Su aspecto impresiona. Lo miras y observas las espinas de sus patas delanteras, su cabeza triangular y esos puntos negros de sus ojos, tan similares a pupilas y que hacen que el pequeño monstruo parezca tener personalidad, y te preguntas qué pasaría si fuera más grande, si midiera un metro. «Si midiera un metro, el mejor consejo sería que te quedaras muy quieto al verlo», sugiere el profesor de zoología de la UIB Miguel Ángel Miranda, porque estos animales responden al movimiento para localizar a sus presas.

Y a la impresión que causa su aspecto se suma la leyenda negra, algo más que una leyenda, sobre la costumbre de las hembras de mantis de devorar a los machos. Lo cierto es que «quizás un veinte o un treinta por ciento de los machos son devorados» al intentar copular o tras hacerlo, y tal comportamiento no se debe a que estos insectos sean monstruos sino al carácter depredador de la especie, a que la hembra puede identificar al macho como una presa. Por regla general, y por esa relación entre el movimiento y la caza, el macho se acerca muy lentamente, por detrás de la hembra, para intentar tener éxito. Muchos lo logran, evidentemente, o la especie no lograría prosperar como lo hace y no se verían en los campos pitiusos, al intuirse la primavera, las ootecas que sirven de nido y de las que saldrán centenares de pequeñas mantis muy similares a las adultas pero aún sin alas (las mantis no pasan por la fase de larva; es decir, las crías, las ninfas, son réplicas a pequeña escala de los adultos).

Pero las mantis, y debería ser lo primero que se destacara de ellas, son, a pesar de su turbador aspecto, unos insectos inofensivos y beneficiosos: «no pican, no son venenosos ni atacan y son muy útiles para el control de plagas de otros insectos», destaca Miguel Ángel Miranda, especializado en entomología.

La especie más conocida, muy frecuente en las islas, es Mantis religiosa, conocida simplemente como mantis (por extensión se conoce así a todos los miembros del orden de los mantodeos) y también como santateresa. En Balears, sus nombres más comunes son cavall de serp y pregadéu, nombres compartidos con otras áreas de habla catalana.

Habitual en los días de verano es también la especie Iris oratoria, la mantis mediterránea, que suele confundirse entre las polillas y los insectos que normalmente se agrupan, al anochecer, en las luces de los porches de las casas. Y muy similar a estas dos es la especie Sphodromantis viridis, que Miranda destaca como una especie africana en expansión. El naturalista Xavier Canyelles (que, junto a Gabriel Alomar, citó por primera vez la especie en Mallorca, en el año 2006) señala que esta mantis africana podría estar desplazando a la especie Mantis religiosa.

Para completar la lista, también están citadas en el archipiélago tres especies del género Ameles, A. decolor, A. abjecta y A. spallanzania. Además, Xavier Canyelles recuerda que en Ibiza también puede encontrarse Empusa pennata, bastante menos frecuente que Mantis religiosa o Iris oratoria. Y, para complicar la cuestión taxonómica, algunos autores citan una cuarta especie del género Ameles, A. insularis, endémica y sólo presente en Mallorca, aunque Canyelles señala que esta cuestión aún está por aclarar. Sí está citada, sin embargo, en el Bioatles de Balears, una herramienta del Servei de Protecció d'Espècies que se puede consultar en la web del Govern y en la que hay datos de la distribución en las islas de miles de especies de fauna y flora, incluyendo las invasoras.

Finalmente, a las características de la mantis que la convierten en un ser inquietante hay que añadir aquella que le da algunos de sus nombres, y es esa postura que adopta, con el protórax levantado y sus poderosas patas delanteras dobladas, que hace que parezca que está rezando. La palabra 'mantis' es de origen griego y significa 'adivino', 'vidente' o 'espiritual'. Las mantis son como pequeños extraterrestres de grandes ojos sobre cabezas de triángulo. Como aliens de jardín.