Elena tiene 43 años y hace alrededor de diez que usa aplicaciones de contactos para, resalta, «conocer gente». Dice que no sabe si cuando entró por primera vez lo que buscaba era ligar, pero tiene claro que len os momentos en los que las ha utilizado a lo largo de este tiempo «nunca ha tenido pareja». «Es como que estás más predispuesto; no es que quieras buscar pareja pero sabes que puede ocurrir», explica esta mujer residente en Ibiza -que prefiere no dar su auténtico nombre- quien, no obstante, reconoce que el objetivo en estas aplicaciones al final es ése ya que, por ejemplo, el perfil de los usuarios tiene en cuenta sus preferencias sexuales para seleccionar con quién entrarán o no en contacto.

Tinder, Badoo, Meetic o eDarling son algunas de estas aplicaciones. Sólo la primera de ellas, creada hace apenas cinco años y de moda actualmente, está extendida a más de 190 países y, de acuerdo con una información publicada recientemente por la Universitat Oberta de Catalunya, en ella se producen cada día 26 millones de coincidencias o matches, y acumula «más de 20 billones» desde su nacimiento.

Elena nunca ha usado Tinder pero sí otras de las antes mencionadas y reconoce, como apunta también la psicóloga Ana Pallás, que son algo así como un «escaparate». «Es como un catálogo; dices: ´me gusta´ o ´no me gusta´», sostiene Pallás, quien agrega que «tener la sensación de poder elegir» gusta y de ahí parte de su éxito. «Ves las posibilidades y crees que eliges el mejor ´producto´», apostilla. Y sin esfuerzo ni demasiada implicación inicial, lo que contribuye a que el rechazo no resulte igual de doloroso que cuando se sufre cara a cara. «Hay menos sentimientos», subraya la psicóloga.

El perfil y la exposición

El punto de partida de estas aplicaciones es abrir la cuenta de usuario y crear un perfil. «Pones tu foto, edad, un pseudónimo», detalla Elena, que agrega que hay mucha gente que da su auténtico nombre, incluso completo con los dos apellidos. A continuación, se incluyen las preferencias a la hora de buscar otras personas -sexo, rango de edad-, las aficiones y hay usuarios que especifican lo que están buscando: «Una relación seria, conocer gente, hacer amigos, tener sexo», subraya esta usuaria, que resalta que se «suele ser bastante claro», pues no tener a otra persona enfrente ayuda a que resulte «más fácil decir la verdad».

Para Pallás es muy llamativo que Tinder se haya convertido en una de las primeras aplicaciones de este tipo «que socialmente está muy bien vista». Ella resalta que entre la gente soltera de alrededor de 30 años su uso no se oculta. «Yo creo que esto ha sido un cambio, al menos desde mi experiencia», afirma respecto a los casos que ella conoce. Y en su opinión, eso se relaciona con que la propia sociedad está «mucho más abierta» a estas experiencias. Aunque esto también dependerá del perfil de los usuarios y de lo que estén buscando. O del pudor de cada cual.

Precisamente, Elena reconoce que en un sitio pequeño como Eivissa sí le preocupa encontrarse en estas aplicaciones con personas que conozca. «Nunca sabes si puede haber alguien de tu trabajo, por ejemplo», comenta. Y afirma que en contar que las utiliza le influye el hecho de que «la gente que nunca las ha utilizado tiene muchos prejuicios» al respecto, sobre todo porque piensan que «sólo es para sexo». Y ello a pesar de que cada vez hay más usuarios.

La psicóloga Minaya Benavante, experta en relaciones de pareja, dice no saber si hay un perfil concreto entre las personas que utilizan estas aplicaciones, pero sí destaca que no son personas con baja autoestima que no quieran exponerse al rechazo. Al contrario. «Yo creo que es gente atrevida, que está acostumbrada a las redes sociales. Gente que no tiene miedo a probar cosas nuevas. Al final es un juego que es divertido», destaca.

Entre los usuarios hay hombres y mujeres, de todas las edades, y tanto sin pareja estable como con ella. Benavente dice que los casos que ella conoce por su experiencia profesional son sobre todo de mujeres, pero apostilla que hay que tener en cuenta que éstas acuden más al psicólogo. Y agrega que los usuarios no son tanto personas jóvenes sino gente más mayor. «Hay mucha gente de más de 30, mucha. Y también personas muy mayores; hay gente de 70 años», dice Elena, quien asegura que hay muchos perfiles de hombres casados que no ocultan su estado «y que lo que buscan es tener una relación esporádica». Y de mujeres, también.

El engaño, como en cualquier situación

Para Elena, utilizar este tipo de aplicaciones para conocer gente no supone estar más expuesto a riesgos o engaños. «Es que te puede pasar en cualquier circunstancia de la vida. Tú puedes conocer a un chico en un bar, salir de allí porque te acompañe a un taxi y que la historia cambie en un segundo», explica y apostilla que, «en el fondo», en ese caso ambos son «desconocidos». «Tienes los mismos riesgos, no sabes realmente quién es», dice.

Ella cuenta que, en su opinión, puede resultar incluso más seguro quedar tras conocerse gracias a estas aplicaciones. «Yo me fío más de un tío con el que he chateado una semana o un mes que de un desconocido que se me acerque en la playa», comenta, a la vez que agrega que si durante el tiempo en que se conversa se es «un poco intuitivo» y se hacen «las preguntas correctas», se puede llegar a saber mucho de la persona. Y es que, además, afirma que en su experiencia se ha encontrado con que la gente, al no conocerse, se abre mucho y se cuentan cosas muy abiertamente. «Aunque siempre te la pueden dar con queso, evidentemente», añade e insiste en que antes de una cita deben tomarse precauciones, como quedar en sitios públicos y avisar a alguien de confianza para que sepa del encuentro.

