuelve de color rojo en aguas hipersalinas porque debe usar los pigmentos conocidos como carotenos para protegerse de la radiación solar.

En los estanques, los cambios de salinidad se traducen en cambios de coloración; según se evapora el agua y aumenta la concentración de sal, los organismos con clorofila son sustituidos por microorganismos con estrategias rojas de supervivencia como el caroteno.

Pero no sólo los estanques hipersalinos hacen que el rosa sea uno de los colores principales de la paleta de ses Salines. También los flamencos son de color rosa. Y lo son porque se alimentan de un minúsculo crustáceo, el camarón de salmuera, cuyo nombre científico es Artemia salina, que también usa el rosa como estrategia de supervivencia y que se alimenta, precisamente, de la citada microalga con carotenos. En las palabras que usa el biólogo Jaume Estarellas en el libro 'La sal', con fotos de Joan Costa, la artemia «necesita, por la pobreza de oxígeno en las aguas, de una gran cantidad de pigmentos respiratorios que le dan una fuerte coloración rojiza».

De todo ello se deduce, por una parte, que el color es un buen indicativo de la salinidad de los estanques y, por otra, que la francesa Édith Piaf tenía más razones de las que probablemente creía cuando cantaba sobre la importancia del color rosa en la vida.

Extremófilos para terraformar Marte

Cuando, en julio de 2018, científicos italianos descubrían un lago de agua líquida en el subsuelo de Marte, científicos de diferentes lugares del planeta miraron hacia los ecosistemas de lagunas hipersalinizadas (y a los organismos que podían vivir en él) buscando en ellos un ambiente similar al marciano, con la premisa comparativa de que si había criaturas capaces de vivir en estanques cristalizadores de sal por qué razón no podría tener Marte sus propios extremófilos y por qué no usar seres extremófilos para terraformar Marte.

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