En 2017 ya actuó en el Festival Internacional de Música de Ibiza

Yo diría que es variado y típicamente pianístico. Además, siempre me ha gustado mucho incorporar al repertorio habitual el mundo barroco, muy particularmente a Bach. Para mí empezar un recital con este compositor supone iniciar un tipo de concentración en la música y un tipo de itinerario que siempre agradece ese principio.

Su repertorio incluye las 'Variaciones sobre el tema Mio caro Adone de Antonio Salieri', una composición de Mozart que podremos escuchar por primera vez en Ibiza. ¿Qué destacaría de esta composición?

Es una obra relativamente temprana que se toca muy poco. Mozart hizo una gran cantidad de variaciones, pero para mí éstas son de las mejores. No son las más brillantes, pero tienen un contenido al que me interesa mucho aproximarme, conociendo, además, la relación que se estableció entre Mozart y Salieri.

Hablamos de su eterna rivalidad ...

Sí. Hay mucho de leyenda en este tema, pero tiene una base muy real porque Salieri tenía una gran poder musicalmente hablando dentro de la corte de Viena y Mozart, además de mucho más joven, llamaba mucho más la atención y era un concurrente peligroso. Pero yo creo que Salieri le admiraba. Hubo sus más y sus menos, fue una relación bastante visceral, pero por eso es muy interesante la relación que se establece con esta obra. En estas variaciones Mozart supera diez mil veces el tema de Salieri y se aprecian perfectamente dos tipos de personalidad muy contrapuestas y la genialidad única e incontestable de este joven Mozart (esta obra la compuso con 17 años).

Concluirá su recital con la última sonata que compuso Beethoven cuando estaba casi sordo. ¿Qué tiene de excepcional?

Hay musicólogos que la consideran la diosa de las sonatas y es verdaderamente una obra magnífica, calderoniana, llena de contrastes y tremendamente dramática. Tiene dos únicos movimientos y el tema final es un alarde de técnica de la variación y de coloridos pianísticos. Esto en Beethoven tiene una significación muy especial porque teniendo esa limitación auditiva era una personalidad titánica. Su sordera no fue un impediemento, sí fue una característica.

En una publicación musical francesa, Diapason, aparecía en 2013 como uno de los quince mejores pianistas españoles del siglo XX. ¿Cómo se siente al estar en lo más alto?

Ni bien ni mal. Es una apreciación simpática, muy periodística. Además, no se puede comparar, cada artista es diferente, pero me honra que me incluyan en esa serie ilustre de gente.

¿Lo suyo con el piano es vocacional? Porque tengo entendido que empezó los estudios de medicina.

Tuve una fortísima vocación. Mi padre era médico y yo, como hijo mayor, estaba obligado a serlo también. Consiguió que empezara a estudiar Medicina, un asunto que no me desagradaba nada, pero llegó un momento en el que el mundo del piano lo abarcaba todo. Hubiera sido bonito poder dedicarme a las dos cosas, pero era muy difícil coordinarlo. Haberme dedicado a la música ha sido fundamental, el eje de mi vida.

¿Se puede llegar lejos como músico con solo trabajo y perseverancia?

Sin trabajo no hay nada, puede haber algún destello. Hoy en día una dedicación profesional seria se contruye a base de trabajo, más que de talento. Lo de llegar lejos es relativo. La música nace y muere en el momento en el que la haces. Lo que es muy bonito es proyectarse como intérprete dentro de la música, el verse como un médium a través del cual la gente puede vivir a los grandes autores, como en el caso del concierto de hoy. Es precioso transmitir el mundo de Mozart y el de Beethoven. Es un placer inmenso ser el artífice de ese contacto y producir en la gente una emoción muy similar a la que en la época pudo haber sentido la gente al escuchar esas piezas.

¿Cuál es su rutina como pianista?

Precisamente huir de la rutina. Dedicar al piano más horas de las que uno puede aprovechar es muy perjudicial. Mecanizarse en lo que es la técnica y la interpretación es un mal camino o el pretender imitar a otros intérpretes. Uno se tiene que dejar guiar por su propia sensibilidad. Hay que intentar combatir la rutina.

Desde 2017 preside junto a Mary Wu el jurado del Concurso Internacional de Piano de Ibiza. ¿Qué valoración hace de esta experiencia?

La más alta que se puede hacer. Porque en la pasada edición se volvió a constatar que éste es un concurso en actitud creciente en cuanto a la calidad de sus participantes y con una dimensión internacional difícil de superar, sobre todo en lo que respecta a concursantes orientales. En esos países es donde se encuentra la cantera más prometedora.

¿Qué tiene de particular este certamen internacional de piano con respecto a otros que se organizan en España?

Tiene mucho de especial. Es verdad que todos los certámenes tienen un componente internacional muy alto, como el de Santander, pero el de Ibiza tiene unas características añadidas. Aquí la gente se encuentra en un ambiente muy familiar y cercano, cualidad muy interesante para el arte porque es en la cercanía donde tienen lugar una serie de contactos y unas ideas muy ventajosas.

¿Qué consejos le daría a los participantes?

Que perseveren porque, además, como verán a lo largo de su vida, esta dedicación está llena de contrariedades, pero también de grandísimas compensaciones. La música proporciona una base muy útil y muy sabia que es muy conveniente a la hora de manejarse en la vida.

¿Le quedan sueños por cumplir en la música?

Muchos. El principal: el salir plenamente satisfecho de un concierto. Ese es uno de los sueños mejores que uno puede tener. Cada concierto es diferente y tiene sus propios condicionantes y salir plenamente satisfecho sería lo ideal, pero no es lo que ocurre normalmente.