Una línea deslavazada de piedras, rocas y bloques se adentra hacia el mar, en paralelo a la Punta de sa Mata y su veintena de casetas varadero, dejando s'illa de sa Sal Rossa a su derecha, en el punto del horizonte por el que se enciende el sol los últimos meses del año. En línea recta, justo enfrente y como si hubiera pretendido ser un puente hacia él, surge el islote de s'Esponja como una aleta de delfín. En algunos bloques de este camino de piedras, la unión de los sillares ya revela que estamos ante las ruinas de algo construido por manos humanas. Son los vestigios del antiguo muelle del carregador de sa Sal Rossa, es mollet de sa Sal Rossa, donde se embarcaba el producto de los estanques salineros en barcazas a vela que lo transportaban al puerto de Vila. Allí era trasladado a grandes bajeles. En ocasiones, cuando el estado del mar lo permitía, los barcos se acercaban a la cala de sa Sal Rossa y esperaban las barcazas más allá del islote.

Y el estado del mar, meteorológicamente hablando, no era la única consideración a la que debían atender quienes se ocupaban de los valiosos cargamentos de sal recogida en los estanques pitiusos, ya que las incursiones piratas eran habituales en es carregador. Tanto que la torre de defensa que hoy se levanta sobre la Punta de sa Mata se construyó, principalmente, como refugio para los trabajadores de las salinas. La torre, llamada de sa Sal Rossa o des Carregador, se construyó en la segunda mitad del siglo XVI, aunque el carregador de sa Sal Rossa ya está documentado en el siglo XIII y parece ser que en aquella época era el principal embarcadero por el que se sacaba la sal de la isla. Posteriormente, se construiría el muelle de es Cavallet, cuando ya existían el de Formentera, junto al molino d'en Marroig, y el de sa Canal, que antiguamente se conocía como el carregador de Ponent. Ya en el siglo XX, el muelle de sa Canal se convierte en el más importante punto de embarque de la sal ibicenca. En 1976, cuando el resto de atracaderos ya no se utilizan, se construye un muelle que permite cargar directamente la sal, en cintas transportadoras, en los grandes barcos que deben llevársela a otros confines del mundo.

En el libro 'Salines de les Balears', editado en 2005 por la Fundación sa Nostra, puede leerse que es mollet de sa Sal Rossa era el único que permitía el paso de mulas que cargaban la sal hacia las barcasses; en es Cavallet y sa Canal, los hombres la portaban en cestos por el embarcadero.

Hoy, del carregador de sa Sal Rossa y todo lo que con él se relacionaba quedan la torre en la que se refugiaban sus trabajadores al avistar piratas en el horizonte, el camino empedrado que conduce hasta la cala, algún muro y los aljibes que servían para abastecer de agua dulce a hombres y animales. Los restos del muelle, las rocas y bloques que se adentran hacia el mar, con s'Esponja a sus doce, son en la actualidad los propios muelles de pesca y apostaderos de garzas, gaviotas y cormoranes.