Desde el pasado septiembre el Conservatorio de Ibiza cuenta con nuevas inquilinas, que, ataviadas con maillots blancos y faldas de flamenco, resucitan con sus pasos de danza una parte del edificio que prácticamente estaba abandonada. Estás jóvenes bailarinas, que rondan entre los siete y los quince años, forman parte de una promoción histórica, la primera que cursa estudios reglados de danza en Ibiza.

«Es todo un hito para la danza en la isla que por fin se implanten las enseñanzas elementales de esta disciplina artística». Lo dice Nieves Portas (Ibiza, 1983), todo un referente del baile en las Pitiusas y una de las dos profesoras que imparten clases de danza en el Conservatorio. Esta bailarina y coreógrafa, que ha ejercido dos años de profesora en la Escola de música de Formentera, explica que para ella era incomprensible que en esa isla se pudiera acceder a las enseñanzas regladas de danza y en Ibiza no. «Era una demanda histórica», insiste Portas, que se encarga de las clases de baile español. Mabel Ribas (Barcelona, 1970), jefa del departamento de danza y profesora de ballet clásico coincide con Portas. «Había un vacío en la isla que había que cubrir», afirma esta docente de familia ibicenca, que regresa a la tierra donde se crió con la intención de «devolverle todo lo que ha aprendido fuera».

Ribas ha estado treinta años viviendo en Mallorca. Allí, desde el año 2000, trabajaba como profesora del Conservatori Professional de Música i Dansa de Mallorca y ejerció también como coordinadora de danza y jefa de departamento. «He tenido que hacer un reset porque en Mallorca era docente en el grado profesional», comenta. Toda la experiencia acumulada la ha trasladado a Ibiza donde, de momento, se han implantado primero y segundo curso de las Enseñanzas Elementales de Danza. Para formarse en esta disciplina, recuerdan Ribas y Portas, existen tres grados: el elemental, que consta de cuatro cursos; el profesional, que tiene seis, y finalmente el superior, que son cuatro años. Este último equivale a una titulación universitaria y está enfocado a la enseñanza y a la coreografía.

En el primer peldaño de estos estudios reglados, el elemental, dirigido a niños de entre ocho y doce años principalmente, se enseña a los alumnos la base de todos los estilos de danza, incidiendo en aspectos fundamentales como la colocación. «En estos primeros años lo que intentamos es que los niños se enganchen al baile...La base es importantísima», recalca Portas.

Pruebas de acceso

Para poder realizar estos estudios hay que superar una prueba de acceso, que varía según el curso. «Para primero se valoran sólo las aptitudes físicas y en el caso de querer acceder a segundo ya se exige una prueba de conocimiento en danza», detallan las profesoras. Este año se han hecho dos convocatorias en Ibiza, una ordinaria, en junio, y otra extraordinaria, en septiembre. Se ofertaron en total 40 plazas (divididas en dos grupos) para el primer curso, y 20 para el segundo.

Emma Moreno, que tiene quince años, se presentó a la convocatoria extraordinaria para acceder al segundo curso. Nunca había hecho danza española, así que se apuntó a clases privadas durante todo el verano para estar preparada para la prueba de acceso, y la pasó. «No fue difícil», asegura la adolescente, que empezó a bailar con dos años por «un problema médico» y que ahora no es capaz de estar tres meses sin ponerse las zapatillas de ballet.

La primera promoción de danza del Conservatorio de Ibiza está compuesta sólo por féminas. Pasaron las pruebas dos niños, uno de Formentera, que al final no se matriculó y otro de Ibiza, que lo tuvo que dejar porque los horarios eran incompatibles con sus clases de música. La mayoría de las 41 alumnas de danza, 34 de primer curso (repartidas en dos clases) y siete de segundo, han asistido antes a escuelas de danza privadas y hay algunas que lo siguen haciendo.

Precios muy asequibles

Nieves Portas explica que hay una gran diferencia entre aprender baile en un centro privado y estudiar las enseñanzas regladas en el Conservatorio de Ibiza. «Aquí se ofrece una titulación oficial y la enseñanza es más rígida, hay evaluaciones trimestrales y es necesario superar los exámenes», destaca la bailarina. Pero quizás la diferencia más llamativa y la que atrae más a las familias es el precio, mucho más asequible en el Conservatorio. La matrícula ordinaria cuesta 211 euros, a lo que hay que sumar otros conceptos, como los 12 euros de la prueba de acceso. En total, por curso, cada alumna paga 255 euros más lo que cuesta el uniforme.

En el primer curso de las Enseñanzas Elementales, se dedican cinco horas y media a practicar balletballe (tres horas) y danza española (hora y media), y a estudiar música aplicada a esta disciplina (una hora), asignatura que en el Conservatorio de Ibiza imparte Isabel Piera. En los siguientes tres cursos las horas lectivas van aumentando progresivamente. Al terminar los cuatro años se obtiene el Certificado de Enseñanzas Elementales de Danza, pero, aclaran Ribas y Portas, eso no asegura el acceso al siguiente nivel, los Estudios Profesionales, primero hay que hacer una prueba.

Hace falta mucha disciplina, cualidad que no le falta a Angelina Zamora, de once años, que está en primero B. Estudiante de guitarra en el Conservatorio de Ibiza, se enteró de que iban a impartir clases de danza gracias a su profesor y no dudó en apuntarse. Empezó a hacer clases de baile con seis años y hace un año que empezó a tomárselo «más en serio». Lo que más le gusta es la danza española, especialmente «las sevillanas y el zapateado». A su lado, Vera Hormigo, que es de las más jovencitas, siete años, se declara fan de 'El Lago de los cisnes', uno de los ballets clásicos más conocidos en todo el mundo.

El baile para ellas significa muchas cosas. Noa Torres, de ocho años, lo ve como «una buena forma de perder la vergüenza». Cloe del Árbol, que tiene la misma edad, apunta que las clases son «muy divertidas» y «se hacen muchas amigas». En el caso de Valentina Asensio, de once años, la danza «es una manera de expresarse sin utilizar las palabras». Mientras hablan, algunas no dejan de calentar y ensayar las posiciones que han aprendido, contemplando su reflejo en los grandes espejos que lucen en el aula de algo más de 100 metros cuadrados donde practican de lunes a jueves danza española y clásica. Este espacio, que antes era sala de percusión, ha recuperado su propósito original, colocando también barras fijas y móviles.

Aunque reconocen que este curso todavía falta mejorar algunas cosas, tanto Ribas como Portas están contentas con las instalaciones. Destacan que se han acondicionado dos vestuarios para ellas y que «cada alumna tiene su taquilla». Comentan que para 2019 esperan contar en todas las clases de baile con pianista acompañante, función que este curso ejerce durante unas horas Mercedes Sayas. «El año que viene necesitaremos un aula más», añade Mabel Ribas, que ya le ha echado el ojo a otro gran espacio ubicado en el segundo piso del Conservatorio.