«Poder disfrutar de la música en directo es una maravilla y aunque es un pena tener que vivirlo con mascarilla y separación de seguridad, prefiero esto a nada». Es lo que opina Pilar Maldonado, que acaba de sentarse en la platea de Can Ventosa, a dos asientos de distancia de su hijo Luis, después de desinfectarse las manos con gel hicroalcohólico y de que una máquina le tomara la temperatura. Comenta que la música y el teatro son sus grandes aficiones y que siempre que tiene ocasión acude a conciertos y espectáculos, que, en esta época de pandemia, son recibidos como agua de mayo por un público con muchas ganas de evadirse del coronavirus. Quedan solo unos minutos para que empiece el concierto de Santa Cecilia de la Banda Simfònica Ciutat d'Eivissa. (Ver galería de imágenes)

En el patio de butacas hay algo más de sesenta personas. Entre ellas, el músico Yaron Marko, que está deseando escuchar las dos obras compuestas para la ocasión por el director de la banda, Miquel Àngel Aguiló. Precisamente, en una de esas piezas inéditas, la de 'Paraskevidekatriofobia', se escuchará un curioso instrumento que el artista israelí «preparó» a petición de Aguiló para que imitara el sonido de la tormenta.

También están expectantes Ana Torres y su hija Martina Marí. La pequeña, de once años, que toca el trombón en la escuela del Patronato de Música de Ibiza, es la que ha propuesto a su madre asistir al evento solidario. No lo tenían planeado, pasaron por el auditorio de Can Ventosa y cuando supieron que quedaban entradas, no lo dudaron. La última vez que tuvieron la oportunidad de escuchar en directo a la Banda Simfònica Ciutat d'Eivissa fue en agosto, en las Festes de la Terra. A Martina le cuesta acostumbrarse a los conciertos de la 'nueva normalidad'. Le parecen, dice, «muy raros». Le choca ver tan pocos músicos en el escenario, cuando esta formación musical de Vila cuenta con cerca de medio centenar de componentes. También le llama la atención ver «tan poco público». «Espero que se acabe el Covid rápido y podamos hacer un concierto normal», comenta la pequeña a punto ya de que comience el evento.

El escenario luce diferente a otras ocasiones, prácticamente desnudo. Todo el cortinaje del fondo se ha retirado para ganar espacio y mejorar la acústica.

La primera pieza, 'Morceau de Concert', de Camille Saint-Saëns, la dirige Damián Boluda. El trompa solista, Irlim Pulgarin Berni, es su alumno.

Tras esta composición, en la que participan 17 músicos, se hace cargo de la batuta el director de la banda, Miquel Àngel Aguiló. «Este concierto de Santa Cecilia queremos que sea un pequeño homenaje a Pepito, que estuvo muchos años en esta formación», explica antes de desgranar los detalles de las dos piezas inéditas que hoy estrena. La primera,'Sentència de mort', es una «una fanfarria». «Es una obra demoledora y visceral contra la pena de muerte», adelanta.

Tras seis minutos intensos de viento-metal y percusión, la Banda Simfònica Ciutat d'Eivissa hace un pequeño parón para dar paso a los representantes de Cáritas, Vicente Reviriego y Margarita Cardona, que agradecen a la banda y al Patronato de Música esta iniciativa solidaria. «El dinero recaudado con las entradas se destinará a la compra de alimentos básicos», anuncian, tras dar las gracias también al público.

De nuevo, aparece en escena la banda con Aguiló a la cabeza, que dedica varios minutos a explicar con todo lujo de detalles la última y la más extensa pieza de este programa, que dura 35 minutos. «Esta 'Simfonieta per a 13 músics amb sort', está dedicada al número trece y a la mala suerte», detalla. Esa es la explicación para su llamativo e impronunciable título, 'Paraskevidekatriofobia', un término empleado para describir la fobia al número trece.

Trece músicos con suerte

Esta composición nada tiene que ver con «la crudeza» de la pieza anterior. Es «ligera» y «divertida», promete Aguiló.

'Paraskevidekatriofobia' hace un repaso a algunas de las supersticiones más populares a través de ocho movimientos. El primero suena a espejo roto y el segundo, a maullidos de gato negro. Los músicos se atreven también, a través de las escalas musicales, a pasar bajo escaleras y a abrir paraguas en el escenario. No hay miedo tampoco a tirar sal, empleando saleros, ni a tocar con el pie izquierdo. La composición recurre también al paraguas abierto, antes de que la banda decida 'tocar madera', por si acaso, en un séptimo movimiento solo con instrumentos de viento-madera. Todo termina con un brindis apoteósico sin mirarse a los ojos, antes de repasar todos los movimientos de nuevo.

Esta dedicatoria en clave de humor a la mala suerte arranca un largo aplauso del público, que la Banda Simfònica Ciutat d'Eivissa agradece con un bis, que, afirma Aguiló, «no estaba preparado». La velada concluye con más aplausos que suenan a buena suerte.