Sobre si la gente miente en sus perfiles, la usuaria señala que ha encontrado «de todo». «Esa opción siempre está; que te mientan o que la foto no sea de la persona o que sea de hace 20 años», cuenta. Benavente cree que los perfiles distorsionados no suelen ser tan habituales como en otras redes sociales en las que el objetivo es sólo amistad. «Éstas son para luego quedar, para verse en persona, y no se suelen atrever [a mentir]», opina.

Elena explica que en el tiempo que lleva utilizando estas aplicaciones ha conocido a mucha gente. «Tuve una pareja durante muchos años a la que conocí así», cuenta. También ha hecho amistades, no íntimas, pero sí con las que ha mantenido contacto en momentos de su vida. «Conocí a un chico con el que cada vez que venía de viaje por trabajo salíamos a cenar o tomar algo y con el que nunca pasó nada. Al final haces amigos, no íntimos, pero sí conocidos», señala. Cuenta casos de amigas suyas que la utilizan cuando viajan para hacer contactos que les ayudan a saber qué pueden visitar o para verse y conversar. «Y hay gente que lo utiliza porque quiere tener relaciones sexuales y ya está, sin ningún tipo de compromiso», afirma.

Precisamente Benavente cree que lo que se consigue a través de Tinder, por ejemplo, son sobre todo «relaciones sexuales puntuales sin ningún tipo de compromiso». «Si lo que se busca es sólo sexo, sí suele valer. Pero cuando lo que se busca es una relación estable casi nunca da resultado», indica la psicóloga en base a su experiencia profesional, y añade que «en muchas ocasiones» se encuentra con el comentario de que «no era lo que esperaba». «Yo no conozco ninguna pareja [formada] por Tinder», apostilla y hace referencia a que, por ejemplo, en el caso de Facebook sí conoce personas que tienen relaciones estables que se iniciaron gracias a esta red social. Eso sí, destaca que las relaciones que se entablan a través de las aplicaciones de contactos son «más conscientes, más pensadas» que cuando se conoce a alguien una noche en un bar con alcohol de por medio y las personas se creen «más libres de lo que luego a la mañana siguiente» se sienten.

«El amor romántico ha evolucionado»

En opinión de Pallás, el uso va más allá de las relaciones sólo sexuales. «Yo creo que la sociedad cambia y también el amor; el amor romántico ha evolucionado en la sociedad. ¿Se puede encontrar una relación estable? Yo creo que sí, que es un método más», afirma la psicóloga. Para ella, utilizar Tinder no es realmente tan diferente de ligar en una discoteca en tanto que, por ejemplo, lo primero en lo que uno siempre se fija es la apariencia. «Sí que es verdad que ver a la persona en una pantalla o ver lo que escribe no es lo mismo que lo que uno percibe cuando escucha su tono de voz, ve sus gestos o su expresión. Pero al final la primera impresión, la imagen, es lo que te hace decidir si te sientes atraído por alguien o no», considera.

Lo que sí cambia es el cortejo, la seducción. «El objetivo es más claro. La mayoría de gente, aunque quede para tomar un café, sabe que el objetivo es algo más. Es como más directa la relación, no hay tanto cortejo como si conoces a alguien en un evento o en un bar; la parte del cortejo te la saltas», afirma Benavente, quien cree que lo que se pierde con ellas es «el estar en el día a día y en la calle». «Muchas veces esto acaba convirtiéndose en que no hace falta salir de casa para nada. Se pierde que compartamos nuestras inquietudes con la gente. También es menos trabajo», reflexiona la psicóloga. Asimismo, apunta que generan ansiedad, «en el sentido de que mucha gente está enganchada». «Si yo quiero algo y no lo puedo tener ya, eso nos genera inquietud, sobre todo hasta ver si la persona contesta. Se puede crear cierta dependencia, pero no más de la que nos crea a todos el móvil», afirma.

Pallás coincide en que «muere un poco el protocolo» de conocer a alguien. «Se conocen de otra manera», afirma. A su juicio, lo que se ve afectado con estas aplicaciones es «la capacidad de sacrificio, de esfuerzo y de compromiso». «La gente va perdiendo un poco esas capacidades si tiene algo que es más fácil de usar y tirar», comenta. «Es todo mucho más rápido y crea menos frustración porque te esfuerzas menos», opina. Sin embargo, apostilla que las relaciones así establecidas no tienen por qué ser más superficiales. «Comunicarte aunque sea por mensaje también es una manera de conocer a alguien, yo no lo veo más superficial que poder encontrar a alguien una noche en una discoteca», afirma y resalta que en el éxito de estas aplicaciones influye «la promesa de una variedad ilimitada, de perseguir la emoción de varias aventuras a corto plazo en lugar de esforzarse por una a largo plazo; eso también es muy morboso».

Pallás insiste en que al final es una evolución de la propia sociedad, «una adaptación del ser humano», ni positivo ni negativo. «El ritmo de vida que llevamos es muy acelerado y rápido y esto de alguna manera nos facilita perder menos tiempo, entre comillas, en buscar y conocer a alguien y, a priori, piensas que vas a lo seguro porque ya has hecho una criba o selección. Tenemos el tiempo calculado y por desgracia en esto también», apostilla Benavente.

«Es una de las herramientas más importantes que se tienen hoy en día para conocer gente nueva», destaca Pallás. Con ella coincide Elena: «Yo tengo más fe en esto que en conocer a alguien por la calle». Y la tendencia es a que continúe el auge: «Antes había aplicaciones que eran gratuitas y ahora no lo son, o sea que funcionan», afirma Elena que resalta que, al final, «ponen en contacto a gente que quiere conocer gente».