«Cuando termino la jornada laboral estoy hecha un trapo, me duele todo, tengo las piernas reventadas y me tengo que medicar para aguantar al día siguiente», asegura una camarera de piso que prefiere no dar su nombre por miedo a las represalias que pueda tomar su empresa. El testimonio de esta mujer, que lleva desde los 16 años trabajando en el mismo hotel y ha cumplido ya los 46, es uno más de los que ayer se recogían en la concentración convocada por la Unión Internacional del Trabajo (UIT), de la que forman parte CCOO y UGT, y que reunió a cerca de 300 personas en el parque de la Paz.

La experiencia de esta trabajadora es similar a la de muchas de estas empleadas de un sector, que como recordaba ayer Consuelo López, de CCOO «sufre explotación laboral». En la concentración, un grupo de compañeras muestra a la prensa las secuelas de su trabajo que les obliga a hacer una media de 22 habitaciones al día: la mayoría están operadas de túnel carpiano, padecen lumbalgias, varices, fibromialgia y tienen las manos deterioradas por un trabajo que las desgasta «física y psicológicamente», señalan.

«El problema -asegura Pilar, que trabaja en una cadena hotelera de la isla desde 2004- ya no es solo hacer las camas y las habitaciones, sino que además tenemos que cargar con todo a cuestas, con los cubos de ropa, las sábanas, los productos de limpieza...y en sitios como en el que estoy en el que ni siquiera hay ascensor». Y esa carga laboral para mujeres que rondan los 50 años, y llevan castigadas por este empleo más de 30, «es insoportable». Esta, precisamente, es una de las principales reivindicaciones de esta campaña sindical que se ha iniciado a nivel nacional: que se realice una regulación especial de jubilación a los 60 años y una jubilación anticipada a los 25 años de servicio en la profesión. La otra, que las enfermedades que les provoca su ejercicio laboral sean declaradas enfermedades profesionales.

Ayer, la mayoría de manifestantes se concentraban en grupos por amistad y entre compañeras de hotel. En uno de ellos, cinco mujeres que rondaban los 50 años, y que viene a ser prácticamente la edad media de este colectivo en la isla, comentaban los motivos que les habían llevado a participar en esta protesta. «Sinceramente, no me veo trabajando en esta situación hasta los 67 años, llevo desde los 18 en este trabajo y mi cuerpo no da para más», aseguraba una mujer mientras mostraba las cicatrices de una operación que había sufrido en la muñeca. «Es mucha carga laboral, además se ha incrementado el trabajo porque antes, por ejemplo, en los baños solo había cortinas de ducha y ahora hay mamparas, jacuzzi y muchos más cristales que hay que limpiar, lo que es más esfuerzo para igual salario», apuntaba una de sus compañeras.

Más estrellas, peores condiciones

Una de las denuncias en las que coincidían muchas de las manifestantes era que en los establecimientos que trabajan habían incrementado de categoría en los últimos años, pero no así sus condiciones laborales. «Han ido a peor, nuestro hotel ha pasado de 1 a cuatro estrellas en 15 años, pero hacemos muchos más trabajos que antes no hacíamos», se quejaba Rosario, quien también lanzaba una crítica hacia el colectivo: «Para quejarnos somos muy pocas, no nos apoyamos mucho». «Cobramos lo mismo, por más trabajo», matizaba otra camarera de piso que estaba su lado. Esta afirmación también la repitieron varias veces los sindicalistas Consuelo López y Fernando Fernández cuando intervinieron megáfono en mano. «¡Sois profesionales, no aprendices!», exclamó en una ocasión Fernández.

De esa precariedad laboral también se quejaban algunas de las consultadas, aunque con matices, porque había alguna, como Rosario, a la que el sueldo le parecía «correcto», y otras consideraban que los 1.300 euros brutos que ganan las camareras de piso por convenio «no está mal».

Poder estar con los hijos

«Para mí, lo único bueno que tiene este trabajo es que puedo estar con los niños por la tarde, porque si no, no lo aguantaría», señalaba una de las pocas camareras de piso menores de 40 años que había en la concentración. «En este trabajo aguantamos por eso, y porque también hay muy buen ambiente entre nosotras: somos amigas», apuntaba.

Aunque la mayoría de camareras de piso que se veía en la manifestación es de origen español, cada vez hay más inmigrantes en el sector. Una de ellas es Fama, senegalesa de 53 años, que lleva desde el año 2006 trabajando en un hotel de Ibiza. «Es un empleo muy duro y muy fuerte, si fuera joven no querría este trabajo», aseguraba mientras otra compañera que estaba a su lado y que llevaba una bandera sindicalista en la mano, añadía: «Tengo 52 años y, de verdad, no me veo con 62 en este trabajo porque creo que mi cuerpo no aguantará».

Los sindicatos calculan que en las Pitiusas hay entre 5.000 y 7.000 camareras de piso.