¿Para cuándo una presentación de 'Concha García Campoy. La gran ilusión' en Ibiza?

No está concertada todavía, pero tenía tantos amigos y familia en la isla que, en algún momento, se debería presentar allí. Sé está preparando y me suena que es posible que en noviembre podamos hacerla.

Parecía que Concha García Campoy aprovechaba la más mínima oportunidad en sus programas de radio para presumir de su isla.

Ese orgullo tiene mucho que ver con sus primeros años de vida, que son los que más marcan. Nació en Terrassa, hija de andaluces de Jaén, y allí su familia tuvo la mala fortuna de sufrir las riadas de 1962 del Vallès, cuando ella contaba con cuatro años. Para hacerse una idea de cómo fue esa tragedia, hay que pensar que causó 1.000 muertes, cien veces más que en Sant Llorenç. Poco después vinieron a vivir a Ibiza, donde ya estaba un tío suyo trabajando en la construcción. Pero su hermana mayor pasó un par de años con los abuelos en Jaén por el shock postraumático y, ya en ses Figueretes, le dijeron «ves, el agua aquí se va al mar si llueve mucho, no te preocupes». Concha siempre decía que empezó a soñar en color en Ibiza.

¿Ella también aportó color y frescura a Televisión española?

Esa generación, con Concha García Campoy o Almodóvar, habían eliminado esas tonalidades grises, esa imagen de caspa y naftalina. Iñaki Gabilondo incluso afirma que García Campoy trajo «el tecnicolor de la nueva sociedad española en la radio», un concepto que puede sonar raro en el medio radiofónico, pero que es más comprensible en la televisión.

¿No ha quedado una imagen platónica de Concha García Campoy? ¿Era tan perfecta?

Cuando entrevisté a Santiago Segura para el libro, me advirtió de que lo iba a tener muy difícil: «Nadie te va a hablar mal de Concha, lo tienes jodido con una biografía sin claroscuros», sentenció. Aparte de que medía cerca de metro ochenta, era esbelta, vestía impresionantemente bien, al natural era mejor que en las fotos y tenía un alma con la que empatizabas enseguida. Ella llegaba a un sitio, te saludaba, se interesaba enseguida por tu vida y se colaba en tu espacio no invadiéndolo, sino compartiéndolo. Y tú pensabas «ostras, este pedazo de mujer se interesa por lo que estoy haciendo». Su voz transmitía una buena onda increíble, con un don de gentes y ese encanto femenino, en el mejor sentido, que hoy en día se ha perdido.

Ésta es la primera biografía que usted publica de una mujer.

Es la primera que se publica, pero he escrito otros trabajos para mí de la madre Teresa de Calcuta, Madame Curie, Edith Piaff o Frida Kahlo. Había trabajado con bastantes personajes femeninos en biografías de 40 ó 50 páginas que guardaba con el afán de que llegaran a publicarse. También estuve dos años trabajando con una novela de no ficción sobre Hillary, Clinton que, finalmente, rechazaron todas las editoriales porque no ganó las elecciones.

¿Qué supone para usted la figura de García Campoy?

Era muy buena en los tres frentes de la comunicación, podía escribir entrevistas o artículos para El País, dirigir un noticiario de alcance nacional y luego crear una radio dinámica y nueva. Ella siempre decía que llevaba a Ibiza en el corazón y, como decía Gil de Biedma, pensaba que era el paraíso al que había que volver. En la facultad de Barcelona iba con un senalló y vestida de blanco adlib. Era una superdotada de la comunicación y un encanto de persona.