A sus 93 años, Ester Guasch y Manuel Otero recuerdan perfectamente el día en que se conocieron. Lo cuentan entre risas e interrumpiéndose el uno al otro. Era mayo de 1940 y aquel primer encuentro, que fue casual y que les uniría ya para el resto de sus vidas, ocurrió en el paseo de s´Alamera de Santa Eulària.

«Yo pertenecía a un tabor de regulares que llegó cuando la guerra. Era gallego y llegar a Ibiza era muy difícil. De la noche a la mañana nos metieron aquí y tuve la mala pata de encontrarme con esta mujer delante y me llevó al huerto», relata Manuel mientras Ester, que no le quita ojo de encima y le escucha con atención, ríe. «Nos conocimos el mismo día que él llegó. En la alameda. Él me dijo, ¿tú de dónde eres?», narra ella.

«No. Tú me preguntaste a mí que de dónde era yo. Y te contesté que del Paraguay. Y tú dijiste: ´Paraguay, no, paragüero», le recuerda Manuel.

Como resultó que era gallego y entonces había muchos del oficio, aquella broma espontánea a Ester le hizo mucha gracia. «Y ya nos conocimos aquel día y ya no nos dejamos», añade.

Seis meses después, tras tres de noviazgo, Ester y Manuel se casaron en el Puig de Missa de Santa Eulària. Fue el 21 de diciembre de 1940, a las cinco de la tarde, «la hora torera», como le dice en broma a su padre su hija Charo cuando hablan de aquello.

Ayer, transcurridos 75 años, eligieron el mismo escenario para renovar sus votos matrimoniales, esta vez junto a las tres generaciones que les han seguido desde entonces: sus cuatro hijos y la mayor parte de sus nueve nietos y seis bisnietos. Y sobre todo, enamorados como el primer día, cogidos del brazo, mirándose con ternura y dándose besos fugaces.

Ambos explican que, aunque no viven en Santa Eulària, les hacía ilusión volver en esta fecha al lugar donde, con solo 18 años, se dieron el ´sí quiero´ siete décadas atrás. «Nosotros vivimos en Barcelona, pero nos hacía ilusión venir aquí, a la misma iglesia y celebrar la boda», explica Ester.

Y es que pese a haberse marchado hace muchos años por el trabajo de Manuel, militar, sus vidas han estado siempre ligadas a la isla. «Se fueron para Barcelona pero todos los veranos eran aquí, en casa de los abuelos. Nuestra niñez está muy relacionada con Ibiza», comenta Charo, y puntualiza que Ester, que nació en Argentina -donde se conocieron sus padres, Juan, ibicenco, y Rosario, de San Sebastián-, es de Can Ros. «Este verano hemos estado aquí. Venimos cada verano. Tenemos una casa aquí y venimos todos, los hijos, los nietos y todos», cuenta Ester.

En Ibiza nació precisamente el mayor de los cuatro hijos de Ester y Manuel, Pepe, quien sigue en la isla. La segunda lo hizo en Figueras y los dos últimos en Barcelona. Desde allí han venido para la ceremonia buena parte de la familia y algunos amigos, como Lourdes y Francisco, que se han desplazado desde Montblanc. «Una cosa así no se ve cada día», destaca ella.

Días antes, Charo ya comentaba que sus padres estaban «súper emocionados» de poder celebrar sus 75 años de matrimonio en Santa Eulària. «Como pareja es una pareja increíble», decía con mucha satisfacción. «Son de los que se dan un besito, de los que coquetean. Han estado luchando toda su vida, pero hemos sido muy felices», agrega la hija.

Del brazo de sus hijos

Ayer, la cita no fue a las cinco de la tarde sino a las 12 del mediodía. Como en toda ceremonia, la marcha nupcial sonó en el Puig de Missa en el momento de la entrada de los novios al templo. Manuel lo hizo emocionado del brazo de su hija Emi y Ester, muy feliz, junto a su hijo Pepe.

En el altar los recibió el párroco Vicente Ribas, quien resaltó que la suya era una celebración que nunca antes había oficiado. «Y no sé si haré alguna más», añadió al tiempo que subrayaba que se trataba, a pesar de lo que la familia pensaba, de «unas bodas de diamante»: «Las de platino son a los 60 años, estas, a los 75 años, son de diamante», dijo.

Convivir toda una vida

«Es una gran alegría ver cómo es posible convivir toda una vida», les dijo el párroco, quien resaltó que son «ejemplo y testimonio» para sus hijos, nietos y biznietos. Destacó la «satisfacción» que se reflejaba en sus rostros, la que se siente «cuando se hace un trabajo bien hecho», y subrayó el amor que sienten el uno por el otro. «Me dice vuestra hija Charo: ´Están tan enamorados como el primer día´. Y yo lo veo, lo veo cuando venís en verano, cada día a la capilla de Lourdes visitando al Señor», afirmó Ribas. No fallan a las misas, pues como asegura Ester, ambos son «muy católicos».

Para esta ocasión el párroco reservó a los novios una gran sorpresa. «He buscado en el archivo parroquial y he encontrado este libro. Es el tomo uno de la parroquia; ahora vamos por el 8 o el 9», indicó el sacerdote, que les mostró el libro de matrimonios. Los anteriores a este se quemaron en la guerra, y el que tenía en sus manos fue el primero que se abrió después.

«En los primeros años encontramos el acta que se firmó un día como hoy hace 75 años, el acta número 15 de 1940», afirmó Vicente Ribas, que leyó a todos los presentes el contenido de la misma. En ella, el sacerdote recogía que el 21 de diciembre de 1940 había «desposado y casado» a Manuel Otero Siota, de 18 años, natural de una localidad de Orense, vecino de Santa Eulària y de profesión sargento, con María Ester Guasch Zuñiga, de 18 años, natural de Buenos Aires y vecina también de Santa Eulària.

Los aplausos llenaron el templo cuando el sacerdote acabó de leer el documento, que después, al finalizar el acto, mostró a los familiares de Ester y Manuel, quienes no dudaron en fotografiarlo.

«Hoy es un día para dar gracias», indicó el párroco, que apuntó que seguro que en su larga vida compartida había habido «cosas muy buenas y también alguna dificultad». Pero sobre todo destacó la gran familia que habían formado. «Que Dios os continúe haciendo muy felices ahora y para toda la eternidad», le deseó al matrimonio.

No podían faltar en la boda los anillos que les acercó una de sus nietas y que se colocaron el uno al otro. Y antes de finalizar y de recibir el cariño y las felicitaciones de sus familiares, Manuel subió al altar e hizo un breve resumen de su matrimonio. De su llegada a la isla, de la broma con la que se conocieron y de la felicidad compartida.

Porque, tal y como resaltaba Ester antes de empezar la celebración, durante estos 75 años han sido «muy felices». «Hemos vivido siempre el uno por el otro», resumió ella.