El primer Congreso sobre corsarios españoles en el Mediterráneo se clausuró ayer en el espacio de Es Polvorí de Dalt Vila con cinco conferencias, una de ellas a cargo del historiador ibicenco Pere Vilàs, que desgranó algunas curiosidades del fenómeno de los corsarios en Ibiza, que vivió su época dorada en el siglo XVIII.

Según los datos de un estudio de la archivera Ana Colomar, la primera mitad del siglo XVIII fue sin duda la de más corsarios ibicencos, con 63 (53 durante la segunda mitad del siglo) a mucha distancia de los 36 de principios del XIX o los 33 de finales de XVII. En total desde el siglo XIV al XIX hay registro de 209 corsarios ibicencos, a los que hay que sumar los que estuvieron en activo en la Edad Media entre el XIII y el XVI, que según un estudio de Ferrer Abárzuza son 23 más, según remarcó ayer Vilàs.

¿Pero por qué tantos marineros ibicencos decidieron enrolarse en una actividad tan peligrosa? La respuesta, a juicio de este historiador, está en las publicaciones que hablaban del ´nivel de vida´ del siglo XVIII en la isla, como un estudio de Jorge Demerson que, a su vez, cita un informe del obispo Manuel Abad y Lasierra sobre el estado económico en el que encontró su diócesis: «No existiendo en Ibiza centro de instrucción alguno, la juventud se entrega al ocio y al vicio sin esperanza de salir tarde o temprano de su triste condición». Así que, a la vista del aburrimiento y la pobreza del momento, es fácil entender que los marineros ibicencos vieran en el corso «una aventura», aderezada por «el manejo de las armas» y que además les permitía «sacar un rendimiento económico, con suerte», destacó Pere Vilàs.

Entre los más famosos corsarios ibicencos citó a Jaume Planells ´Sit´, Antoni Riquer Arabí, Antoni Ferrer y Antoni Cavanillas. De este último contó una anécdota que demuestra que a veces los corsarios eran un poco ´piratillas´. «Se incautó de un barco con ropa, sin tripulación, [...] se la llevaron a Sant Antoni, acabó en la iglesia de Sant Josep [...] y poco tiempo después sus marineros, que eran pobres y que siempre iban con ropas gastadas, aparecieron paseando por Vila con vestimentas muy bonitas, como de domingo, con lo que les pillaron enseguida», contó entre las risas del auditorio.

Los datos de construcción de barcos en Ibiza que aportó el historiador son muy llamativos, ya que fueron 419 entre 1765 y 1860, de los cuales el 45 por ciento, 193, eran xabecs o jabeques, el barco favorito de los corsarios ibicencos, ya que el 63 por ciento de sus acciones las hicieron navegando en estos barcos, en los que primaba «la velocidad sobre la capacidad de carga». Les interesaba ser ágiles en caso de ataque de un barco mayor. Como anécdota, Vilàs recordó que una abrumadora mayoría de estos barcos tenían nombres religiosos (66 de los 74 barcos, frente a ocho con nombres laicos).

Patente de corso

En la charla también explicó algunos detalles de las ordenanzas y, en especial, la figura de la ´patente de corso´ conocida simplemente como ´patente´ «que autorizaba a los corsarios a navegar con bandera española» y les permitía «parar a todos los barcos mercantes sospechosos de llevar personas o carga para ayudar a enemigos» o, «directamente, a barcos de guerra». Según Vilàs es lógico que se regulase esta actividad, «ya que los corsarios actuaban bajo la tutela del Estado y la actividad podría degenerar en piratería si no se aplicaban castigos rigurosos y reglamentos».

Pero la Corona no siempre fue consciente de la importancia de proteger las costas. «No es hasta los siglos XIII, XIV, XV y XVI cuando, a raíz de las invasiones musulmanas, algunas tan graves como la toma de Ciutadella y de Maó, la Corona tomó conciencia de la necesidad de defensa de las costas. Además de la potenciación de la Marina, se potenció la defensa pasiva con la construcción de las murallas renacentistas de Ibiza», explicó. Es en el siglo XVIII «cuando se da más importancia al control de la mar, intensificando programas para promover la construcción de barcos en lo que respecta a Ibiza y es, además, la época dorada del corsarismo», añadió Vilàs.

Sobre el hecho de que los corsarios ibicencos actuasen siempre en solitario, Vilàs explicó: «La Corona supo aprovechar muy bien el excepcional individualismo del ibicenco, ya que la formación de grandes escuadras para atacar al enemigo no era la forma habitual de trabajar. Se trataba de navegar por la zona asignada durante le período previsto con la finalidad de impedir el trafico enemigo y hacerse con toda la mercancía posible», relató.

Tanto en sus propias investigaciones como en las de Toni Costa, Joan Llabrés e Isidor Macabich, «queda patente la importancia que tuvo el corsarismo para la empobrecida economía de la época, tanto por la construcción naval como por las mercancías que ponían en circulación».

En las jornadas de ayer también intervinieron Gonzal López Nadal, de la UIB; Luis F. Fé Cantó, de la Universidad de Limoges; Miguel A. Casasnovas Camps y Fanny Tur Riera.