En la Reserva Marina de es Freus, el paso entre Ibiza y Formentera, a diez metros de profundidad y en zonas abiertas a la pesca de superficie pero no a la pesca submarina, la biomasa de corves (Sciaena umbra) es tres veces superior a la población fuera de la Reserva. Los ejemplares de la Reserva son más grandes, lo cual resulta fundamental para garantizar la capacidad reproductiva de la especie. En las zonas control de fuera de la Reserva, según estudios realizados en 2012, sólo una de cada cinco hembras era reproductora. Y el ejemplo de la corva es utilizado en el Libro Rojo de los Peces de Balears, recientemente revisado y actualizado, tanto como ejemplo de la incidencia de la pesca submarina en la conservación de especies como de la eficacia de las áreas marinas protegidas para garantizar la diversidad íctica.

La corva, además, «adopta comportamientos confiados y una distribución en aguas libres, lejos de sus refugios rocosos, cuando se elimina la pesca submarina», se señala en el libro, un trabajo de un grupo de expertos de la conselleria balear de Medio Ambiente, Agricultura y Pesca. Y lo especificado para este pez sirve también para otras conocidas especies litorales sedentarias de gran tamaño, como tres especies de mero, el Epinephelus marginatus (el anfós más popular), E. costae y Mycteroperca rubra.

La corva es uno de los más de 50 peces citados en la lista de las especies amenazadas, las consideradas «en una situación desfavorable» e incluidas en la Lista Roja de Peces de las Illes Balears. Conocida en las Pitiüses como corva, como escorball en Mallorca y corballo o corvina en castellano, se encuentra en la categoria de ´casi amenazada´, con otras once especies. Y se destaca en el informe que en la franja litoral hasta los 25 metros de profundidad, «donde llegan los pescadores submarinos», las poblaciones se han reducido considerablemente y no hay ejemplares grandes.

La talla mínima para la pesca recreativa, recuerdan desde el Govern, es de 30 centímetros. Además, esta especie es una de las que se ven afectadas también por la destrucción de praderas de posidonia por anclajes descontrolados, ampliaciones portuarias y sedimentos procedentes de emisarios de depuradoras. La alteración de los fondos marinos litorales debida a la creciente presión de los usos portuarios, residenciales y turísticos es una de las amenazas destacadas para la ictiofauna balear.

La Lista Roja, a pesar de todo, revela una reducción del número de especies amenazadas desde el año 2000, en que se realizó el anterior Libro Rojo, hasta el año pasado, cuando se completó la actual revisión. Incluyendo todas las categorias de amenaza, desde las especies consideradas extintas a nivel regional hasta las catalogadas como vulnerables, la cifra ha descendido de 62 a 54. Y si bien, señalan los expertos, «se ha afinado en la aplicación de criterios, es evidente que hay especies que han mejorado su estado de conservación, en unos casos por efecto de una normativa más conservacionista y en otros por efecto de cambios ambientales o factores demográficos de la propia especie».

En esta lista aparecen muchos elasmobranquios (tiburones y rayas), signátidos como los caballitos de mar o la agulla o serp de mar (Syngnathus typhle) y peces muy conocidos como la lubina (Dicentrarchus labrax), la cirviola o pez limón (Seriola dumerili), la dorada (Sparus aurata), el atún (Thunnus thynnus), el pez luna (Mola mola), el pez espada (Xiphias gladius) o varias especies de gobios o cabots.

Además, si en el año 2000 se conocían en aguas de Balears 412 especies de peces, en 2015 la cifra ha aumentado a 423, aunque algunas citas antiguas pueden resultar dudosas. En todo el Mediterráneo hay unas 650 especies catalogadas, y cerca de un centenar es de reciente introducción.

Respecto a la pesca recreativa, en el Libro se asegura que tiene una incidencia mayor en la sobreexplotación pesquera de la que se reconocía en el año 2000, «con la irrupción de nuevas técnicas y herramientas cada vez más sofisticadas en la pesca desde embarcaciones». Y se denuncia, respecto a la modalidad submarina, que una de sus características en las islas ha sido la existencia de pescadores clandestinos a los que se toleraba la venta directa de pescado «porque la pesca submarina disfrutaba de la simpatía popular por los éxitos deportivos internacionales de los pescadores isleños. La existencia de intereses comerciales propicia un esfuerzo pesquero de una intensidad muy superior a la meramente recreativa, lo que acelera el exterminio de los peces litorales». Esta actividad, hoy muy perseguida, aún pervive de modo residual «y sólo se puede extinguir con vigilancia efectiva». Asimismo se propone un impulso de los estudios que faciliten alternativas a las artes pesqueras menos selectivas, «que son las que tienen una incidencia más importante sobre la conservación de las especies».

El llamado ´Efecto reserva´ es el contrapunto a todos los factores negativos, y además de a meros y corvinas, ha beneficiado de modo señalado a tordos (Labrus merula y L. viridis), diversas especies de sargos como Diplodus sargus, la chopa o càntera (Spondyliosoma cantharus), la morena mediterránea (Muraena helena) o la barracuda Sphyraena viridensis. Hay que destacar también «la desaparición, en los últimos años, de uno de los factores más insidiosos que afectaban a la fauna de peces de Balears: la extracción de arena para la regeneración de playas», a lo que suma el hecho de que ya no se usan redes de deriva, al menos, en las proximidades del archipiélago, lo que también perjudicaba a cetáceos y tortugas.