Alcanzando la cima del Puig de Missa, sorprende que llega una animada melodía y de saxofón y acordeón del interior del patio de la iglesia. De lejos, se observa alguna balladora de la Colla de Balansat a la que ayudan a colocar el pañuelo, pero, al cruzar la arcada, se descubre el origen de esa música de aires balcánicos.

En un rincón, cobijados a la sombra, hay un grupo de jóvenes con vestidos regionales alrededor de dos músicos. Los chicos lucen un curioso sombrero rematado con plumas de pavo real y con un lazo con los colores de la bandera rumana, que ellas lucen a modo de cinturón. Pero las franjas son horizontales, como en la bandera de la región de Transilvania.

Les acompaña una joven que habla inglés, Teodora Ciocanea, que explica que vienen de Sibiu y ella está en representación del Museo de Cultura Popular y Tradicional Astra, acompañando al grupo folclórico de la ciudad de Miercurea Sibiului. «Un matrimonio que vivía aquí con su hijo volvió a Rumanía, por eso ahora hemos organizado este intercambio con el grupo donde bailaba el niño», detalla.

Intercambio cultural

Así, la Colla de Balansat hará la visita de vuelta aprovechando el puente de la Constitución en diciembre, según explica su vicepresidenta, Noelia Ferrer. «Ellos eran un matrimonio que estuvieron más de diez años aquí y estaban muy integrados, ella incluso le hizo el traje pagès a Gabriel [el hijo] a mano», recuerda Noelia. «Ahora no los veo por aquí, creo que están ya dentro de misa con el resto de la agrupación», advierte.

La iglesia está completamente a rebosar. Veinte minutos antes de las doce, la hora prevista para el inicio de la ceremonia, ya no se encontraba sitio para aparcar en el Puig de Missa ni en las calles cercanas, así que los coches debían regresar a la entrada del pueblo.

No solo hay más visitantes de lo normal a la fiesta del pueblo por ser domingo, sino que a las doce y veinte empieza llegar una numerosa comitiva con más de un centenar de personas. A medida que van cruzando el patio de la iglesia, regresan a buscar una sombra donde refugiarse. «Venimos del centro de mayores de Sant Antoni con tres autobuses», aclara Pepita Sala. En su grupo se encuentra Vicent de Can Solavila, miqueler de nacimiento pero que se fue a vivir a Sant Antoni «con veintipocos». «Vuelvo a menudo e intento venir siempre a las fiestas del pueblo, pero hoy estamos solo un rato porque nos vamos todos a comer. Aparece la presidenta del club de personas mayores, Pepita March, que detalla que se han apuntado 168 personas a la excursión y que se van a comer a Cala Llenya.

Gabriel, Florin y Tina

El repique de campanas avisa de que saldrá la procesión en breve y todo el mundo toma posición. Sale toda la comitiva religiosa y las tallas, acompañadas de las dos agrupaciones folclóricas. Noelia Ferrer avisa de que el más jovencito de los bailarines rumanos es el pequeño Gabriel Arustei, al que tuvo cuatro años en la colla. Sus padres, Florin y Tina también se han sumado a la procesión religiosa.

Finalizar el recorrido y los los bailarines rumanos se preparan para la exhibición que están a punto de iniciar. «Mi hijo nació aquí y todavía no había cumplido los cuatro años cuando empezó a bailar con la colla», recuerda Tina. Pero la vocación del pequeño empezó incluso antes, cuando conoció el ball pagès al empezar el colegio y quería bailarlo a todas horas. «Le apunté a baile moderno, pero él allí no hacía caso y se ponía a saltar. Una mamá de una niña que iba también al colegio y al baile moderno me preguntó que porqué no lo llevaba a ball pagès, ¡yo pensaba que no podíamos porque éramos rumanos!».

Gabriel se apuntó a la colla y Tina a un taller en Sant Joan de confección de trajes tradicionales. «Pero yo no tenía suficiente paciencia y el niño tampoco, así que se lo encargué a una señora para que siguiera, que tenía tanta ilusión al ver cómo se entusiasmaba Gabriel que solo quiso cobrar el material».

Un artesano le regaló las castanyoles con las que Gabriel sigue bailando en su nueva casa en Rumanía desde hace un año y medio. Ahora, tras exhibirse con los bailes rumanos, a pesar del esguince que sufre en el pie, sus excompañeros le invitan a salir para que brinque con sa llarga. «Creo que me voy a emocionar», confiesa Tina mientras le graba con el móvil.