El auditorio de Can Ventosa acogerá hoy a las 19.30 horas la presentación de 'Destrucció creativa d'una ciutat', el primer trabajo en solitario como director y productor del cineasta mallorquín Carles Bover, que junto a Julio Pérez del Campo se llevó un Goya este año por el documental 'Gaza', además de ganar el certamen de cortometrajes Art Jove 2018. El de hoy será el primer pase público de 'Destrucció creativa d'una ciutat'. Al evento, que se enmarca dentro del Festival Mal del Cap Narratives Mal Dites, acudirá la guionista y ayudante de dirección de este nuevo cortometraje, Marta Hierro. Como explica Bover, lo que hoy verá el público pitiuso es la versión en corto de un proyecto de largometraje que confía en tener listo el año próximo. Ambos trabajos están coproducidos por IB3 y cuentan con el apoyo del Consell de Mallorca, el Institut d'Estudis Baleàrics y Art Jove.

¿Cómo surge este nuevo proyecto?

Después de grabar en Palestina tenía ganas de abordar un tema más cercano. Siempre intento hacer proyectos de materias de las que quiero aprender y pensé en retratar Son Gotleu, el barrio más estigmatizado de Palma y el lugar donde me he criado y del que sentía que apenas tenía conocimiento. A raíz de esa idea surgieron otros temas más generales como el de la gentrificación y de cómo este fenómeno afecta a toda la ciudad. Entonces el proyecto se amplió a cuatro barrios. Cada uno representaba una fase de la gentrificación diferente: Son Gotleu, la estigmatización; El Terreno, el abandono; sa Gerreria, la mercantilización, y por último el de Pere Garau, la regeneración.

¿A qué hace referencia la destrucción creativa?

Es un concepto que va muy ligado al tema de la gentrificación y se evidencia en la fase de la regeneración. En esa etapa entre la Administración Pública y las inversiones privadas se fomentan una serie de cambios y mejoras en una zona determinada, que, a pesar de su carácter positivo, no están pensados para la población que lo habita sino para atraer a una clase de mayor poder adquisitivo. Esto provoca que cuando el barrio ha mejorado y sus infraestructuras son de mayor calidad la gente que ha vivido allí toda la vida se vea obligada a desplazarse a otro lugar que se pueda permitir.

¿El corto que se proyecta hoy en Can Ventosa es un resumen del largometraje?

No, lo hemos concebido más como un retrato que como una historia como tal. Como en el largometraje, la intención es mostrar esa Palma más desconocida a través de cuatro barrios que sufren la gentrificación, presentando una realidad alejada de las cifras y de los datos y más focalizada en las personas y en el día a día en la calle. De esa manera tocamos temas como la gentrificación, los prejuicios o la generación de odio y hablamos de una realidad que nos afecta a todos. Lo hacemos a través de cuatro personajes femeninos y conversaciones de barrio.

¿Ganar el Goya con 'Gaza' le ha cambiado la vida?

Que haya mayor interés en mi nuevo trabajo sí es en parte efecto de ese Goya. Ese es uno de los pocos cambios que he notado, pero no ha habido ni ofertas de trabajo ni gente que me proponga proyectos. La mayor consecuencia es el efecto de difusión que ha dado al proyecto de 'Gaza'. Hemos hecho más de cien proyecciones desde que ganamos el Goya y ha llegado a miles y miles de personas, cosa que hubiera sido imposible solo con nuestros propios medios.

Se cumple así su objetivo principal, dar a conocer la realidad de los palestinos en Gaza...

Sí, con el efecto del Goya, 'Gaza' ha llegado a muchísima gente que no conocía nada de la situación del pueblo palestino y le ha abierto los ojos, ese ha sido el mayor logro.

¿Qué le llevó a abordar este tema?

La voluntad de ir allí a contar esta historia partió de una última gran agresión que sufrió la Franja de Gaza en 2014 por parte de Israel. La noticia nos llegó a través de los medios de comunicación de una manera un poco equidistante y pintándolo como una guerra de tú a tú. Conocimos a un brigadista internacional llamado Manuel Pineda que estaba como escudo humano en la Franja de Gaza y nos contó una serie de situaciones y nos mostró unas imágenes brutales que vulneraban los derechos humanos que no habíamos visto en los medios de comunicación generalistas. Nos pareció que era una realidad que se estaba tratando de esconder y decidimos ir allí para darle voz.

¿Fue difícil rodar allí?

La entrada allí fue muy compleja porque la única manera de hacerlo en Gaza que no sea por Israel es por Egipto y una semana antes de partir nuestro vuelo se canceló por el golpe militar que se produjo allí. Esto nos obligó a entrar a través de Israel haciéndonos pasar por turistas porque si explicábamos que íbamos a documentar esa realidad no nos iban a dejar entrar. Finalmente conseguimos el permiso para acceder a la Franja argumentando que íbamos a hacer una investigación sobre agricultura. Por suerte el codirector era biólogo de carrera y con esta artimaña conseguimos entrar.

El documental ha sido censurado más de una vez...

Sí, antes del Goya nos censuraron el documental en algún festival en el que nos habían seleccionado porque la institución que les financiaba les prohibía la exhibición. El episodio más mediático fue dos días antes de la gala de los Goya cuando se canceló la proyección en una parroquia de Madrid por presiones de la mal llamada comunidad judía.

¿Qué sensaciones e ideas te quedan tras esa experiencia?

Cuando uno está allí grabando, viendo lo que sucede y la impunidad que tiene Israel y te das cuenta de que cuatro años después del rodaje del documental, por desgracia, esta situación sigue bien vigente sientes impotencia. Más allá de eso me quedo con el espíritu de resiliencia que tiene el pueblo palestino, su capacidad de lucha y de seguir para delante.