La pasión es un ingrediente básico para que un proyecto complicado salga adelante. La calidad del libro sobre Laureà Barrau que ha editado el Ayuntamiento de Santa Eulària esconde la pasión que ha puesto en él el equipo de Cultura del Consistorio y, en particular, la técnica Paloma Miguel Bonet, que ha actuado como coordinadora de la obra hasta conocer al dedillo cada detalle de su pintura y de su vida. La admiración por la obra y el cariño por el personaje se advierten en cada página del libro y también en el entusiasmo que destila Paloma Miguel cuando habla del pintor.

Licenciada en Bellas Artes y con experiencia previa en gestión cultural, esta técnica de Cultura ha coordinado el trabajo que por primera vez reúne ya no solo la obra de Barrau en Ibiza sino textos clarificadores sobre su vida y su obra, que a menudo han sido citados de manera incorrecta en otras fuentes.

Dos años de trabajo, en los que Miguel ha trabajado codo con codo con la maquetadora Carmen Boix Boned, han desembocado en un libro que merece la pena no solo como catálogo artístico sino como crónica de la vida de Santa Eulària durante una época. Los cuadros son una sucesión de retratos de sus gentes y de los paisajes del pueblo, embellecidos unos y otros, además, por el pincel de Barrau, que tendía a la idealización de sus modelos.

La idea de reunir al fin en un libro la obra de este pintor nacido en Barcelona en 1863, que se estableció en Santa Eulària desde 1931 hasta su muerte en 1957, comenzó de manera paralela al proyecto de trasladar las obras de Barrau desde el museo de la parroquia, en el Puig de Missa, para restaurarlas y colocarlas en una sala bien acondicionada. Este proyecto de la concejala de Cultura de Santa Eulària, Ana Costa, y del técnico de Cultura del Consistorio Toni Tur Sendic, coincidió con todo el plan de remodelación de s’Alamera y la rehabilitación de la sede del Sindicato Agrícola, que finalmente se ha convertido en el museo de Barrau tras una profunda reforma.

Al mismo tiempo, dos restauradoras de la isla, Nina Ferrer y Pepa Roig, se ocuparon de acondicionar toda la colección de Barrau que pertenecía a la parroquia. Así, como recuerda Paloma Miguel, la viuda de Barrau, Berta Vallier, donó a la parroquia a su muerte 186 obras. Buena parte de este legado está expuesto junto a otros cinco cuadros propiedad del Consell, que han sido cedidos de manera temporal a Santa Eulària, y varias adquisiciones realizadas directamente por el Ayuntamiento a lo largo de los años «porque es un artista muy apreciado con temas muy locales además», relata Miguel.

Una vez con la sala abierta, la concejala de Cultura animó a Paloma Miguel a completar su contrato realizando un catálogo de la obra de Barrau. «Iba a ser algo mucho más sencillo, una selección de las imágenes que tenemos expuestas en la sala pero, de repente, me empecé a enamorar de Barrau y a comprender que exigía un trabajo más completo», confiesa la técnica de Cultura.

A ese enamoramiento se sumó el hecho de que una vez que se abrió la sala con los cuadros y Barrau volvió a adquirir notoriedad, «la gente del pueblo empezó a acercarse al espacio, a comentar que lo conoció o que tiene obra suya en casa con lo que se abrían nuevas vías, nuevas historias...», explica la técnica, que empezó a ser consciente entonces de que había mucho más trabajo por delante del que se podía imaginar.

Además, Paloma Miguel estaba muy intrigada por el hecho de que, al morir Barrau, ‘doña Berta’ como se conocía a su viuda en Santa Eulària, había dejado una parte de la colección en Ibiza pero otra parte en Terrassa. «Me parecía imposible escribir el catálogo sin ver la otra parte de la obra y viajé a Cataluña para ello», relata. Ahí se produjo otro punto de inflexión importantísimo para el libro: «Cuando entré en el Museo de Terrassa casi salí llorando al comprobar que había obras allí que había visto en boceto aquí. Ver el cuadro final de muchos de los bocetos que teníamos en Santa Eulària me emocionó muchísimo», admite la técnica de Cultura, que relata que Barrau tenía una manera muy característica de trabajar: «En cada obra hay tres partes: el dibujo; el boceto, que suele ser en una tablilla que parece impresionista por el trazo espontáneo, y, después, el cuadro ya trabajado con un dibujo espléndido y un color muy luminoso», explica.

Anécdotas y descubrimientos

En el libro se desgranan muchos de los descubrimientos y anécdotas de la investigación, aunque otros detalles e imágenes no han podido incluirse por una cuestión de espacio. Y aún así el catálogo llega a 353 páginas.

Paloma Miguel está comprobando directamente cómo la gente de Santa Eulària aprecia este trabajo, sobre todo porque muchos de ellos se han reconocido a sí mismos o a familiares y amigos en cuadros de Barrau que no conocían o de los que solo tenían el boceto.

«Durante el proceso nos encontramos con anécdotas constantemente. Pequeños detalles que hasta ahora no se habían documentado», relata la coordinadora del libro.

