A pesar de ser las 18.15 horas, es casi noche cerrada. Los nervios y la ilusión están patentes en el rostro de Detlef Moisel, paciente alemán residente en Ibiza de 54 años, en cuanto aparece por la puerta del ascensor. Baja con dos de sus enfermeros, que le han acompañado durante sus 45 días de ingreso. Le bajan a la sala de Dogspital, instalada en Can Misses. Permite el encuentro entre pacientes y sus mascotas (perros).

Branca, su perrita, acudirá acompañada de su madre Cona, perra de Araceli.Ella es una amiga del paciente y será la encargada de trasladar a los dos animales a Can Misses. Ambas acudirán a la cita y se harán compañía. «Todo esto es muy emocionante», comenta la médico de Moisel, Romina Carreño.

Es médico en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) donde Moisel ha estado todos los días ingresado. «Detlef tuvo que venir al hospital por el síndrome de Guillain-Barré (un trastorno en el que el sistema inmunológico del cuerpo ataca a parte del sistema nervioso periférico. Los primeros síntomas de esta enfermedad incluyen distintos grados de debilidad o sensaciones de cosquilleo en las piernas)», explica mientras el paciente ya espera dentro de la habitación reservada para los encuentros entre los canes y sus dueños.

Según Carreño, Moisel estaba «muy mal», durante todos los días que estuvo ingresado, llegando incluso a necesitar la intubación. «Hemos intentando estabilizarle todo este tiempo, pero no había sido posible hasta ahora», comenta a la vez que dirige sus ojos a las puertas de Can Misses. Ambas perritas ya están en la puerta, a la espera de que Toni Torres, del Club Agility Ibiza, y encargado de las visitas, acuda a su encuentro y les coloque el pañuelo obligatorio para todos los encuentros de Dogspital.

Engalanarse para la ocasión

«Han sido unos animales modelo. Solo han necesitado una sesión para poder acceder a la visita. Increíble», asegura Torres mientras termina de preparar a Branca y a Cona, un poco asustadas por todos los flashes de las cámaras. «Es un día especial, es el primer paciente de UCI que puede acceder a estas visitas», le susurra un enfermero a otro cuando las perritas pasan a su lado moviendo la cola, oliendo ya a quien vienen a visitar.

El paseo está ensayado, el camino está despejado y ambas bien enseñadas. Apenas reciben órdenes de Torres para saber lo que tienen que hacer. Andan, casi corren, una al lado de la otra, mientras las cámaras siguen todos sus movimientos. Como auténticas famosas, llegan seguidas de su séquito de fotógrafos a las puertas de la habitación donde Moisel les espera lleno de emoción.

«Nos pidió que le peináramos y le afeitáramos para la ocasión, quería estar perfecto», comenta sonriendo Carreño instantes antes de que el encuentro se produzca.

Moisel no cabe en si de emoción, Branca acude corriendo a su lado mientras Cona está más pendiente de todo lo que pasa en la habitación. El paciente comienza a dar ordenes de adiestramiento a su perra y esta las sigue sin pestañear y es recompensada con premios por parte de su dueño que no deja de sonreír.