La flor roja por excelencia. El rojo más hermoso de la naturaleza. Y aunque existen más de cien especies de amapola ninguna otra tiene el tono escarlata, intenso y brillante, de los delicados pétalos de la especie Papaver rhoeas. De hecho, el nombre de la especie, rhoeas, hace referencia a su color. Inimitable. Y es la amapola más frecuente en las islas, donde su nombre más común es el de rosella. Lo cierto es que, tanto en castellano como en catalán, esta planta tiene múltiples nombres, y entre los más conocidos pueden citarse ababol y pipiripip (que sirven para los dos idiomas), ababolera, gallo, monja, fraile, adormidera silvestre, flor de lobo, gallaret, badabadoc y paparola.

En realidad, hay que especificar que los nombres de fraile y monja, que pueden referirse por extensión a toda la planta, aluden, en principio, a los capullos. Y a un juego infantil. Si aún están muy verdes, los pétalos del interior del capullo son blancos y se denominan monjas; cuando maduran se vuelven rojos y cambian su nombre a frailes. Adivinar si era monja o fraile fue antaño un extendido juego en el área mediterránea.

En las Pitiusas pueden encontrarse hasta cuatro especies del género Papaver, tres de diferentes tonos de rojo y una de color rosado de la que, a veces, de manera excepcional, puede hallarse una variedad de pétalos blancos. La rosella por excelencia -aunque todas pueden recibir tal nombre- es P. rhoeas. Menos abundantes son P. hybridum (más pequeña, de pétalos separados y un tono más granate) y P. pinnatifidum (con un rojo mucho más suave). La cuarta especie es la adormidera, P. somniferum, llamada cascall en catalán y conocida porque es la planta de la que se extrae el opio y, por tanto, la morfina. Antiguamente, se creía que la rosella también contenía opio, y lo cierto es que su alcaloide principal, la rhoeadina (readina), tiene efectos ligeramente narcóticos pero muy alejados de las propiedades somníferas del cascall. Todas las amapolas se caracterizan por la fragilidad de sus pétalos y por el esplendor del fruto geométrico, una cápsula en forma de urna que queda sobre el tallo cuando estos caen. Es en ese fruto, sobre el que se distingue la estrella de siete a doces radios que son los estigmas, donde se concentran los alcaloides. En el libro 'Plantas medicinales. El Dioscórides renovado', de Pío Font Quer, puede leerse, citando al botánico Leclerc, que antiguamente se prescribían las amapolas «para calmar la tos y vencer el insomnio de los niños, viejos e individuos delicados».

La flor parece pesar demasiado para su largo y delgado tallo plagado de finos y tiesos pelos blancos, por lo que en ocasiones se ve a estas flores combadas hacia abajo, que es como están antes de abrirse. De la amapola se recolectan pétalos para ensaladas, hojas y frutos, y las semillas de ésta y otras papaveráceas son usadas en la actualidad en bollería. De ellas se extrae, además, uno de los aceites más utilizados en la pintura al óleo.

Efectos narcóticos

La amapola silvestre pertenece al mismo género de plantas, las papaveráceas, que la que produce el opio. De hecho, muchas especies de este grupo cuentan con alcaloides de efectos sedantes, incluida P. rhoeas, que contiene rhoeadina. Pero ninguna otra tiene un principio activo con efectos tan poderosos como P. somniferum, que contiene morfina, además de rhoeadina.