«Una señora, que tiene una tienda en la calle Sant Jaume, me comentó que tenía una maderita (un boceto) de un cuadro que Barrau iba a pintar de ella ‘pero que no llegó a terminar porque era muy mayor’. Pues en el viaje para descubrir la otra parte de la obra de Barrau, entro en el Ayuntamiento de Terrassa y veo el cuadro gigante que pintó a raíz del boceto pequeñito que me había dado. Así que sí había un cuadro. Me emocioné mucho al verlo», relata Paloma Miguel.

No solo ha descubierto a vecinos de Santa Eulària en los cuadros sino también detalles de objetos que forman parte del legado de los Barrau. «Una señora tiene este plato que aparece aquí porque se lo regaló Berta», indica Miguel señalando la imagen del cartel ‘Payesa de Ibiza’, de Ilustración Semanal Argentina.

En otra página se puede vez una cajita de cerámica con forma de figurilla de mujer que hacía las veces de joyero y que aparece pintada en un cuadro que la técnica encontró en Terrassa. «La chica del cuadro es de allí y la figurita la tenemos aquí. Este trabajo ha hallado conexiones muy curiosas», relata mientras va mostrando páginas del libro que se conoce a la perfección, página a página.

«Hay un montón de anécdotas que van surgiendo a raíz de querer saber más. En realidad el trabajo no se ha terminado. Prueba de ello es, por ejemplo, que la misma semana en la que presentamos el libro aparecieron dos norteamericanos, Larry y Melissa Stahlberg, que venían a Santa Eulària porque sabían que estábamos haciendo algo sobre Barrau. Eran grandes seguidores de su obra y fue sorprendente ver que habían editado ellos mismos un album de cuadros de Barrau, simplemente para tener su obra y poder verla tranquilamente. Toda esa pasión por Barrau comenzó cuando la abuela de uno de ellos se fue a vivir a Estados Unidos y les dejó como legado un cuadro de Barrau», explica. «Me enseñó el cuadro y me encontré con el retrato de una payesa con el Puig de Missa de fondo. Fue increíble. En ese mismo momento, unos compañeros del ayuntamiento ya empezaron a decir que la retratada se parecía a la madre de uno que conocían», recuerda entre risas.

La colaboración de los coleccionistas privados de obra de Barrau de Madrid, Barcelona y Valencia ha sido muy importante, pero mucha de las obras no han podido salir en el libro por falta de espacio. «He tenido que escribir muchas cartas de disculpa porque no podía meter más imágenes. Había que hacer una selección», lamenta.

Falsificaciones de Barrau

Barrau fue un pintor muy prolífico que estuvo pintando a diario hasta los 91 años. Esto se traduce en una cantidad grande de cuadros y dibujos entre los que se han colado algunas falsificaciones, aunque parezca increíble, que por supuesto detectaron inmediatamente. «De todo hay falso en esta vida», apunta la técnica. «En el proceso de restauración hemos visto que la firma estaba superpuesta en alguna obra, pero muchas veces se detecta casi a primera vista porque detrás del dibujo de Barrau hay una luz que se ve claramente si la tiene o no la tiene. Las miradas de las mujeres, los gestos... son muy reconocibles».

Barrau fue un excelente pintor, premiado en su época y admirado, pero que no ha logrado la trascendencia de otros como Santiago Rusiñol o Ramon Casas. Paloma Miguel lo explica así: «Barrau tenía muy claro lo que quería. Hay artistas que marcan una época y otros que son muy buenos pero pasan más desapercibidos. Ocurre algo muy parecido ahora, conocemos lo que sale en la televisión y en otros medios y no conocemos a los buenos que no buscan protagonismo sino trabajar.

Casas o Rusiñol son artistas maravillosos que realmente tuvieron una presencia en su época: llevaron una vida bohemia, parisina, de cabarets... rompieron esquemas en la sociedad del momento. Barrau lo que quería era pintar y estaba muy tranquilo con su mujer. Quería pintar y ya está». Y añade: «Barrau era una persona sencilla y honesta. Se casó con Berta y solo estuvo con ella, al menos no he encontrado nada que me haga sospechar lo contrario. Tenía una vida muy ordenada, se levantaba, desayunaba, pintaba, se iba a dormir pronto, paseaba con su mujer... Después de viajar por el mundo decidió que lo mejor era quedarse aquí, pintando sus payesas... Era un profesional de la pintura y tenía una mano increíble, podía pintar lo que quisiera», resume.

Aunque la investigación no se puede dar por terminada, Paloma Miguel está satisfecha con el resultado del libro. «Hay mucha gente que quería saber más, leer más sobre Barrau y aquí tienen su vida desde la perspectiva de Ibiza».

Además, el libro va a lograr también que se conozca la figura de Barrau como se merece. Varios centros escolares van a crear una unidad didáctica específica para el curso que viene sobre Barrau. Paloma Miguel ya se ha ofrecido a dar una charla a quien se lo pida. Está encantada ante la idea de que se conozca más el legado de su querido Laureà Barrau.